Opinión
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Ciudad perdida

Las trampas de la fe judicial

C

omo cualquier elección, la del próximo primero de junio también tiende trampas, engaños que pretenden los que buscan seguir en los cargos y rechazan el cambio. Edgar Iván Jordán Chávez, juez de distrito en materia laboral, es seguramente un poderoso ejemplo de las razones del porqué se tiene que cambiar al Poder Judicial.

Jordán, el juez que pretende seguir en el cargo por medio de la elección y que en la boleta electoral ocupará el lugar 20, habla en sus demagógicas propuestas hacia la ciudadanía de aplicar la ley con total imparcialidad y no ceder a presiones externas, aunque él sabe, y lo saben todos en su entorno: sus decisiones parten de los intereses siempre aviesos de una familia que ha venido acumulando poder en el ámbito laboral.

Este juez, a quien no le importa, por ejemplo, lo que dice la mayoría de los trabajadores cuando se trata de una huelga y falla según intereses externos, a los que también obedece un tal Alfredo Domínguez Marrufo, ahora director del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral, camina muy campante por un sendero donde la ausencia de acciones legales en su contra le indica que bajo el esquema de la trampa es posible que gane una elección en la que los sufragantes no estén informados de su actuar.

A Jordán se le han proporcionado todos los elementos para fallar en justicia, dentro de un conflicto que cumple ya más de ocho años y que a la fecha, pese a todas las pruebas y a las decisiones de otras instancias laborales que descalificaron las pretensiones del grupo al que Jordán busca favorecer, él pretende mantener vivo.

Se trata, ya es hora de tirar la máscara, no de hacer justicia a un pequeño grupo de trabajadores, no, se trata de descarrilar a La Jornada, es decir, de llevarla a una situación insostenible para ofrecerla al mismo grupo al que obedece el juez de marras y que intenta desesperadamente silenciar al diario, tan incómodo a la derecha y a ciertas tribus de Morena, por medio una supuesta lucha sindical hoy por hoy inexistente, como lo demuestra la misiva publicada ayer en la página tres del periódico.

Así las cosas, resulta ya obligación informar de este y seguramente de otros casos que ponen en riesgo la reforma. Ni modo.

De pasadita

Dolió y mucho y en muchos ámbitos la muerte de dos de los colaboradores más cercanos a Clara Brugada. No se trataba, por más que fueran excelentes trabajadores, de dos personajes claves en el asunto de la seguridad, por ejemplo. Tampoco eran un par de personas enriquecidas inexplicablemente, es decir, la pregunta del porqué cada día que pasa se hace más grande.

Hay incógnitas que no están resueltas. Hoy todos tenemos en claro que el llamado C-5 falló, que las cámaras no funcionaron ya sea por falta de mantenimiento, porque deberían ser desplazadas o bien porque el mando de tal instancia no sabe nada y fue impuesto en el lugar para cumplir algún capricho.

Total, ya es hora de poner orden en las calles de esta ciudad cada vez más sucia, cada vez más difícil de caminar por el estado de las banquetas, cada vez más peligrosa por la inexperiencia e ineptitud de quien ahora tiene en las manos la seguridad.

Se cumplirá, en estos días, una semana del crimen y como en los primeros minutos nadie sabe ni nadie supo, menos aún la policía. Vamos mejorando.