Opinión
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Parque con arte
C

omo han podido advertir mis queridos lectores, hablo mucho de los parques de la ciudad. Hace muchos años que vivo en departamentos y extraño cotidianamente la cercanía con la naturaleza: los árboles, arbustos, flores, el pasto recién cortado que despide un olor a nuevo.

Esta ciudad tiene más de los que imaginamos; si sabe uno ver, en muchas colonias hay espacios verdes, que, aunque sean pequeños, son sitios de encuentro y solaz para los vecinos, lugar de juego para los niños y paseo para las mascotas, que parecen estar superando en número a los infantes.

Además del equipamiento usual, algunos ofrecen arte. Un ejemplo es el Parque de los Espejos, que se construyó en Polanco en los años 40; el nombre se debió a los amplios cuerpos de agua que lo bautizan, los cuales, originalmente se cubrieron de una pintura metálica que con los rayos del sol reflejaban las imágenes. Hoy se conoce más como Parque Lincoln.

Como un atractivo especial, tiene un teatro al aire libre que rinde homenaje a Ángela Peralta, conocida como El ruiseñor mexicano y considerada la cantante de ópera más sobresaliente del siglo XIX. Frecuentemente tiene actividades culturales; ya anuncia el Festival de Jazz, que suele ser excelente.

El estilo art decó polanqueño se muestra en el diseño de las bancas y los letreros, y conserva una torre con un reloj que es galería de arte. Ahora puede ver la exposición Acantilados, de la talentosa pintora Josele Cesarman, viajera incansable, cuyas experiencias se reflejan en su obra.

Actualmente a todo ello se agrega una galería al aire libre con exposiciones de fotografias de gran tamaño, muchas de ellas excepcionales, como la que se muestra estos días, Los originarios-cosmovisión wixárika y naayeri, a propósito de que la ruta ceremonial hacia Wirikuta ha sido declarada patrimonio mundial por la Unesco. Explican que la peregrinación es un sistema cultural continuo, dinámico y complejo; por una parte, con la espiritualidad y con la comunidad, por otra, con la naturaleza, pues se involucran prácticas herbolarias, conocimientos sobre periodos agrícolas y sobre la diversidad de especies.

El largo y sinuoso camino por sus Sitios Sagrados representa un símbolo de identidad y resistencia para el pueblo wixárika. Comienza en la Sierra Huichol, se dirige hacia el Wirikuta hasta llegar al Desierto de Chihuahua, con sitios sagrados adicionales en Nayarit y Durango. La Unesco la reconoce como un ejemplo excepcional y representativo de las rutas ceremoniales y de intercambio ancestrales que han conectado y enriquecido culturalmente a los pueblos del continente americano durante milenios.

Es díficil describir la emoción que provocan las imágenes: paisajes impresionantes y, como parte de ellos, los habitantes de los distintos pueblos con sus ropas tradicionales. Asombra la estética, elegancia y belleza de sus atuendos plenos de colorido, en combinaciones perfectas; los bordados de la ropa de los hombres y los vistosos sombreros con grandes plumas, los adornos de las mujeres, sus collares, chales, bolsas. Y ahí van, por cañadas, costas, ríos y montañas. con una gran dignidad, a comunicarse con sus seres sagrados. Las fotografias nos brindan un acercamiento íntimo a sus tradiciones y nos transmiten su profunda espiritualidad.

Las realizó el fotógrafo Alfredo Martínez, quien fue llamado para registrar una velación insólita en el santuario Keéyaste, en la costa central de Nayarit que se llevó a cabo para proteger el río.

Con el permiso de las comunidades, también documentó otras dos geografias ancestrales, una en el cañón del río San Pedro Mezquital y otra en San Blas, Nayarit. Todas son parte del trayecto que recorre el el río San Pedro desde su nacimiento, en las sierras altas de Durango y Zacatecas, hasta las llanuras costeras de Nayarit.

El resultado es un tesoro desde todo punto de vista; como dice la presentación: cada una de las 21 fotografias es un testigo del intenso mundo espiritual de los wixaritari y los náayarise. Son imágenes con alma, no deje de verla.

Y para el tentempíe de rigor, vamos a unos pasos, al Comedor Jacinta, en Virgilio 40, del chef Édgar Núñez, quien la califica como una fonda de barrio, donde recrea platillos de su infancia; quedamos muy felices con la ensalada de camote y espinaca, el caldo de pavo tatemado y los bisteces en salsa pasilla.

Por cierto, ojalá la alcaldía Miguel Hidalgo arregle el piso del parque que, por lo demás, está muy bien cuidado.