l tribunal del décimo primer circuito judicial para el condado de Miami Dade, Florida, ordenó a Genaro García Luna y su esposa Linda Cristina Pereyra pagar 2 mil 500 millones de dólares al gobierno de México como reparación por los 746 millones de dólares que cobraron por medio de un esquema de triangulación de recursos con empresas localizadas en paraísos fiscales. Esta sentencia es resultado de la demanda civil presentada por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para recuperar los fondos entregados mediante redes de corrupción a quien fue secretario de Seguridad Pública durante el calderonato, y en este sentido constituye un importante triunfo del Estado mexicano en la lucha contra la venalidad y la impunidad.
Aunque el fallo todavía puede ser apelado, ya es irreversible la comprobación de que el ex funcionario, quien fuera su jefe y el grupo político que encabezaron usaron sus cargos de forma sistemática y duradera como fuentes de enriquecimiento ilícito e ilimitado. De hecho, como si se tratase de un guion cinematográfico, el caso de García Luna y su cónyuge se ramifica en una serie de subtramas que retrata hasta qué punto los gobiernos neoliberales fueron gigantescas operaciones criminales de saqueo de la nación. Sólo que no se trató de ficciones, sino de una trágica realidad que parasitó a México por más de tres décadas.
La podredumbre brota allí donde se mire. La UIF rastreó el esquema por el cual se sacaba el dinero de México, se ocultaba en paraísos fiscales y luego se devolvía, ya lavado, a sus beneficiarios finales. Este hallazgo obliga a preguntar de inicio por qué los gobiernos que otorgaron contratos multimillonarios a las empresas de García Luna hacían depósitos en conocidos centros de evasión de impuestos y lavado de dinero. Asimismo, destaca que la mitad de las empresas usadas para repatriar los recursos eran factureras, es decir, despachos cuyos servicios consisten en facilitar a sus clientes la evasión fiscal mediante todo tipo de subterfugios, como la emisión de facturas por mercancías inexistentes.
La administración del ex presidente Andrés Manuel López Obrador hizo grandes esfuerzos para frenar estas operaciones que a todas luces constituyen modalidades de crimen organizado, pero las factureras fueron escudadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que siguieran ideando maneras de despojar a México de los recursos necesarios para la construcción y el funcionamiento de escuelas, hospitales, caminos, centros deportivos, programas sociales y sistemas de pensiones. Fue también el Poder Judicial el que, a través del décimo séptimo tribunal colegiado en materia administrativa del primer circuito de la Ciudad de México ordenó a la UIF desbloquear las cuentas bancarias de Linda Cristina Pereyra el 21 de febrero de 2023.
Como si la intención fuera afrentar a los centenares de miles de víctimas de la violencia desatada por García Luna y Calderón, la sentencia de los magistrados Rolando González Licona, Eduardo Baltazar Robles y Amanda Roberta García se emitió el mismo día en que un jurado de Nueva York encontró al superpolicía
del panismo culpable de conspirar para el transporte, importación y distribución de cocaína.
Por otra parte, no puede soslayarse que García Luna invirtió el dinero robado en propiedades de lujo en Florida, entidad que por décadas ha sido el refugio de tiranos caídos en desgracia y funcionarios públicos convertidos de la noche a la mañana en empresarios multimillonarios con emprendimientos
marcados por el tráfico de influencias. El final de García Luna debería servir como advertencia al presidente Donald Trump, a su secretario de Estado Marco Rubio y a agencias como la DEA de que, si realmente quieren desmantelar las estructuras del crimen organizado trasnacional, harían bien en descansar de su obsesión con la frontera sur y voltear a los millones –e incluso decenas de millones– de dólares que cada día se levantan y negocian en Miami, que es donde se mueve el dinero de los grandes delincuentes, incluidos los de cuello blanco.