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Armando Labra M.
Midas, el fisco. Las ramas, el bosque
Cuando las ramas están torcidas y uno quiere ver el bosque, lo más probable es que al elevar la mirada uno se asome a un bosque torcido. El primer paso, si no queremos torceduras, consiste en dirigirse a otro bosque.
La contienda por la dirigencia de los tres partidos políticos más importantes del país fácilmente ocasionará que muchos mexicanos nos entretengamos en las personas y perdamos de vista lo esencial. No es que las personas no importen, de ninguna manera, pero al seguir sus campañas, sus discursos, sus contiendas, no resulta prudente dejar de ponderar qué se agita en la naturaleza misma de los partidos, porque son ellos, no las personas, los que perduran.
No es novedad afirmar que todos los partidos, y en mayor medida los más grandes, están en crisis profunda, cismática, porque carecen desde hace demasiado tiempo -algunos desde siempre- de los elementos de cualquier partido político en un proyecto democrático, a saber: una oferta ideológica a la ciudadanía, un liderazgo real y disciplina de sus militantes. La mezcla se expresa en votos. La lección más dolorosa de tales carencias la sufrió el PRI el año antepasado.
Ahora que los tres grandes dirimen internamente sus dirigencias, lo importante será observar si de todo ello se derivan, finalmente, propuestas ideológicas coherentes, viables, atractivas para los mexicanos; si emergen liderazgos reales, interesantes, creíbles; y si las militancias permanecen unidas, disciplinadas. Todo lo que se salga de esos cauces resulta indeseable por retardatario, ni modo. Es en ese contexto que vale la pena calibrar qué personas pueden contribuir mejor a sacar a sus partidos del atolladero crítico en que se encuentran.
De los tres casos grandes, el del PRI, por ser el partido perdedor de las elecciones presidenciales y por mantener una vastísima cobertura política nacional en términos de legisladores federales y locales, gobernadores, presidentes municipales, es el que más tiene que ganar o perder. A diferencia del PAN y el PRD, su existencia misma está en juego, por ello de la forma en que se dé la contienda interna, tanto como su resultado, derivarán fuertes implicaciones de fondo para el PRI, pero también para el país. Si detrás del proceso hace presencia la mano siniestra -y los intereses- de ese Midas-al-revés, villano merecidamente favorito de los mexicanos, el señor Salinas, lejos de posibilitar una oportunidad dorada para el PRI, se obtendrá lo más despreciable, usted dirá qué... De ese bosque, Ƒcuál rama es sana?
En la perspectiva del bosque que queremos, no de las ramas que tenemos, es necesario y oportuno aquilatar el dramático sainete fiscal que hoy atraviesa por su etapa de parches, erratas y enmiendas, por desgracia no mejores que los entuertos que pretenden desfacer.
Poco caso hay en buscar culpables dado que la responsabilidad del descalabro queda bien esparcida entre los protagonistas y porque lo que importa no es lamentarse, sino dar gran remedio a tan deplorable mal. Es necesario corregir los dislates con prudencia y eficiencia, pero más trascendental y urgente es sentar las bases para lo que atinadamente se llamó Nueva Hacienda Redistributiva, pero que consistió en el puñado de impuestos conflictivos que provocaron la inmensa maraña chiclosa que hoy tenemos.
Serviría al país que las instancias técnicas de los partidos políticos, de las Cámaras, la autoridad fiscal, los especialistas empresariales, los académicos, los representantes estatales, reunieran esfuerzos para definir los elementos de esa Nueva Hacienda Redistributiva, lo cual quiere decir mucho más que solamente impuestos. Abarca la revisión profunda de la deuda pública, para depurarla de ipabes, pidiregas y otros velos tortuosos; implica modernizar la mediocre administración tributaria y de los demás ingresos no tributarios del gobierno; exige precisar, con afán redistributivo en un sentido popular, todos los aspectos del gasto público. Cualquier reformón que carezca de esa perspectiva técnica y política terminará, como ya vimos, en lo que hoy tenemos o algo aún peor, si reincidimos.
Es evidente que el tema rebasa al Ejecutivo y al Legislativo, sobre todo en los tiempos y espacios habituales, eminentemente politizados, como es la discusión anual del presupuesto en las Cámaras. Además de revisar urgentemente los mecanismos y calendario en que se debe realizar el proceso presupuestal, a efecto de dejar de ser el país donde más tarde se entrega y menos tiempo se dedica a analizar el tema en el Congreso, queda a todas luces necesario replantear y analizar técnicamente el problema entre todos los interesados y afectados, para después tomar las determinaciones políticas pertinentes. Digo, esto, peor que lo que tenemos šno es! y hasta se parece a la democracia de la que tanto se habla.
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