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ENTREVISTA
Erika Zamora, presa por motivos políticos
La pesadilla de una alfabetizadora a quien acusan de
guerrillera
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Chilpancingo, Gro. Erika Zamora lleva ya tres años
y medio en prisión ?incluidos 20 meses de pesadilla en un penal
de máxima seguridad? y mantiene a raya la depresión y el
desánimo con una pequeña consigna personal: ''De mí
depende sacar lo mejor de esta experiencia. ¿Cómo me van
a derrotar a mí unos simples muros?''
De ella, su mamá dice: ''Así como es sensible,
tampoco es débil. Si la quieren humillar, no llora; les dice de
cosas a sus agresores. No, pase lo que pase ella no les va dar el gusto
de verla llorar. Yo de m'ija me siento bien orgullosa''.
A sus 24 años, Erika tiene una sentencia de ocho
años y medio, señalada por el Ejército Mexicano como
la comandante Rosario, del Ejército Revolucionario del Pueblo
Insurgente (ERPI). A pesar de todo, esta joven estudiante originaria de
El Mezquital sabe mirar el lado bueno de las cosas. ''De todos los males
que nos cayeron encima con la matanza de El Charco, me tocó lo menos
peor. Para 11 compañeros, entre ellos mi amigo Ricardo Zavala, aquel
6 de junio fue el último día de su vida.''
Próximamente su defensa presentará la tercera
apelación directa, la última oportunidad jurídica
de rectificar un proceso penal plagado de trampas e irregularidades.
Un mal día
No es inusual que un par de estudiantes con inquietudes
sociales recorran el camino que va de las aulas hacia los barrios o pueblos
de mayor rezago, con algún proyecto de solidaridad bajo el brazo.
Erika Zamora y Ricardo Zavala tomaron esa ruta en el verano de 1998. Un
par de delegados de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos
y Tlapanecos había visitado la Facultad de Ciencias Políticas
de la UNAM y estos dos alumnos de sociología escucharon su llamado.
Con los manuales del Instituto Nacional de Educación para los Adultos
(INEA) armaron su propio plan de alfabetización y mientras cientos
de universitarios seguían concentrando su atención en Chiapas,
ellos marcharon a Guerrero.
Llegaron a la escuelita rural Caritino Maldonado, de El
Charco. Como dicen los clásicos: al lugar equivocado, en el momento
equivocado.
Ricardo Zavala murió el 6 de junio en un cruce
de fuego, durante un episodio que el gobierno definió como enfrentamiento
armado entre el Ejército Mexicano y el ERPI. La gente de la localidad
sostiene que fue un asalto militar contra una asamblea pacífica.
Erika Zamora cayó presa. Bajo tortura, en el cuartel de Cruz Grande
de la novena Región Militar, firmó una declaración
en la que aceptaba ser jefa guerrillera: la comandante Rosario.
Esa declaración fue aceptada como prueba válida por el juez
y ahora, a los 24 años de edad, purga una sentencia de ocho años
seis meses, sin atenuantes ni derecho a preliberación, acusada de
''conspiración e incitación a la rebelión'', y portación
de un AK-47. Fue clasificada como presa ''de alta peligrosidad'' y como
''riesgo para la estabilidad nacional''. Eso le valió un año
ocho meses en Puente Grande, la cárcel de máxima seguridad
para varones en Jalisco.
En breve su defensa presentará una apelación
directa contra la sentencia. Es la tercera apelación, su última
oportunidad jurídica para rectificar un proceso al que califica
de irregular e ilegal.
''Soy optimista. Tenemos muchas posibilidades de ganar
esta vez; todos los demás coacusados han salido ya libres'', señala
en una entrevista realizada en el Cereso de Chilpancingo. Como otros cuatro
procesados en el mismo juicio ?que fueron exonerados anteriormente? espera
una resolución absolutoria.
''Efrén Cortés (el otro coacusado en la
misma causa, preso en el penal de Puente Grande) y yo ?reconoce? quedamos
atrapados en el discurso oficial de la guerrilla buena y la guerrilla
mala. El entonces presidente Ernesto Zedillo quiso diferenciar así
a los zapatistas, con quienes estaba negociando, y a los del Ejército
Popular Revolucionario (EPR), a quienes prometió liquidar aplicando
todo el peso del Estado. El momento político nos hundió,
pero hoy es otra la coyuntura.''
--¿Sabían a lo que iban cuando viajaron a
Guerrero?
