urante 2025, México pudo resistir los embates del gobierno estadunidense. Hacia adelante, en 2026, hay certidumbre de que los ataques se incrementarán. La renegociación del T-MEC muy probablemente resultará en una modificación importante de este acuerdo comercial trinacional, pudiendo terminar en acuerdos binacionales: México-EU, Canadá-EU, México-Canadá. No se trataría de una modificación inocua, sino de un cambio importante en los términos del libre comercio con los que nuestro país construyó su estrategia económica hace más de 30 años.
Este muy probable desenlace ocurrirá a pesar de todo lo que el gobierno ha hecho para que el TLCAN permanezca. Pero es indudable que el asunto dependerá de las decisiones del gobierno estadunidense. Esas decisiones estarán basadas en su concepción de lo que Estados Unidos necesita y lo que sus patrocinadores y su base electoral demandan. El gobierno de Trump es el resultado de la manera en que las empresas abastecedoras de la gran industria estadunidense y los trabajadores golpeados por la globalización entienden que es necesario para recuperar su estatus de primera potencia mundial.
El MAGA ( Make America Great Again) de Trump responde a esta concepción. Este planteo sostiene que es necesaria una reconsideración de la conducción económica, reivindicando una estrategia nacionalista que impone revertir la localización de la industria estadunidense en otros países: se busca que esa industria regrese a Estados Unidos. Consecuentemente, la imposición de aranceles a diversos productos fabricados en México es para obligar a que empresas estadunidenses y no estadunidenses establecidas en México inviertan y establezcan fábricas en Estados Unidos. Terminar con el T-MEC es consistente con esa concepción del trumpismo.
La certidumbre de que este es un escenario muy posible obliga a que el gobierno mexicano replantee su estrategia económica hacia un desarrollo nacional basado en el mercado interno. Somos una economía muy abierta: al segundo trimestre de este año, las importaciones fueron 28.7 por ciento de la oferta total y las exportaciones 28.3 de la demanda. Esta apertura es, en las condiciones actuales y en las condiciones futuras inmediatas, una importante vulnerabilidad que tendríamos que reducir por la vía de fortalecer el mercado interno.
Este propósito de ampliar el mercado interno tiene que reforzar la relación entre el gobierno y aquellos empresarios mexicanos que puedan replantear sus operaciones para dirigirlas hacia adentro. La inversión productiva tiene que aumentar, pero orientada hacia la producción de bienes que se consumirían en México. Se trata de una sustitución de exportaciones, junto con la sustitución de importaciones de bienes de consumo que hoy compramos fuera del país. Las empresas que producen insumos para la industria exportadora y que enfrentaran problemas con el cambio de políticas de EU, o con el fin del T-MEC, deberían producir bienes para el consumo local con alto contenido nacional, empleando trabajadores bien remunerados.
El Plan México sugiere alguna de estas estrategias, pero necesita ratificar que se busca que lo que se produce en México se consuma también en México. Esta es la manera de lograr el desarrollo nacional. No importa si somos la economía número 10 del mundo, lo que importa es que más mexicanos tengan acceso a los satisfactores necesarios para una vida digna, fundamental para continuar el abatimiento de la pobreza y la reducción de la desigualdad. Para que esto pueda ocurrir, hará falta crédito y que la banca de desarrollo preste directamente a las Mipymes para que puedan crecer.
En un planteo de esta naturaleza, es indispensable proteger a la industria mexicana –que produce para el mercado interno– de importaciones que evidentemente castigan sus costos ofreciéndose a precios irrisorios para ganar mercado.
Los ejemplos de la industria zapatera y de prendas de vestir son contundentes: las importaciones destruyeron a la industria nacional y mandaron al sector informal a sus trabajadores. Establecer aranceles es necesario, lo que requerirá respaldo político para conseguir el respaldo económico.
El gobierno mexicano tiene un respaldo popular que debe aprovecharse para poner en marcha estos cambios en la conducción económica; respaldo que servirá, además, para replantear nuestras alianzas. Debemos aliarnos con Brasil en asuntos estratégicos y acercarnos al grupo BRICS. La autonomía estratégica es condición necesaria para enfrentar los desafíos que ha propuesto Trump y su MAGA. No es una apuesta suicida. Las tensiones que esta estrategia pudiera generar señalan la necesidad de consolidar un gran acuerdo nacional con empresarios y trabajadores, para hacer que el Plan México se convierta en un verdadero plan de largo plazo.












