Sábado 19 de julio de 2025, p. 5
El próximo mes se cumplirán 80 años de los bombardeos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, ocurridos el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente.
La catástrofe, que marcó para siempre la historia humana, se evoca en Las niñas y los niños de papel, montaje que emplea el teatro de títeres y objetos para explorar con sensibilidad las secuelas de esos ataques.
Con funciones a partir de hoy en la sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque (CCB), la trama se centra en Masaki, un anciano hibakusha –término japonés para referirse a los sobrevivientes del ataque nuclear– que decide romper el silencio y rememorar su niñez junto a su amiga Kazumi.
En entrevista con La Jornada, la dramaturga Luisa Aguilar, quien también comparte la dirección con Adolfo García, señaló: “Conocí el relato de Sadako y las mil grullas de papel, que me conmovió profundamente por su sensibilidad y su mensaje de esperanza en medio de la tragedia.
Desde entonces, supe que debía contarlo, aunque no encontraba la manera adecuada para hacerlo.
Conscientes de que la guerra resulta un tema complejo para los niños y jóvenes, Aguilar y García optaron por la metáfora como recurso narrativo.
El montaje se apoya en el juego Piedra, papel o tijera, donde en este caso las piedras representan el poder; las tijeras, la fuerza armada, y el papel, la población vulnerable. Esta codificación narra el conflicto desde lo sensorial y lo abstracto, y apela más al pensamiento que a la literalidad.
Quisimos comunicar mediante el juego, la metáfora y el humor, manteniendo una luz de esperanza al final
, añadió Aguilar (Asturias, España, 1974)
Para lograrlo, la propuesta incorpora técnicas japonesas tradicionales como el bunraku, usado para manipular a Masaki, títere construido en escena con piezas de papel ensambladas en tiempo real.
El espectáculo se enriquece con elementos visuales como dibujo en vivo con tinta, kirigami –el arte japonés de cortar papel en directo– y figuras de papel iluminadas; todos estos recursos dialogan con la estética japonesa para crear una experiencia sensible de pérdida y esperanza.
El proceso de investigación fue riguroso. Luisa Aguilar estudió la genbaku bungaku, literatura centrada en las secuelas de la bomba atómica, y exploró testimonios, poemas, documentales, entrevistas y dibujos de sobrevivientes.

Mi intención fue profundizar, evitar superficialidades y rendir respeto a quienes vivieron el horror
, explicó. La intensidad del material la llevó en ocasiones a detenerse, pero también a centrarse en relatos personales que humanizan la tragedia.
Masaki no representa a un sólo individuo, sino a quienes han decidido narrar lo innombrable. Su voz reúne muchas otras, silenciadas por miedo o estigma.
Para hablar de la guerra, primero hay que hablar de la paz; para hablar del horror, mostrar belleza, y para el sufrimiento, hallar humor
, reflexionó la dramaturga.
Un motor fundamental fue la conferencia que impartió Yasuaki Yamashita en la Ciudad de México, a la que asistieron durante el proceso creativo. Sobreviviente del ataque nuclear, Yamashita pidió alzar la voz contra las armas atómicas y recordó que una pequeña acción puede ser una gran ola
.
Esa idea impulsó el proyecto y llevó a concebir el teatro como un espacio para sensibilizar y mantener viva la memoria.
La propuesta dramática forma parte de Mondomeraki, agrupación fundada en 2017 por Luisa Aguilar y Adolfo García, cuyo nombre significa hacer arte con el alma y libre de lo superfluo
. Desde entonces, el dúo ha desarrollado una estética comprometida con lo ético, lo simbólico y lo sensible.
Plantear un tema tan delicado a las infancias implicó desafíos importantes, como encontrar el punto justo entre la honestidad y el cuidado. Quisimos que la historia tocara fibras sin abrir heridas. Que atravesara, pero también confortara. Por eso el cierre es una luz
, puntualizó la también actriz.
Ambos artistas, Aguilar y García, participan como manipuladores y narradores, lo que refuerza el vínculo con el público y da vida a un universo en el que los títeres, el papel y el silencio dicen tanto como las palabras.
El sentido del montaje radica en abrir preguntas, no en ofrecer respuestas definitivas. Cada persona queda invitada a construir su propia reflexión sobre el conflicto, la violencia y la esperanza de un mundo distinto. Confío en las infancias y en su capacidad para imaginar futuros diferentes
, concluyó la dramaturga española.
Las niñas y los niños de papel tendrá funciones los sábados y domingos a las 13 horas en la sala Xavier Villaurrutia del CCB (Reforma y Campo Marte). Los boletos cuestan 80 pesos para niños y 150 para adultos. La temporada concluye el 14 de septiembre.