Leonardo García Tsao ENVIADO
Ultimos estertores de un festival agonizante
En
un cumplimiento de mi pronóstico, nada de lo exhibido en la recta
final de la 52 Berlinale realmente merece mucha mención. La concursante
española Piedras, ópera prima de Ramón Salazar,
rinde culto a la actual y ya desgastada moda de los relatos múltiples
que se van cruzando, bajo una influencia mal asimilada de Pedro Almodóvar.
Así, mujeres de diferente personalidad -dentificadas por su tipo
de calzado?-se encuentran al borde de un ataque de nervios en relación
a sus parejas que, en la mayoría de los casos, resultan ser infieles
y/o gays. Afligida por un estilo enfático que obliga a las actrices
a sobreactuarse, la película se vuelve tan cansina que debería
retitularse Piedras en el riñón.
Mucho más ofensiva fue la cinta coreana Na-Bbun-Nam-Ja
(Tipo malo), del burdo realizador Kim Ki-Duk. En este melodrama
exageradamente sexista un padrote se obsesiona por una estudiante, la secuestra
y obliga a prostituirse. Tras ser sometida a diversos ultrajes, la chica
llegará a enamorarse de su victimario -no faltaba más- y
a ganarse la vida ejerciendo el talón para él. Más
entretenido que las repetidas escenas en que los delincuentes se golpean
entre sí y se cortan con objetos punzocortantes (al parecer, el
hampón coreano desconoce las armas de fuego), sería un encuentro
entre el director y unas militantes feministas.
Si acaso, se salva Lundi matin (Lunes por la
mañana), coproducción franco-italiana dirigida por el
georgiano Otar Iosseliani. Nadie podría llamarla obra maestra, pero
esta relajada observación de cómo un obrero rompe con la
rutina que lo tiene harto y se va de errático viaje a Italia, goza
del humor irónico de su realizador en sus acostumbrados planos-secuencias
donde la cámara se mueve lateralmente. Ya en estas circunstancias,
se trata de una rareza: una película que se deja ver.
Por otro lado, el cine iberoamericano tampoco ha tenido
una representación brillante en otras secciones del festival. Y
nuevamente, en un arranque de chovinismo, uno se pregunta por qué
sólo se aceptó un título mexicano ?Francisca,
de Eva López Sánchez? cuando había por lo menos otros
dos bastante superiores al churro brasileño O invasor, de
Beto Brant, o a la cursilería argentina Todas las azafatas van
al cielo, de Daniel Burman en la sección Panorama.
Cuesta trabajo hacer profecías sobre quiénes
se llevarán los Osos el domingo (o cuál será el peor
oso del jurado). El nivel de calidad ha sido tan bajo que no hay favoritas
entre la prensa, salvo la danesa Accidentes menores, de Annette
K. Olsen, o Laissez-passer, de Bertrand Tavernier, aunque también
hay quien se inclina por la alemana Halbe Treppe, de Andreas Dresen,
o 8 femmes, del francés François Ozon. Claro, el jurado
no está obligado a concordar con la crítica y menos si está
encabezado por la inflada cineasta Mira Nair. Igual, el consenso es que
esta ha sido una de las peores competencias en la historia de la Berlinale.
Digamos que el nuevo director Dieter Kosslick ha pagado la novatada.