l 12 de octubre de 1925, en una fausta ceremonia celebra-da a partir del mediodía en elteatro Degollado, que ya en-tonces era el más catrín de la ciudad, fue declarada y festinada la fun-dación de la Universidad de Guadalajara, precisamente con este mismo nombre.
Hace una semana pudieron haberse celebrado con la mayor dignidad los primeros 100 años de vida, aunque hubo un pequeño paréntesis de unos tres meses, a fines de 1933, y otro de casi tres años (de 1935 a 1937) en que los trabajos continuaron en calidad de una Dirección General de Estudios Superiores. Fue incluso el caso de que, cuando la institución dejó de ser “dirección”, quien estaba al frente de ella pasó de “director” a ser llamado “rector”.
De hecho, hubo estudiantes un tanto despistados que nunca cayeron en la cuenta de que, durante esos tres años, la institución en que estudiaban era reconocida oficialmente como Dirección de Estudios Superiores y no como universidad.
Desde entonces a la fecha no ha habido ya interrupciones mayores en la casa de estudios, aunque sí ha pasado por épocas, desgraciadamente largas, que estuvieron en manos verdaderamente gangsteriles que vivieron a sus costillas e impidieron el buen desarrollo académico.
No fue hasta los años 80 cuando comenzó una época en que los criterios académicos se irían imponiendo, mayormente cuando, a partir de 1989, el advenimiento del licenciado Raúl Padilla López abrió las puertas para dar paso a un desarrollo académico que la llevó a ser, como lo es ahora, una de las mejores del país.
Además de acciones de primera línea, que han alcanzado prestigio internacional, como el Festival de Cine, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el establecimiento de una de las mejores bibliotecas públicas del país, entre otras más, así como el enaltecimiento de la docencia y, sobre todo de la investigación científica, que casi no había existido antes de los años 90, así como la incorporación de sus mejores elementos que, con anterioridad prácticamente salían huyendo al terminar sus estudios de licenciatura, en busca de algo mejor dentro o fuera del país.
En suma, puede decirse que la Univer-sidad de Guadalajara llega a su primer si-glo. Lo cierto es que en una situación y un nivel inimaginable hace 35 años.
Lo que entristece es que incluso sus autoridades, empezando por la joven rectora, al parecer no tienen una idea clara de lo que costó la vitalidad que se le dio a nuestra alma mater y algo peor: que considere que la universidad fundada el 12 de octubre de 1925 es heredera de la institución con el nombre de “universidad” que se fundó en 1792, con una tristísima y muy breve historia.
En primer lugar, cabe tener presente que la palabra universidad significa dos cosas diferentes en el siglo XVIII, el XX y el XXI.
Para nosotros, desde comienzos del siglo XX la palabra nos lleva al concepto de “universal” a un conocimiento sin límites, mientras en el siglo XVIII tendía a una idea constreñida, a manera de “claustro”: universitas: “una versión”, una verdad.
Antes de cumplir 18 tristes años de vida, con muy pocos productos, sufre su primer cierre y el segundo, para todo fin práctico definitivo, al comenzar la vida independiente, cuando se crea el instituto, adecuado a la época. Tres o cuatro veces levantará después la cabeza para sumergirla casi enseguida. Entre tanto, el instituto, con un significado mucho más parecido a la universidad de hoy, ya le iba comiendo el mandado.
In memoriam José G. Zuno