ste final de septiembre y el 1º de octubre son, o han sido, de polémica, exigencias y confrontación. Los terrenos medios han sido borrados y cada quien cava su trinchera. En la visión de conjunto se observa una enorme disparidad: de un lado millones, decenas de millones de mexicanos tranquilos, alegres incluso, y del otro, una minoría que se ve, a sí misma, como selecta. Todos ellos apuntan hacia dos personajes, actores de primera línea que derraman su influjo sobre los demás. Son, como ex presidente y flamante presidenta, los puntos centrales del drama nacional y el foco de esos conjuntos de ciudadanos. Unos se muestran agradecidos por lo recibido, expresan apoyos que llegan a lágrimas. Otros elevan feroces reclamos y disparan severas críticas –negativas– a la vez que adelantan necesarios alivios y suavidades futuras. La división es tajante, sin factibles puntos de contacto salvo una esperanzada plegaria hacia una presidenta suave, racional y comprensiva respecto de las posturas de cada conjunto en pugna.
Para el final de septiembre se materializó un terreno ya muy trillado por el odio de unos cuantos, opacados por los buenos recuerdos obtenidos por la mayoría. En cuanto al 1º de octubre hay también división, aunque menos tajante. Se pide y desea que doña Claudia continúe sobre la avanzada senda transformadora exitosa, una que, empero, requiere trabajos adicionales para su mejoría y perfección. De ella, como militante y conductora, emana la firme creencia que no habrá desviaciones en la consolidación del modelo justiciero. En la esquina de enfrente se ruega, casi suplica, que opte por su propia y distinta versión de gobierno. Ello implica –le aseguran– separación de la herencia maldita y estrujante, modelada tras la tragedia sexenal pasada. Le urgen a que no caiga en confrontaciones rijosas, sino que edifique sobre un gobierno conciliador y abierto a las sugerencias que ya se le hacen para retornar a la concordia. Por supuesto que ello implica adecuar reglas, proyectos y decisiones, que repongan todo o buena parte del modelo concentrador.
Como se puede fácilmente concluir, la pelea por estos enfoques, para nada ocultan las distintas visiones confrontadas. Unas impiden a las otras y no se complementan, sino que se excluyen. Así, las rutas políticas, económicas, sociales o culturales, que fueron materia de los impulsos transformadores pasados, marcarán el empeño venidero. Pensar en la mezcla del justo medio
o la negociación, conduciría a la necesaria cesión o, incluso, en traición a lo ya encaminado.
Es prudente dar una revisada, aunque sea somera y reducida, a lo que los guías mediáticos de la oposición publican en estos días convulsos y esperanzados. Ahí se encontrarán las respuestas que se habrán de dar mañana. Un resumen concluye que, el pasado sexenio es de destrucción. Y las columnas de la República son ruinas. En ese periodo se cortaron las cuerdas del diálogo. Ninguna voz ajena mereció respeto y secuestró al gobierno entrante por simples obsesiones
. En cuanto al perfil de Claudia Sheinbaum se le concibe ya como una presidenta sin palabra, motivo de consternación. Optar por el legado de Obrador es, simplemente, no ser demócrata
. Así, el cuadro obtenido en estos tiempos habla de la ruta que ya parecen haber escogido como pauta de su accionar. Seguirá un concurso de diatribas que, después, desembocarán en acusaciones de incitar a la polarización. Los opinócratas que, desde sus púlpitos, condenaron todo lo hecho entre 2018 y 2024, sin excepción, catalogado, sin pizca de duda, como periodo de solemne y oscura tragedia. Muy pocos de los tribunos, que la élite ha conservado en sus puestos de visionarios, reconocen mérito alguno de lo pasado –salvo uno que otro– la reducción de la pobreza. Para nada hablan de la notable mejoría en desigualdad, tanto regional como individual. Quizá por que les afecta de manera directa. Cómo tampoco apuntan al uso y rescate de recursos para construir, asegurar derechos, reponer dignidades y confianzas personales.
Será en extremo difícil abonar un terreno para el entendimiento y la colaboración, pero se debe intentar. Esa será una tarea de gran profundidad que le espera al próximo gobierno que empieza tras este, casi bendito, día de octubre.
Por lo pronto, ahí quedan las entonadas voces que, por millares, dicen que es un honor estar con Obrador, al parejo del complemento: de Claudia hoy. Después del crecido número de virreyes y presidentes, todos hombres, habidos en México, desde la Colonia y el país independiente, una mujer inicia una historia diferente. Tiempos de fundaciones y cambios.