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Libro recopila testimonios de niños desterrados, historias de esperanza, solidaridad y lucha

Memorias de infancias del exilio chileno en México, coordinado por Gabriela Pulido y Gregorio Joaquín Lozano, se presenta mañana en CU

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▲ Ilustración contenida en el libro Memorias de infancias del exilio chileno en México, auspiciado por la Secretaría de Relaciones Exteriores.
 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de abril de 2025, p. 2

El exilio, en sus formas más dolorosas, implica la pérdida del hogar, la reconstrucción de lazos, la formación de nuevas comunidades y el fortalecimiento de una resistencia colectiva que perdura a lo largo del tiempo.

Memorias de infancias del exilio chileno en México reúne 32 testimonios de personas que vivieron el destierro tras el golpe de Estado en Chile en 1973, así como de quienes crecieron en nuestro país rodeados por hijos de desplazados.

El proyecto cobró vida cuando la escritora y docente María Paz Duarte Rodríguez tuvo la idea de reunir relatos de niños exiliados, y la presentó a la doctora Gabriela Pulido Llano, encargada de coordinar la iniciativa en colaboración con Gregorio Joaquín Lozano Trejo, director general del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Esta institución, junto con dicho acervo, se encargó de la publicación del volumen.

En entrevista con La Jornada, Ana Elena López Payán, académica y editora de la Universidad Nacional Autónoma de México, reconoció la profunda conexión personal que siente con este proyecto.

“Cuando me ofrecieron colaborar en el cuidado de la edición, así como dar mi testimonio, acepté porque este tema me toca de cerca. Trabajar con Emilio Payán y Angie Santa María Daffunchio, quien apoyó en el diseño, fue una gran experiencia de aprendizaje.

Varios de los relatos incluidos en el libro provienen de amigos cercanos que vivieron el exilio a mi lado. Estos textos no son una colaboración académica, sino una forma de reconstrucción tanto individual como grupal, un esfuerzo por compartir lo que quedó en el olvido, por dar voz a quienes fueron silenciados por la historia. Es un acto de memoria, de dar voz a quienes silenció la historia.

La editora recordó con emoción cómo, al sumergirse en los relatos, sentía que redescubría a sus amigos, aquellos que vivieron el exilio junto con ella. Este trabajo es un reflejo de lo que fuimos, de lo que somos ahora, de la certeza de la grandeza infantil y de una memoria histórica que no podemos permitir que se desvanezca.

Durante el desarrollo de la publicación, Emilio Payán Stoupignan, director del Museo Nacional de la Estampa y partícipe activo de la iniciativa, advirtió que los primeros testimonios no bastaban. Por esa razón, decidió buscar nuevas voces y contactar a más personas marcadas por el exilio.

Esta labor fue mucho más que una tarea editorial: representó un gesto de responsabilidad hacia la memoria compartida. Recuerdo los días de trabajo en los que cada palabra, cada historia, se transformaba en una pieza esencial para comprender el verdadero alcance de esa experiencia, señaló.

También asumió la concepción de la imagen de portada, tarea que adquirió para él un profundo valor simbólico. Refleja la esencia de las narraciones: una mirada cargada de esperanza y lucha, tan propia del exilio, añadió.

Más que una simple ilustración, el diseño tenía el propósito de traducir en formas y colores las emociones que atraviesan cada vivencia.

La huella de Carlos Payán

La contraportada, creada por Carlos Payán Velver (1929-2023), director fundador de este rotativo, cobra aún más significado al haber sido realizada en los últimos años de su vida, cuando su memoria ya comenzaba a fallar.

Payán Stoupignan enfatizó cómo, durante sus tardes juntos, su progenitor mostró interés por el libro, y cómo su conexión con la comunidad chilena enriqueció el concepto visual. El diseño debía reflejar la esencia de lo vivido. Queríamos que cada elemento hablara de esa memoria, añadió.

La Villa Olímpica en la Ciudad de México se erige como símbolo central en las historias plasmadas en el libro. Allí, muchos exiliados hallaron refugio y nació una comunidad unida por la solidaridad, trascendiendo fronteras.

Emilio Payán rememoró aquellos días con aprecio y gratitud: “Nos adoptamos mutuamente, chilenos, argentinos, bolivianos, mexicanos... Formamos una gran familia. Ese espacio fue más que un lugar físico; representó el germen de relaciones que trascendieron la política y la historia. A pesar de la distancia, nos encontrábamos, nos cuidábamos y nos fortalecíamos entre nosotros.

En 2023 se cumplieron 50 años del golpe de Estado chileno, acontecimiento que marcó profundamente a toda una generación.

Ana Elena López Payán conserva con nostalgia ese periodo, pues fue entonces cuando comprendió la verdadera magnitud de la solidaridad. “Mi adolescencia estuvo marcada por el exilio; en ese tiempo entendí lo que significaban la solidaridad, la condición humana, la amistad.

“En esos tiempos difíciles, a través de la música, los libros y el amor, nos cuidamos mutuamente. Las canciones de Silvio Rodríguez, de Sui Generis o Bob Dylan, la poesía de Pessoa, Simone de Beauvoir, o la obra de Rilke y de César Vallejo fueron un remanso de regocijo.

Esta publicación celebra ese legado y la memoria colectiva que permanece viva. Otorga sentido al relato al contar el pasado y la fortaleza de quienes, siendo niños, enfrentaron el exilio, experiencia que sigue vigente en quienes resisten.

El libro Memorias de infancias del exilio chileno en México se presentará mañana en el Foro Equidad de la Fiesta del Libro y la Rosa, en avenida Insurgentes Sur 3000, Ciudad Universitaria (CU).