--Realmente no. Sabíamos por la prensa que era zona
de influencia del EPR, que era una región donde había presencia
de organizaciones armadas, pero no mucho más. Yo nunca había
visitado ese estado. Estuvimos conociendo la zona una semana y después
nos invitaron a la asamblea de mixtecos en El Charco. Ahí iban a
decidir entre todos dónde nos íbamos a asentar para aplicar
el programa de alfabetización que llevábamos; las opciones
eran El Charco, Ocote Amarillo o El Paraíso. En los tres lugares
hay mucha necesidad y son los más céntricos. Pero en esa
asamblea se tocaron muchos temas y se prolongó. También nos
dijeron que se iban a presentar unos compañeros encapuchados ?así
dijeron? de una organización. Nos preguntaron que si estábamos
de acuerdo. Dijimos que sí. Yo tenía mucha curiosidad de
ver qué pasaba. Bueno, y un poquito de emoción también.
Pensé que eran del EPR, porque hasta entonces no sabía de
la existencia de una escisión: el ERPI.
''Los encapuchados hablaron un poco, en su idioma, y luego
siguió la asamblea. Cuando anocheció resolvieron continuar
al día siguiente. Nos acomodamos a dormir en los salones. Y después...
todo ocurrió.''
El asalto
Lo que pasó esa noche lo ha contado muchas veces.
Cerca de las dos de la madrugada del 6 de junio los pobladores de El Charco
fueron despertados con disparos, gritos e insultos desde un megáfono.
Estaban rodeados por el Ejército; los soldados disparaban indiscriminadamente
contra la escuela. A los pocos minutos empezaron a caer los primeros heridos
y muertos. Erika recuerda en especial a Fernando Félix Guadalupe,
que se desangraba y suplicaba que le dieran un trago de agua. Después
apareció entre los muertos.
La unidad guerrillera organizó una retirada para
desviar el fuego y alejar la balacera de los civiles. Pidieron voluntarios
para reforzar el operativo de distracción y Zavala se ofreció.
Así, los armados lograron romper el cerco, pero atrás quedaron
algunas bajas, entre ellas el estudiante Ricardo. Los soldados continuaron
el acoso contra la escuela al tiempo que concentraban en la cancha a los
detenidos. Erika sostiene que la mayor parte de muertos se produjo cuando
los militares lanzaron en medio de los detenidos una granada de fragmentación.
Ya había amanecido cuando Erika Zamora gritó
que los civiles iban a salir. El primero fue Onorio. Caminó hacia
donde estaban los soldados, se arrodilló frente a ellos y ahí
mismo lo remataron. Le siguió Erika. Se estaba inclinando para tirarse
al piso cuando sintió las balas sobre su cabeza. Mario Chávez,
un campesino, ya iba herido. A él le pegaron esos disparos. Sin
poder voltear a verlo oyó sus últimos estertores.
Hubo once muertos en esa ocasión, y sólo
un soldado herido. De los fallecidos, el ERPI sólo reconoce a dos
como combatientes de sus filas.
La tortura
Erika Zamora, joven hidalguense e hija de padres campesinos,
la única universitaria de su familia, ha librado una polémica
epistolar con funcionarios de la Comisión Nacional de Derechos Humanos
(CNDH). Ella sostiene que los visitadores de la institución ?que
tuvieron acceso al lugar donde fueron interrogados los presos? no quisieron
registrar las sesiones de tortura.
Como única mujer detenida, fue tratada con especial
agresividad. Habían transcurrido ya horas de golpes y amenazas,
con el recurso del policía bueno y el policía malo,
y con el general Alfredo Oropeza conduciendo personalmente el ''interrogatorio'',
cuando le mostraron una venda. ''¿Sabes para qué sirve?'',
le preguntaron. Lo peor estaba por venir.
Morena y pequeñita, su cara aniñada está
marcada por el sufrimiento a pesar de que sonríe por costumbre,
por reflejo. ''¿Que si los toques eléctricos duelen? No sé,
eso no es dolor. Es algo horrible, pero no dolor... no hay palabras para
describirlo.''
Además sufrió la humillación de permanecer
desnuda e inerme en el baño de un cuartel lleno de soldados y agentes
que la ofendían, amarrada a una silla metálica, empapada,
electrificada. Tenía entonces 21 años. Permaneció
así muchas horas, aguantando, negando. Hasta que se rindió.
Por cada hoja que firmaba, con declaraciones que nunca hizo, le devolvían
una prenda de vestir, hasta que volvió a cubrir su cuerpo a cambio
de estampar con su firma los papeles que la condenaron.
''Esa declaración fue la que hicieron válida
todo el tiempo, incluso ante el Ministerio Público; nunca aceptaron
mis denuncias de que fue firmada bajo tortura, nunca me permitieron retractarme.''
