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Otra vuelta al dinero
E

l uso de las criptomonedas se ha ido extendiendo desde el lanzamiento del bitcóin en 2009 que, en buena medida, se dio como reacción a la grave crisis financiera de 2008. Se concibió como una alternativa descentralizada a la moneda emitida por el gobierno. A pesar de la escala que ha alcanzado su uso, es un instrumento cuyo precio es muy volátil. Se utiliza principalmente de modo especulativo más que como un medio para saldar transacciones financieras, que es la principal función del dinero.

El caso de las monedas estables ( stablecoins) se sustenta, precisamente, en ofrecer un valor seguro y, también, menores costos de operación. Su diseño combina la tecnología del blockchain con un valor de reserva de bajo riesgo, como puede ser el dólar, los bonos del Tesoro, el euro o el oro. Se supone que si se compra una moneda estable de un dólar, se podrá redimir un dólar de moneda corriente.

Las monedas estables, como cualquier otro activo financiero, no están exentas de riesgo, como ocurrió con la repentina quiebra de la plataforma FTX en 2022; una firma preponderante en el intercambio de criptomonedas con una operación altamente especulativa.

Recientemente, la Cámara de Representantes de Estados Unidos tramitó tres leyes para establecer regulaciones al mercado de criptomonedas. Una de ellas fija los estándares para las monedas estables. La legislación se consiguió luego de una activa campaña de promoción política y de cabildeo de las principales empresas de criptomonedas.

Una característica de las monedas estables es que facilitan los mecanismos de pago y de transferencias, con menores costos de transacción e incertidumbre respecto a la volatilidad de los tipos de cambio. Tiene, igualmente, sus dobleces. Las emisoras de dichas monedas pueden invertir los recursos que obtienen en instrumentos como los bonos del Tesoro que pagan un interés y con lo cual obtienen una ganancia adicional.

En todo caso, la legislación presupone que en el caso de una crisis en este mercado no habrá rescate con el uso del dinero público. Esta es una pretensión que siempre hay que tomar con mucho escepticismo, como se ha demostrado en muchos casos a lo largo del tiempo.

Dinero, crédito y especulación van de la mano. Así ocurrió en la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos. Las transacciones y los instrumentos en los mercados financieros tienden a generar situaciones de creciente especulación que han sucedido desde la crisis de los tulipanes hasta la de las hipotecas chatarra. Así ocurrió en aquella crisis mediante las obligaciones de deuda garantizada, las que desataron el colapso y la extendida intervención del gobierno y de la Reserva Federal.

Las características propias de las criptomonedas son proclives a los excesos y desviaciones de muy distinto tipo. Se supone que la legislación cubre los mayores resquicios previsibles, pero tal cosa es siempre insuficiente.

La moneda estable se usa principalmente para las operaciones con criptoactivos en el entorno de las denominadas finanzas descentralizadas; aquellas que se realizan entre personas o negocios sin pasar por el sistema financiero.

En este caso, se pretende que esta criptomoneda funja como activo de reserva en tal estrato del mercado de créditos; no debe olvidarse que la principal función del dinero es solventar las deudas.

Si uno consigue ganancias en el mercado de criptomonedas, el bitcóin, por ejemplo, eventualmente buscará tener monedas estables convertibles en dólares. El problema surge cuando los emisores de monedas estables no hacen suficiente provisión de reservas y no tienen acceso a los dólares cuando hay que redimir el valor de las criptomonedas.

El banco de la Reserva Federal de Nueva York ha sido explícito en cuanto a su postura frente a las monedas digitales y su potencial efecto adverso sobre la estabilidad financiera. Considera que en términos de la vulnerabilidad del sistema, las criptomonedas pueden amplificar los eventos negativos. Así, su enfoque se centra en la fragilidad del sistema cripto, tal y como se advierte en su corta historia.

Hay diversas posturas críticas con respecto a las monedas estables. Yanis Varoufakis, ex ministro de Hacienda de Grecia, señala que la reciente legislación Genius implica la privatización del sistema dólar; el Tesoro de Estados Unidos estima que los depósitos bancarios, cuyo monto equivale a más de seis veces el presupuesto anual de defensa, migrará a las monedas estables, lo que podría significar minar los cimientos de la economía.

Eswar Prasad, miembro de la Brookings Institution, autor del libro El futuro del dinero, señala que la nueva legislación otorga el grado de legitimidad que la industria de criptomonedas buscaba y con el bono adicional de lo que advierte como una regulación ligera.

Hyun Song Shin, consejero económico y jefe del Departamento Monetario y Económico del Banco Internacional de Pagos de Basilea considera que la trilogía conformada por los sistemas de tokens de las reservas de los bancos centrales; el dinero de los bancos comerciales y los bonos del gobierno es el siguiente paso lógico para generar un cambio profundo en los sistemas financieros. Con eso se puede mejorar la eficiencia y ampliar las posibilidades de los pagos transfronterizos y los mercados de valores, manteniendo los principios del dinero estable. En el caso de las monedas estables señala que se quedan cortas en tal función y sin la regulación suficiente representan un riesgo para la estabilidad financiera y la soberanía monetaria.

Son muy amplias las consideraciones en torno a la innovación financiera asociada con los sistemas criptográficos y sus consecuencias. El asunto no se limita a cuestiones de índole técnica, sino que abarcan diversas dimensiones políticas y poder económico que no pueden quedar fuera del análisis de este desenvolvimiento que está en plena aceleración. En todo caso las consecuencias no son neutrales, como ocurre siempre con las cuestiones asociadas con el dinero.