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Esquizofrenia electoral
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ecientemente apareció un libro biográfico sobre el controvertido senador Mitch McConnell, quien ha sido líder de la fracción del Partido Republicano en el Senado en las dos últimas décadas. En una entrevista televisiva, Michael Tackett, autor del libro, llama la atención sobre un comentario de McConnell, quien se refiere a Donald Trump como un personaje narcisista, estúpido, no inteligente, temperamental e irascible, y concluye que por su comportamiento y las ofensas cometidas en contra de Estados Unidos, Trump merecía que lo hubieran separado de su cargo cuando fue presidente. A pesar de esa descripción y retahíla de defectos, McConnell ha decidido apoyar la relección del republicano. En entrevistas con decenas de electores, buena parte de ellos también han declarado sus dudas en apoyar a Trump, debido a las barbaridades que cometió y pudiera cometer nuevamente de llegar a la presidencia. Ha sido condenado por diversos delitos y por haber protagonizado una intentona de golpe de estado, inédito en EU, y haber puesto en un gran predicamento a la democracia estadunidense. Sin embargo, al igual que McConnell, aseguran que votarán nuevamente por él. La pregunta es ¿cómo entender esa conducta un tanto esquizofrénica? A sabiendas del daño que causó, y puede volver a causar, hay millones de electores que están dispuestos a abrirle nuevamente las puertas de la Casa Blanca.

No obstante, la discusión sobre la entelequia que representa la del Colegio Electoral y su preminencia sobre el voto popular, hoy el análisis no está en ese plano, sino en la gran contradicción que existe en un segmento de la sociedad que pasa por alto las violaciones de la ética y la moral, tan esenciales y necesarias en la convivencia civilizada. El empate técnico entre los dos candidatos presidenciales es evidencia clara de que la sociedad estadunidense no ha entendido dos cuestiones que a simple vista parecen elementales. Trump representa un retroceso en las aspiraciones de una nación que a lo largo de su historia ha luchado por abrirse paso en la construcción de normas justas para toda la sociedad. Asimismo, se empeña en segmentarla entre los nativos buenos y los perniciosos de fuera. A pesar de ello, millones continúan aplaudiéndole y hay quienes insisten en votar por él, no obstante las críticas sobre el gran peligro que representa para la democracia, expresada por algunos de los que fueron colaboradores cercanos de Trump, como el que fuera su jefe de gabinete y el máximo responsable de las fuerzas armadas.

No pocos observadores políticos han comentado que sería prudente que Kamala Harris y su equipo tomen en consideración que llamarle fascista, si bien es cierto, en este momento no es el camino para ganar votos. Lo que al parecer sería necesario es entender que lo que realmente afecta a la población necesitada es la carestía que ha reducido el tamaño de su mesa, y no necesariamente el peligro para la democracia que ven como algo menos concreto e indispensable en su cotidianidad. A Kamala le quedan escasos días para convencer a los indecisos sobre la viabilidad de fortalecer la economía del país con las medidas concretas que en alguna manera han demostrado su efectividad y han evitado que la mesa de los pobres se reduzca aún más.

Actualmente se exhibe El Aprendiz, una película sobre las tropelías de Trump que literalmente lo desnuda en su maldad, hipocresía y sed de venganza. Si al menos 10 por ciento de los electores indecisos la vieran, probablemente le garantizarían a Harris el margen que necesita para ganar.