
os parias en el desierto de Gobi. No se trata de dos forajidos huyendo de la justicia ni tampoco de un largo ritual de venganza en un western crepuscular. Lo que propone el realizador chino Guan Hu en Black Dog ( Gou Zhen, 2024), es el encuentro y mutuo encariñamiento de un hombre y un perro negro, ambos hostigados por parte de la población. El ex presidiario Lang (Eddie Peng), responsable de la coautoría de un crimen por el que ha purgado 10 años de cárcel, obtiene como único empleo posible participar en una cuadrilla de cazadores de perros, faena que él, como canófilo sensible, sólo cumple a regañadientes. Finalmente logra volverse protector de un can aparentemente dócil, aunque tal vez portador de la rabia, destinado a ser recluido o sacrificado como miles de otros perros que, volcados en jaurías, han sobrepoblado la región volviéndose un obstáculo para los planes oficiales de modernización rural en vísperas de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008.
El hombre y el perro guardan trazas de un antiguo lustre. Lang fue una reconocida estrella local de rock y el perro conserva un porte distinguido en el aspecto y la conducta. Sin embargo, ninguno de los dos tiene ya cabida en el pujante capitalismo del Estado chino, deseoso de respetabilidad y aceptación mundial, sin paciencia para los miles de parias sociales, alcohólicos y drogadictos, parásitos sociales que pudieran enturbiar el paisaje impoluto de la nueva ola industrializadora y progresista. Guan Hu, autor de éxitos internacionales como la cinta bélica Los ochocientos (2020), acomete aquí algo muy distinto, un relato melancólico y sobrio ambientado en espacios insalubres y comunidades desposeídas, marcado por el realismo social del veterano Jia Zhangke ( Plataforma, 2000), quien aparece aquí en un pequeño papel como líder de la cuadrilla caza perros. Black Dog, una cinta emotiva e intimista, cargada de un ácido comentario sobre duras realidades de la China actual.
Altos vaivenes de un cortejo amoroso. Otra cinta notable de esta Muestra Internacional de Cine es Góndola (2023), del director alemán Veit Harlan ( Tuvalu, 1999; Absurdistan, 2008). En ella asistimos a la llegada de la tímida joven Iva (Mathilde Irrmann) a un pequeño pueblo enclavado en las montañas georgianas, donde aspira a obtener el puesto de conductora en el teleférico que comunica al lugar con otra ciudad más grande. Rápidamente conquista el cargo por ser la única candidata a quien le queda el único uniforme disponible. A este toque de absurdo seguirán otros más, como el empeño de hacer entrar en la góndola del teleférico el ataúd que contiene los restos del conductor anterior o los forcejeos de una vaca reticente que al final logra allí acomodo. La góndola sirve para todo, transporta personas, animales y maquinaria de campo. También, y sobre todo, es aquí vehículo para el romance, tanto adulto como infantil. La cinta transcurre, no sin un leve toque de monotonía, totalmente en las alturas. También transcurre sin diálogos. El paisaje montañoso es omnipresente y muy variados los ruidos de la naturaleza y las faenas campestres algunos metros abajo.
Un paisaje bucólico propicio para la irrupción del amor. Iva lo descubre, en efecto, al conocer a la joven pícara Nino (Nino Soselia), conductora del viaje de regreso, con quien comparte miradas de paso cargadas de ternura, y una variedad de mímicas y juegos, ejecución de instrumentos musicales, violín y trompeta, acompañado de disfraces de ocasión. Todo ello para transformar la intimidad del cortejo, la imposibilidad de la palabra, en un espectáculo circense aéreo, una sinfonía pastoral para regocijo de los campesinos que celebran con saludos a lo alto el hedonismo y el absurdo lúdico de las dos chicas, muy al estilo de la checa Vera Chytilová de Las margaritas (1966). También se festeja el amor femenino elevado a las alturas (no poca cosa en Georgia, un país inclinado al machismo y la homofobia). Toque final: un jefe de estación colérico hace lo imposible por seducir a la bella Nino, quien naturalmente prefiere a su colega de trabajo. Los celos, la impotencia y la rabia corroen y deshacen al pobre hombre. Queda para el público lo mejor: el vigor de la complicidad y la dicha amorosa, también el de las utopías sociales, tan testarudas en su empeño como la propia vaca que se niega a quedar encerrada en una góndola.
Cineteca Nacional Xoco. Black Dog, sala 2: 12:45 y 17:45 horas. Góndola, sala 1: 16 y 21 horas.