Alberto Aziz Nassif
Contra el viejo régimen
En una transición democrática como la mexicana no hay blancos y negros ni soluciones fáciles, sino una gama compleja de posibilidades y grises, que no deja claros vencedores ni vencidos.
En las últimas semanas han aparecido de forma pública algunos de los rincones pestilentes del viejo régimen, desde la corrupción, con sus habitus y prácticas, como el emblemático caso de Pemex, hasta las deficiencias en la impartición de la justicia, como lo ejemplifican las recientes liberaciones de presos de conciencia. ƑEstamos frente a cambios importantes o simplemente se trata de ajustes cosméticos?
El gobierno foxista tiene clara desventaja: su condición minoritaria en el Congreso de la Unión y en los congresos locales, razón que dificulta cualquier proyecto de reforma legislativa. Aquí se puede entender, al menos en parte, los resultados poco satisfactorios que tuvieron las iniciativas presidenciales durante 2001. El hecho de que un partido de oposición haya ganado la Presidencia de la República fue sin duda importante, incluso necesario, pero no ha sido suficiente para terminar con el viejo régimen de manera rápida y contundente. Los márgenes de maniobra son estrechos con un gobierno dividido (sin mayoría legislativa). Lo que ocurra en materia de reformas legislativas será un espacio conflictivo, por lo menos hasta las elecciones intermedias de diputados en 2003.
Las dimensiones del cambio son desiguales, así como las capacidades y, por supuesto, las posibilidades. Por ejemplo, las coordenadas de la economía tienen menos posibilidades y más limitaciones de modificación, sobre todo en un mercado globalizado y con dependencia severa de Estados Unidos; en estas áreas las variables de cambio se circunscriben a la poca autonomía que hoy tienen los Estados nacionales y más los que están en el ámbito del subdesarrollo. Aquí el gobierno foxista tiene que respetar los principios constitucionales sobre los recursos de la nación y ser un regulador. Además, por lo que se ve en materias como la política financiera, las metas de inflación, el déficit, los niveles salariales, no hay modificaciones importantes respecto al gobierno anterior y las innovaciones, como el apoyo a microempresas (changarros), no han sido significativos.
En materia política hay espacios relevantes en donde se pueden hacer modificaciones: por ejemplo, en derechos humanos, combate a la corrupción, rendición de cuentas, transparencia gubernamental, existen muchas oportunidades para desmontar partes importantes del viejo régimen.
Las recientes liberaciones de los presos de conciencia -los campesinos ecologistas de Guerrero y Michoacán y la del general José Francisco Gallardo- son avances parciales, pero significativos.
Es posible que si el PRI estuviera en la Presidencia estas liberaciones no hubieran ocurrido, ni tampoco se hubieran conocido y denunciado casos de corrupción como el expediente del caso Pemex.
En materia social, hay una suerte de continuidad de la política de desarrollo social, quizá con un pequeño cambio: más transparencia en el ejercicio de recursos.
El caso del general Gallardo muestra de forma emblemática los equilibrios, limitaciones y posibilidades que se construyen para tomar decisiones que afectan fuertes intereses y que se juegan de forma simultánea en el ámbito nacional e internacional. El general está libre, se cumplió parcialmente con la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pero falta resolver el fondo, la no culpabilidad y la reparación del daño.
El presidente Fox usó un recurso legal (disminución de la pena), pero hay indicios de que la negociación entre el Ejecutivo y las fuerzas armadas no fue sencilla. Hoy no se sabe si algún día cercano se llegará a tener en México un ombudsman militar, propuesta y pecado que cometió el general Gallardo. El pasado domingo 10, en el Día de la Fuerza Aérea, el Presidente de la República insistió en el respeto a los derechos humanos.
El pasado 5 de febrero, en el 85 aniversario de la Constitución, Vicente Fox enumeró algunos de los pendientes importantes de la agenda de reformas democráticas, lo cual representaría quizá el nivel más alto de transformación del régimen: relección legislativa y en los ayuntamientos; reforma al Poder Judicial (desde la coordinación de cuerpos policiacos hasta la transformación del Ministerio Público); reformas al sistema de partidos políticos; transparencia y rendición de cuentas; reforma energética; acceso a la información pública; reforma laboral; reforma integral de la Constitución. Tal vez el gobierno federal haga propuestas e iniciativas de reforma sobre cada uno de estos temas, pero por ahora el pronóstico es completamente incierto.
Seguiremos en la zona de los grises por la que atraviesa la transición mexicana; con avances parciales contra el viejo régimen y frustración ante la falta de cambios contundentes y ritmos rápidos. ƑCómo andarán el afecto y el desafecto ciudadano por un gobierno que prometió más de lo que ha podido cumplir?