La integraron al grupo de detenidos cuando ya había
amanecido. Preguntó por uno de sus compañeros, Efrén.
El general Alfredo Oropeza Garnica, burlón, se pasó el pulgar
por el cuello, insinuando que lo habían matado.
--¡No le creo! ?le gritó Erika.
--¡Cállate! ?la reprimió el oficial.
Ella sintió el odio. ''En ese momento ?dice? sentí
que me iban a echar la culpa de todo. Y así fue.''
Efrén, un joven de la Universidad Autónoma
de Guerrero que asesoraba a la organización, no estaba muerto. Pero
Ricardo Zavala, su mejor amigo, su compañero de la prepa,
sí. ''Tardé días en que me cayera el veinte de esa
pérdida'', recuerda la joven.
Todavía en el cuartel pretendieron fotografiar
a Erika con un uniforme de la guerrilla. Pero se hacía tarde. El
general Oropeza los apremió. Tenían que entregar a los detenidos
a la justicia civil. Las amenazas y los golpes se repitieron en la delegación
de la Procuraduría General de la República, en interrogatorios
que fueron presenciados por agentes del Centro de Investigación
y Seguridad Nacional (Cisen) de Gobernación. Cuando Erika y Efrén
terminaron de firmar las mismas declaraciones que les habían fabricado
cuando estuvieron en manos del Ejército, se presentaron los delegados
de la CNDH.
Los filmaron, los interrogaron y finalmente, en su relatoría
posterior, no dieron crédito a sus denuncias de tortura.
El 11 de junio les fue dictado el auto de formal prisión
a Erika y Efrén por portación de arma; ella, un AK-47 ?''qué
bueno hubiera sido que lo hubiera tenido en ese momento, pero la verdad
es que nunca lo tuve"?, y Efrén un revólver. Doce días
después los absolvieron de los cargos de terrorismo, asociación
delictuosa y acopio de armas, y los acusaron de conspiración e invitación
a la rebelión. No les dieron derecho a fianza por tener antecedentes
penales. Es decir, la acusación anterior por el mismo hecho. Un
truco de Kafka. Doce detenidos fueron liberados y siete consignados.
¿Y la Comisión Nacional de Derechos Humanos?
Bien, gracias.
¿Villana mayor?
En el proceso, a Erika le asignaron el papel de villana
mayor, con grado de comandante en el Ejército Revolucionario
del Pueblo Insurgente.
''Yo ni sabía que existía el ERPI. Había
leído acerca del EPR, pero toda mi vida mi activismo fue público
y abierto'', dice. De ello hay constancia. Como estudiante del Colegio
de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco participó en las huelgas
de 1995, en contra del cambio de plan de estudios, y ya como miembro del
Comité Estudiantil Metropolitano en el movimiento en contra del
examen único de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Con el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) fue de las primeras en apuntarse en las caravanas de unameros.
''Luego me alejé un poco del movimiento, dedicada
ciento por ciento a la escuela. Estaba por terminar la prepa, de
hecho sólo me faltó presentar un examen de lógica.
Pero mi conciencia no estaba tranquila. Con Ricardo platicamos, vimos que
toda la atención estaba centrada en Chiapas y buscamos una zona
donde poder ser más útiles. Yo iba como oyente a clases en
Sociología, para aprovechar el tiempo mientras llegaban los exámenes
en el CCH. Ahí fue cuando conocimos a los compas de la Costa
Chica. Y me fui, pues. Lástima, del estado de Guerrero sólo
he conocido las cárceles. Y de mi plan de alfabetización,
pues sí lo apliqué, cómo no, pero en la cárcel
de Acapulco. Se siente padre enseñar a adultos que de veras tienen
ganas de aprender. Eso de educar creo que sí se me da.''
--¿Qué piensas de la lucha armada como opción?
--Sé muy poco del tema. Llegué a entender
que en esa zona de la Costa Chica pues sí tienen una trayectoria
muy larga. No comparto la idea de las armas, pero la entiendo. Hay pueblos
que han echado mano de todos los cauces legales y no han logrado nada.
Hay que ponerse en sus zapatos para entenderlos.
''Lo que me queda claro es que a nosotros no nos castigan
porque piensen que sí somos guerrilleros. Saben bien que no lo somos.
Nos quieren usar como escarmiento, como una lección para todo aquel
que quiera acercarse a las comunidades que viven las mayores injusticias,
quieren advertirle a todos que no se acerquen a ayudar, que no se atrevan
a llevar la lucha a las regiones marginadas.''
Puente Grande, no apto para cardiacos
En 1999 coincidieron en el penal de Acapulco varios detenidos
políticos. Formaron un comité de presos, redactaban informes
sobre las injusticias en serie que se cometen en esa cárcel, llegaron
a organizar una huelga de hambre y Erika, además, alfabetizaba.
