esde el 7/10/2023, el sitio de la población hacinada en la franja de Gaza se acelera. Esta fragmento de territorio fue inventado por la resolución 181 de la ONU y comprende 1.3 por ciento de la Palestina histórica (https://is.gd/dZZpLi). En números, en vidas: si en 1947 la población en la franja de 365 kilómetros cuadrados era de 60 mil habitantes, con la nakba, a partir de mayo de 1948, ascendió a 260 mil: 200 mil expulsados de Yaffa y Bir aSaba’, entre muchas. En 1967 fue ocupada por colonias ilegales israelíes y en 2005, “desconectada”, es decir, sitiada para la exhibición de “armas probadas” de la industria israelí sobre población exclusivamente palestina. En todo ese tiempo llegaron refugiados en segundo o tercer grado: de distintos países vecinos o de otros campos de refugiados. Sitiada durante 17 años, en octubre de 2023, esa misma porción de tierra albergaba –con alta contaminación del agua e ingreso racionado de alimentos– a unas 2.3 millones de personas apretadas. Durante los últimos 680 días, los sobrevivientes de esa población están acorralados, sin techo, comida, agua, medicinas, hospitales ni escuelas, en 65 kilómetros cuadrados: entre 30 y 40 mil habitantes por kilómetro cuadrado.
¿Qué significa el “humanismo mexicano” cuando los representantes de nuestro país se aferran a algo que se obstinan en llamar con el eufemismo “solución pacífica” para mediar entre las “partes en conflicto”? ¿Un “diálogo” entre dos partes de un colonialismo de asentamiento en el cual el colonizador, con gran consenso en su población, está convencido de que debe eliminar por completo –por exterminio físico o mediante el destierro– al pueblo colonizado? ¿Un “mediador” que es cliente de la industria de las armas que una de las partes prueba sobre la otra?
En enero de 2009, Claudia Sheinbaum escribió una carta a este diario, cuyo título era “Salvar al mundo que hoy se llama Gaza”. Nuestra Presidenta afirma que en México el pueblo manda. Mexicanos, palestinos (y también saharauis) somos pueblos que habitamos del mismo lado de muros diferentes. Del mismo lado de esos tres muros, en lenguas distintas, los familiares exhuman los huesos de sus seres queridos: aquí (y en el Sahara), de fosas clandestinas; en Gaza, debajo de las ruinas. Reconocer una prenda de ropa permite abrazar un cráneo empolvado, un fémur gris, para dar digna sepultura al ser querido. Los pueblos (que mandan) en actos dolorosos, afirman la vida.
En tiempos de humanismo mexicano, “salvar el mundo” debe traducirse en actos claros. El primero es dejar de ser observadores del grupo de La Haya. México debería integrarse plenamente ya: la fecha límite para unirse es el 20 de septiembre. Esa fecha marca una gran oportunidad de renovar el significado de nuestro Grito de Independencia siguiendo la implementación del embargo a Israel acordada por los estados integrantes (en nuestro caso: dejar de comprar no sólo armas nuevas, sino también repuestos y municiones, revisar qué compañías que sostienen la economía del genocidio están contratadas directa o indirectamente por diversas instancias de nuestro gobierno y suspender los contratos), además de exigir la extradición de Tomás Zerón y de Andrés Röemer e ir a fondo con el affaire del presunto soborno a Enrique Peña Nieto por parte de NSO, proveedora del sistema de espionaje Pegasus.
Propongo que este septiembre de 2025 propicie la resignificación humanista de la independencia mexicana:
Una independencia ética (y también en política internacional) de Estados Unidos, el cual veta sistemáticamente cada posibilidad de paz con justicia en un mundo al que tiene plagado de guerras, indigestado y endeudado con sus armas.
Una independencia que libere al poder político del poder económico, tal como le encargó a AMLO el migrante de San Quintín.
Entonces, después de firmar para sumarse al grupo de La Haya, si nuestro gobierno va a “mediar”, que sea con estas demandas: exigir la liberación del Mandela palestino, Marwan Barghouti (por ahora, única figura política de unidad pues, al contrario de la sentencia de algunos “pacifistas” de Israel, del otro lado siempre hubo con quién hablar); impedir la deportación masiva de la población de Gaza y de Cisjordania; implementar el legítimo derecho al retorno de los palestinos (ONU RES 194, 1948); adoptar la nakba como concepto jurídico como propone Rabe’a Eghbaria.
¿Que es difícil de llevar a cabo?, sin duda, pero mucho más difícil es seguir solapando un genocidio. Si el humanismo mexicano no es de papel –como yo creo–, este grito de independencia debe expresarse en un compromiso claro con el Sur global (el Norte global, al que quisieron meternos los neoliberales, está anegado en sangre). El representante de Somalia en la reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU fue categórico: el silencio neutral es una sentencia para los palestinos. Imposible es sostener “neutralidad” frente a un Estado genocida: eso es complicidad. Embargo militar, económico, diplomático, cultural (o “Por el bien de todos”: ¡romper relación con Israel!)
Señora Presidenta: salvar a Gaza hoy es salvar al mundo.
*IIFL, UNAM