Políticos de todo signo, en la toma de
posesión de Cárdenas Batel
ROSA ELVIRA VARGAS Y ERNESTO M. ELORRIAGA ENVIADA
Y CORRESPONSAL
Morelia,Mich., 15 de febrero. Sólo faltaba
la música de suspenso. ¿Cómo se verían? ¿Se
saludarían? ¿Aprovecharían la ocasión para
de una vez deshacer el entuerto que atañe a la ciudad de México
y que ha desconcertado a muchos?
El presidente Vicente Fox y Andrés Manuel López
Obrador estuvieron, en efecto, en la toma de posesión de Lázaro
Cárdenas Batel como gobernador de Michoacán. Y cuando el
Presidente se acercó a saludar a los gobernadores, dijo con voz
perfectamente audible al jefe del gobierno capitalino: "Entonces, nos vemos
luego".
Y el aludido, sólo respondió con un movimiento
afirmativo de la cabeza.
De
ahí, todo mundo pensó que al finalizar la ceremonia habría
algo más, quizá un intercambio de palabras, algún
gesto de real acercamiento, o de plano, algún desplante por parte
de alguno de los dos. Pero nada. Antes del himno nacional, a hurtadillas,
López Obrador abandonó el recinto.
Pero Fox tuvo más interés en despejar el
ambiente y de salida mostró su disposición para el diálogo
con el jefe del gobierno capitalino, aunque señaló, críptico:
"este caso está bien y se va a poner mejor todavía".
Ajenos al lío político que trasladó
su escenario desde la ciudad de México hasta tierras purépechas,
los cientos de ciudadanos que se dieron cita a las afueras de la sede donde
tuvo lugar el cambio de poderes, tenían otras cuitas con el mandatario:
¡Bájele al cobro de la luz! Silbatinas que, sin embargo, no
ahogaron la respuesta presidencial señalando que los ajustes no
afectarán a la gente de menos ingresos sino a quienes más
ganan. Pero las pancartas y los gritos de reprobación lo acompañaron
hasta que abordó la camioneta que lo regresó al aeropuerto
local.
En los largos recesos que no obstante la solemnidad de
la ocasión hacían sentir un ambiente relajado en el interior
del teatro, los políticos, sobre todo del PRD, se explayaron en
destacar lo artificial del conflicto y la falta de oficio político
que ha mostrado Santiago Creel. "Alguien debiera decirle que ya perdió
las elecciones para el gobierno capitalino", decía Carlos Imaz,
entre sorprendido y travieso.
Pero, y quizá porque alguna vez podrían
ser víctimas de un desaguisado parecido, los gobernadores tomaban
el asunto con reservas. Cautos, los panistas apoyaban la actitud presidencial,
los priístas preferían no comprometerse y Alfonso Sánchez
Anaya, gobernador de Tlaxcala, hacía llamados al diálogo.
Y es que más allá de quién se pusiera
los guantes, lo cierto es que Lázaro Cárdenas Batel demostró
un gran poder de convocatoria. Vinieron Miguel Alemán, de Veracruz;
Manuel Angel Núñez, de Hidalgo; Fernando Moreno Peña,
de Colima; Arturo Montiel, del estado de México; Juan Carlos Romero
Hicks, de Guanajuato, y Francisco Ramírez Acuña, de Jalisco.
Del PRD, sólo Sánchez Anaya y López Obrador.
Asimismo, el presidente Fox llegó con su esposa
?michoacana ella? Martha Sahagún, y se hizo acompañar por
la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, el vocero
Rodolfo Elizondo y su asesor de imagen, Francisco Flores.
Pero además de las presencias políticas
?con perredistas de todos calibres y corrientes? Lázaro Cárdenas
se vio arropado por el cariño de su familia. Su abuela, Amalia Solórzano
viuda de Cárdenas, sus padres Cuauhtémoc y Celeste, en primera
fila; sus hermanos Camila y Cuauhtémoc, y como anfitriona de Martha
Sahagún, su esposa Mayra.
Y fue para ellos, gesto que la gente rubricó con
un largo aplauso, el agradecimiento del nuevo gobernador: "A mi familia
toda, particularmente a mis padres, cuyo ejemplo de rectitud, verticalidad
y compromiso social me alienta y me enorgullece".
Y ahí no acababan los gestos que hoy pusieron un
sello distinto a la ortodoxia del poder. Como invitados de honor estaban
Aurelio Guzmán Mateo y Leocadio Ascencio Amaya, los pescadores de
Pátzcuaro recién salidos de la cárcel por el indulto
presidencial. Ahí se veían orgullosos con sus esposas, pero
también con las compañeras de otros dos miembros de su comunidad
a los que aún se persigue con órdenes de captura y que orientan
la lucha del profesor Abdayán Guzmán Cruz, quien de todos
modos estaba feliz en su camisa amarilla nueva.
Invitados con ubicación privilegiada ?sobre todo
si se considera el desdén que reciben en actos similares? los reporteros
pudieron moverse a sus anchas en las primeras filas y hacer todas las entrevistas
imaginables. Pero también estuvieron al alcance para ver que ya
iniciado el discurso (único, por cierto) de Lázaro, llegaron
al lugar, la dirigente nacional perredista, Amalia García y junto
a ella el candidato a sucederla, Jesús Ortega. Sánchez Anaya
los seguía.
Se podía ver desde lejos que Felipe Calderón
Hinojosa respondía telefonemas, mientras Cárdenas Batel exponía
los rasgos de su programa y que quien si seguía con seriedad el
acto era Salvador, Chavo, López, el contrincante panista
de Lázaro, en la pasada contienda.
Y que en estos que se llaman tiempos de transición,
los priístas también se acoplan rápido y que dos ex
gobernadores ubicados hoy en diferentes trincheras, pueden encontrarse
en una ocasión así: Genovevo Figueroa y Ausencio Chávez.
Y lo mismo hicieron Agustín Arriaga Rivera, Carlos Torres Manzo
y Luis Martínez Villicaña.
Otro ex gobernador, Manlio Fabio Beltrones, éste
de Sonora, también llegó aquí para acompañar,
dijo, a su amigo Lázaro, como lo hicieran muchos perredistas, entre
ellos: Martí Batres, Armando Quintero, Carlos Imaz, Jesús
Martín del Campo, Alejandro Encinas, Rosario Robles, Francisco Cano
Escalante y Moisés Rivera.
En una hora a lo sumo, la ceremonia concluyó. Y
entonces, Lázaro Cárdenas Batel fue, ahora sí, a abrir
las puertas del Palacio de Gobierno, desde donde aseguran que ejercerá
el poder y no, como sucedió en estos seis años, desde la
confortable casa de Gobierno. Recorrió oficinas, caminó por
la calle Madero, siempre rodeado por cientos de personas.