Pronto resultaron incómodos para las autoridades.
El 9 de noviembre los seis del comité fueron llamados
a locutorios. ''Algo sospechamos. Intentamos llamar a nuestros abogados
temiendo un traslado, pero no hubo tiempo''. En la puerta del penal ya
había un imponente operativo de la Policía Judicial
Federal. Esposados y golpeados fueron trasladados al aeropuerto, y en un
avión de la PGR a Guadalajara. En el trayecto fueron sometidos a
torturas, a simulacros de ser arrojados al vacío, con saña
especial en contra de Erika, que se revolvía furiosa vistiendo su
playera con la leyenda Aguas Blancas, justicia. Finalmente llegaron
al penal de máxima seguridad de Puente Grande, los dominios de El
Chapo Guzmán.
''¿Qué puedo decir de lo que es ingresar
a un penal de ésos? ¿Se acuerda del escándalo que
hicieron cuando pasaron por televisión el trato que le dieron a
Mario Villanueva? Se quedaron cortos, la realidad es un poco más
intensa, no apta para cardiacos. Es demasiado pesado, te traen todo el
tiempo con la cabeza agachada, gritándote, a todo tienes que contestar
sí señor, no señor. Comparado con Almoloya, esos son
suavecitos.''
Llama la atención la forma de sonreír que
tiene Erika para restarle dramatismo a sus palabras. ''Peor si eres mujer.
Peor que en el cine. Desnuda, tienes que hacer sentadillas. Y después
te hacen el tacto anal y vaginal. Con brusquedad. Te cortan el pelo al
ras, un corte horrible. Había cosas más humillantes antes,
pero las logramos cambiar con una huelga de hambre. Rodeadas de puros hombres,
las mujeres teníamos que caminar con las manos atrás y la
cabeza agachada. Prohibido saludar y hasta voltear a ver a los internos
de distintos módulos, que es lo único que hay allí.
Por obvias razones, por educación, muchas veces contestábamos
un saludo y las perjudicadas éramos nosotras.''
--¿Cómo hiciste para resistir?
--Pues confiando en un pronto traslado. Y no dejarnos caer,
para no darles el gusto de que nos vean destrozadas. Cuando te reciben
te dicen que hay tres formas de morir: la muerte del cuerpo, la muerte
espiritual y la muerte de la mente. Lo que te sostiene es no darles ese
gusto. Otras mujeres se azotaban. Diana Patricia, una que estaba
presa por homicidio, que la pasaron a Puente Grande por liderear revueltas
de presas en el Distrito Federal, se la pasaba pensando en el suicidio.
La universitaria fue obligada a estudiar desde las primeras
letras de la primaria. Su hermana Evelyn y su madre recuerdan que eran
tan estrechos los estímulos mentales de Erika, que con el tiempo
empezó a tener dificultades para expresarse.
Pero ella se aferró. Leía lo más
que podía. Novelas, algunas revistas a las que tenía acceso,
Arqueología, México Desconocido, no mucho más.
Tomaba oxígeno de los 10 minutos de llamada telefónica a
los que tenía derecho los fines de semana, sobre todo con su mamá
y su hermana.
También ahí organizó una huelga de
hambre entre las reclusas contra las condiciones que les parecían
más humillantes. Principalmente el asunto de las toallas sanitarias,
algo insoportable. Se les entregaba una sola toalla. Cuando requerían
un cambio debían entregar la sucia. Y el desodorante. Les proporcionaban
uno de hombres que les irritaba la piel. Con su protesta lograron cambiar
mínimamente esas condiciones. Otro de sus logros fue el derecho
de dejarse crecer el cabello.
En julio del año pasado la defensa de Erika Zamora
ganó un amparo contra el traslado y fue llevada al penal de Chilpancingo.
Los fines de semana se forman verdaderas tertulias con estudiantes de distintas
facultades de la UNAM que acuden a la visita. Con algo de retraso lee periódicos
y revistas, habla con sus amigos, tiene más contacto con sus padres.
Algunos presos por razones políticas de Guerrero han formado una
pequeña familia en torno a Erika. Ahí espera la última
gestión de su proceso judicial: la apelación que podría
enderezar un juicio viciado. En la Secretaría de Gobernación,
en pláticas con el subsecretario Ramón Martín Huerta,
se ha llegado a un acuerdo de reabrir el caso a partir de la apelación
por un amparo.
Mientras, Erika estudia Lógica II para presentar
el examen del último cabito que dejó suelto en el
CCH.