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Aprender a morir

Planeta atemorizado

L

lama la atención que a nivel mundial sean unos cuantos los países cuya legislación protege y promueve el documento de voluntad anticipada, la muerte digna y el suicidio asistido como apoyo real a la ciudadanía. Pareciera que el precepto la vida es sagrada, independientemente de la voluntad del sujeto y de la calidad de su etapa terminal, sea anciano o menor de edad, continúa reservado a los animales, aunque la voluntad de éstos sólo se exprese mediante la inmovilización, el padecimiento evidente o su estado inservible para el trabajo o la competencia.

Ejemplos de humanidad hacia los animales racionales, todavía reconocidos como seres humanos, en etapa terminal es notablemente escaso: en Europa, Holanda y Bélgica fueron los pioneros y eutanasia y suicidio asistido son legales desde 2002, incluso para menores de edad bajo condiciones debidamente protocolizadas. ¿Acaso un niño de tres años tiene que vivir, aunque sus condiciones de salud sean atroces y no haya más remedio que el dolorismo para él y su familia con el consiguiente trastorno para todos por tiempo indefinido? ¿Estas medidas radicales sólo son permitidas en mascotas o en caballos purasangre?

Le siguen Luxemburgo, España y Portugal. En el llamado por los europeos nuevo continente, Colombia, Canadá y Ecuador; en tanto que en Oceanía únicamente Nueva Zelanda y algunos estados de Australia otorgan a su población el derecho a tener una muerte digna. Suiza se cuece aparte pues ha desarrollado lo que se denomina turismo de eutanasia, con instituciones como Exit y Dignitas, adonde buen número de europeos y algunos extranjeros en etapa terminal o enfermos sin posibilidades de curación acuden a concluir voluntariamente con una existencia sin esperanza.

¿A qué atribuir que en un planeta con 195 países ni 10 por ciento de éstos hayan aprobado o fomentado entre sus ciudadanos el derecho a tener una muerte digna? ¿Al respeto a la vida o al temor a la muerte? ¿Al temor a Dios? ¿Al temor a las leyes, que caerán con todo su peso sobre los transgresores, excepto en quien muere? ¿Al temor a prejuicios morales? ¿Al temor al fuego eterno? ¿Al temor a que la población actúe sin permiso de las autoridades civiles, científicas y religiosas? En cualquier caso, el nivel de pensamiento del planeta sólo alcanza para dar una muerte más o menos digna a los animales sintientes, no a los supuestamente pensantes.