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Salón Posada
C

omo lo llamó el poeta Carlos Pellicer, guerrillero de hojas volantes, José Guadalupe Posada (1852-1913) nació en el barrio de San Marcos en Aguascalientes; fue litógrafo, grabador, ilustrador y caricaturista. Artista sensible y generoso, cronista de la vida cotidiana de la Ciudad de México, sus imágenes se volvieron icónicas y representativas de lo que somos como mexicanos. Murió en la miseria, la soledad y el olvido en una vecindad de más de 300 cuartos.

El Salón Posada es una forma de agradecer al artista la deuda que tenemos como mexicanos. A 111 años de su muerte, Posada hoy tiene un espacio de exhibición permanente de su obra para la investigación y el goce visual de su trabajo. En el salón se pueden apreciar alrededor de 600 obras del artista hidrocálido. Es una recopilación de volantes, ilustraciones de libros, folletos y revistas del coleccionista Mercurio López Casillas (1964), que nació en una cuna de libros y se convirtió en investigador de las artes gráficas mexicanas. Además de coleccionista y librero, es el menor de 13 hijos que adoptaron el legado de sus padres: amor y pasión por los libros.

Desde muy pequeño, Mercurio López acompañó cada domingo a su padre, Ubaldo López Barrientos, al tianguis de La Lagunilla para acomodar, vender y comprar libros antiguos. Su progenitor compró varias colecciones, primeras ediciones y libros raros para bibliófilos. Adquirió la biblioteca del abogado, político y secretario de Emiliano Zapata, Antonio Díaz Soto y Gama, con 5 mil libros. Personajes como Carlos Monsiváis, Ricardo Pérez Escamilla, Guillermo Tovar y de Teresa, así como el doctor Ignacio Bernal, el doctor Caso y Horacio Labastida fueron clientes asiduos. Mercurio, con una larga dedicación a los libros, actualmente administra cinco librerías de viejo con alrededor de 100 mil volúmenes y una bodega que contiene 30 mil ejemplares.

El Salón Posada consta de cinco salas, las primeras cuatro con un eje temático cada una: 1) editores: obra que produjo para algunos de sus principales clientes; 2) ejemplos: así llamaba el editor Antonio Vanegas Arroyo, impresor de las hojas volantes, a la obra dirigida a gente poco afecta a la lectura o analfabeta, que era la mayor parte de la población, noticias de acontecimientos milagrosos o en las que el protagonista es salvado por la Virgen o castigado por demonios; 3) calaveras: reúne la mayor parte de cráneos o esqueletos que Posada realizó de manera festiva entre 1898 y 1912 exclusivamente para Día de Muertos; 4) Revolución: incluye retratos del dictador Porfirio Díaz, reseñas sobre su atentado y los últimos grabados sobre el conflicto armado. Y una sala temporal que se llama Chepito Marihuano, intelectual saturado por la yerba, además de otros personajes de México.

Mercurio López decidió abrir el Salón Posada al pueblo de México porque considera que una colección que no se comparte no tiene sentido; una parte de ésta ya se exhibió en países y ciudades como Colombia, Sevilla, Dinamarca y Francia.

El Salón Posada, que se inauguró el pasado 5 de octubre, es un reconocimiento, un acto de justicia que aún no se ha dado de forma institucional como a Diego Rivera o a José Clemente Orozco, a pesar de que el contenido cultural y patrimonial de su obra gráfica es enorme. Posada es una constante fuente de inspiración que continúa influyendo en las nuevas generaciones de grabadores. Es el artista del pueblo por excelencia, hijo de un panadero. Fue el primero en interpretar plásticamente la Revolución Mexicana, y por su aportación a la cultura y a la plástica mexicana de este país, merece estar en la Rotonda de las Personas Ilustres en el panteón civil de Dolores.

Así lo propone el coleccionista Mercurio López, y considera que el Gobierno de la Ciudad de México debe recuperar el taller que fue del editor Antonio Vanegas Arroyo, donde trabajó Posada, en Moneda 20, en el Centro Histórico, para hacer un pequeño museo de sitio con la reproducción del rótulo original, para el que, con gusto, López Casillas está dispuesto a donar parte de su colección de grabados. Estas ideas contribuyen a conservar la memoria y descubrir el lado más humano de Posada, así como entender el alcance de su talento y, en cierta forma, recuperar el pasado. Honrar a quien honró al pueblo de México.

Posada murió el 13 de enero de 1913 en el barrio popular de Tepito. Dos vecinos y un amigo cercano lo enterraron en el panteón de Dolores; siete años después, sus restos fueron trasladados a la fosa común. Hoy, José Guadalupe Posada y sus calaveras están más presentes que nunca entre los vivos, y se les puede visitar en el salón que lleva su nombre en la calle de Tres Cruces 99, Coyoacán, Ciudad de México.