Ultimato
l inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, o es muy ingenuo o se pasa de estúpido, o su comportamiento se debe a la suma de ambos atributos salpicados de vedetismo, si piensa que puede doblegar la voluntad del Kremlin –inmune a presiones por su arsenal nuclear– mediante un ultimato, como el que formuló el lunes anterior de aplicar aranceles secundarios de 100 por ciento a aquellos países (China, India, Turquía, entre otros) que comercien con Rusia, en caso de que dentro de 50 días no cese sus hostilidades en Ucrania.
Al margen de que un arreglo político de la guerra en Ucrania no se puede lograr por la imposición de un tercero, aunque éste sea el mismísimo tío Sam, y habrá sólo cuando Moscú y Kiev estén dispuestos a hacer concesiones recíprocas, cabe preguntarse ¿para qué esperar casi dos meses si es obvio que el Kremlin va a declinar el ultimato?
Dio a entender Trump que se tardó medio año en darse cuenta de que su colega ruso le estaba tomando el pelo, y de él no se burla nadie. Sostiene que no está de lado de ninguno en esa guerra y únicamente quiere que no mueran tantos
cada día. Por eso, cual campeón de las decisiones contradictorias, va a entregar a Ucrania el armamento que requiera, siempre y cuando lo paguen países de la alianza noratlántica, así como otorga a Putin, de quien se dice decepcionado, 50 días para que haga lo que le dé la gana. Habrá menos muertos, según Trump.
Sería mucha coincidencia ese extraño plazo si no fuera cierto lo que se filtró a la prensa diez días antes del ultimato de Trump, en el sentido de que Putin le dijo que necesitaba 60 días para terminar su campaña de verano, sugiriendo que con todo el territorio de Donietsk liberado
para él sería más fácil negociar con Kiev.
Para comienzos de septiembre, cuando se venza el plazo del ultimato, Rusia no va a poder ocupar el 35 por ciento de Donietsk que le falta, sin hablar ya de las otras regiones anexionadas, y por tanto va a rechazar declarar un alto el fuego. Trump, con la mirada puesta en las elecciones intermedias de 2026, no puede verse humillado por Putin. Para evitarlo tiene dos opciones, igual de malas: darse un tiro en el pie con los aranceles secundarios; involucrar a Estados Unidos en una guerra directa con Rusia, y no por interposición de entregar a Ucrania armas de largo alcance.