Editorial
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FMI y BM: otros datos
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anto el Banco Mundial (BM) como el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostican una fuerte caída de la economía mexicana durante este año debido al impacto de los aranceles impuestos por Estados Unidos, así como por la incertidumbre y las tensiones geopolíticas asociadas a la guerra comercial que pretende desatar el presidente de ese vecino país. En un anticipo de su Reporte Económico de América Latina y el Caribe (Lacer, por sus siglas en inglés), el primer organismo prevé una contracción de 0.3 por ciento de producto interno bruto (PIB) para este año y un crecimiento de 1.4 por ciento en 2026; mientras en sus Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) el segundo estima un estancamiento (cero por ciento) en 2025 y un repunte de 1.1 por ciento el año entrante.

El estudio del FMI se basa en datos disponibles hasta el 2 de abril, cuando Donald Trump lanzó su malogrado Día de la liberación, es decir, cuando impuso aranceles a la práctica totalidad de los países con los que mantiene relaciones comerciales, en algunos casos tan desproporcionados que se traducirían en la parálisis de los intercambios. En ese momento, México se encontraba en un punto ambiguo: libre de la tasa universal de 10 por ciento, pero sometido a gravámenes de 25 por ciento a todas las mercancías que no son parte del T-MEC, al acero y al aluminio –y como parte de él, a la cerveza envasada en ese material–, y 25 por ciento sobre autos y autopartes, salvo el contenido de origen estadunidense. Sin embargo, a estas alturas ya está claro que el magnate no está dispuesto a asumir los costos políticos domésticos de su agresión comercial contra el resto del planeta, o al menos, no todos. Además de haber retirado los aranceles mal llamados recíprocos y los impuestos a electrónicos procedentes de China, Trump repite casi a diario su expectativa de alcanzar un acuerdo con el gigante asiático; ayer mismo trascendió que planea exentar las piezas de automóviles de las tarifas contra Pekín y de las correspondientes al acero y al aluminio. En pocas palabras, el impacto de los aranceles sobre la economía mexicana es una incógnita porque nadie sabe cuáles de ellos seguirán en pie ya no en un año, sino la próxima semana.

Por otra parte, las estimaciones de los organismos internacionales consideraron las dificultades externas, pero no las medidas internas que ya se tomaron a fin de contrarrestarlas. En este sentido, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo rechazó los agüeros del FMI por fundamentarse en la ideología de que los gobiernos no pueden hacer nada para cambiar una situación que viene dada por el mercado. En específico, la mandataria se refirió al Plan México, un conjunto de políticas diseñado para incentivar el crecimiento de la economía a partir de la obra pública, el fortalecimiento de la manufactura, el desarrollo de las regiones históricamente relegadas y la autosuficiencia alimentaria, entre muchas otras medidas. En los próximos meses la realidad mostrará qué metodología captura mejor las variables en juego, la del FMI o la empleada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pero debe recordarse que la institución multilateral ya se ha equivocado antes respecto a México: a inicios de 2023 estimó un crecimiento de 1.7 por ciento para ese año, pero la cifra real fue de 3.2 por ciento, prácticamente el doble.

Más allá del dato del PIB, debe recordarse que desde el sexenio pasado las estrategias gubernamentales en curso han demostrado a los economistas ortodoxos y a los opinólogos dogmáticos que, en ausencia de políticas de redistribución, el crecimiento por sí mismo no se traduce en beneficios para las mayorías: como el propio Banco Mundial admite, entre 2018 y 2023 México logró una reducción de 8 por ciento en los niveles de pobreza, la baja más amplia en América Latina y el Caribe, gracias a las transferencias mediante programas sociales y, sobre todo, a la dignificación del salario mínimo.

Pero, aunque sea previsible que las autoridades nacionales mantengan un rumbo en que el bienestar de los sectores populares esté por delante de variables diseñadas para disfrazar las grandes inequidades de la economía de mercado, es imposible ignorar el riesgo que conllevan las predicciones del FMI y del BM, por cuanto pueden incidir negativamente en el ánimo de algunos inversionistas y alborotar a los mercados financiero y cambiario y convertirse en eso que se suele llamar profecías autocumplidas. Cabría esperar, por ello, más prudencia y responsabilidad por parte de ambos organismos internacionales.