Editorial
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Clara Brugada: retos de la ciudad
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a toma de posesión de Clara Brugada Molina como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, el sábado pasado, hace pertinente reflexionar sobre las condiciones y los desafíos que enfrentará la titular del Ejecutivo local a lo largo de su gestión.

Es indudable, para empezar, que Clara Brugada asume las riendas de la ciudad capital en circunstancias que en lo general deben ser calificadas de favorables: con una legitimidad incuestionable; 11 de las 16 alcaldías estarán gobernadas por la coalición de la que forma parte, la cual dispone de una amplia mayoría en el Congreso local, y, no menos importante, con una relación histórica, fluida y cercana con la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum.

En el ámbito de la trayectoria personal, la nueva jefa de Gobierno tiene una buena experiencia como jefa delegacional y alcaldesa de Iztapalapa, una de las demarcaciones de mayor conflictividad social y en la que, sin embargo, llevó a cabo una gestión exitosa y, en muchos sentidos, ejemplar, como lo atestiguan las 13 Utopías –Unidades de Transformación y Organización Para la Inclusión y la Armonía Social–, el establecimiento de senderos seguros y la introducción, en colaboración con el gobierno urbano, del sistema de transporte colectivo Cablebús, entre otros logros. Por añadidura, Clara Brugada ha sido, antes que gobernante, conductora y organizadora social y política, y tiene una vasta experiencia en territorio.

Pero si bien la titular del Ejecutivo local asume el cargo en esas condiciones auspiciosas, los desafíos que habrá de enfrentar su gestión son muchos, muy variados y exponenciados por las dimensiones de la megalópolis, la cual puede compararse en población y peso económico con no pocos países.

Brugada tiene razones para confiar en una nueva reducción de los índices delictivos y un fortalecimiento de la seguridad pública, en línea con lo conseguido por su antecesora Claudia Sheinbaum en el sexenio recién pasado, y puede ciertamente avizorar una nueva mejoría de las condiciones sociales: proseguir la reducción de la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la marginación e incidir, por esa vía, en una disminución de la violencia delictiva y familiar. Cuenta, además, con instrumentos para llevar adelante su propuesta revolución de las mujeres y la consolidación de derechos y libertades que hasta hace una generación parecían irrealizables: el derecho a decidir, garantías legales para la diversidad, igualdad sustantiva en todos los ámbitos, el reconocimiento de la importancia de los cuidados como parte de la actividad económica y social, el pleno respeto a los derechos de los pueblos originarios y afromexicanos y la generación de más espacios educativos y habitacionales para niños y jóvenes.

Los problemas más arduos parecen estar, en cambio, en el manejo del agua –tanto en el terreno legal como en el de la operación y gestión de recursos hídricos–, la planeación urbana, el combate a la especulación inmobiliaria –que implica, para empezar, una tolerancia cero ante la corrupción de autoridades, notarías y empresas constructoras–, el freno a los acelerados procesos de gentrificación en curso, agilizar la movilidad en general y establecer una gestión ambiental que va desde la mejora en la calidad del aire hasta la creación de un sistema integral de manejo de desechos sólidos.

Con todo, ninguna de las administraciones capitalinas de la historia reciente había arrancado en circunstancias tan favorables como las actuales. Con esa consideración en mente, cabe esperar que Clara Brugada logre concretar en los próximos seis años sus propósitos de entregar una ciudad segura, pacífica, igualitaria, próspera, amable, democrática, libre, limpia y armónica.