icos insumos informativos y analíticos sobre los menonitas han sido publicados en el número más reciente de La Jornada del Campo (https://acortar.link/dunVPc). Aquí solamente voy a referirme al personaje que, en el siglo XVI, sin él buscarlo, legó su nombre a personas que debieron deambular por buena parte de Europa debido a cruentas persecuciones: Menno Simons.
Menno nació en 1496, en una población pequeña llamada Witmarsum, Friesland, Holanda. Sus padres decidieron consagrar a Menno al servicio de la Iglesia católica y lo ingresaron, a los nueve años, en el cercano monasterio franciscano de Bolsward. A los 20 años hizo votos de novicio, y ocho años más tarde recibió la ordenación sacerdotal.
Junto con dudas sobre la transustanciación (¿eran realmente transformados el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la declaración del sacerdote?), Menno Simons comenzó a leer la Biblia en 1524, sobre todo el Nuevo Testamento, y en eso no llegué lejos, antes de ver que habíamos sido engañados y mi anteriormente mencionada conciencia afligida fue liberada de esta aflicción, sin toda instrucción humana
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Menno, todavía como sacerdote católico, predicaba conforme a lo que iba comprendiendo de sus lecturas bíblicas. También leyó obras de Martín Lutero y conoció grupos que habían roto con el catolicismo romano. Lo que aceleró el cambio en las concepciones de Menno sobre lo que significaba seguir a Cristo, fue conocer acerca de la decapitación del sastre Sicke Snyder, el 20 de marzo de 1531 en Leeuwarden, por haberse rebautizado de adulto. Para él, sonó extraño a mis oídos que se hablara de un segundo bautismo
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Para cuando Menno supo acerca de pequeños grupos que practicaban el bautismo voluntario de adultos conscientes del acto en el cual participaban, los llamados anabautistas (rebautizadores) tenían al menos una década de haber tomado un camino propio, distinto al de las iglesias territoriales católicas y protestantes. La ruptura con el teólogo reformador de Zúrich, Ulrico Zuinglio, se hizo evidente cuando anteriores aliados a él decidieron que el bautismo de infantes (que continuaba practicando Zuinglio) carecía de bases en el Nuevo Testamento y decidieron bautizarse entre ellos el 21 de enero de 1525.
Como en otras iglesias territoriales, la de Zúrich tenía respaldo gubernamental y, a causa de la unión religiosa/política entre la confesión oficial del territorio con las autoridades civiles, estaba prohibido profesar una religión diferente a la resultante de la simbiosis Iglesia/Estado. Los anabautistas fueron perseguidos y sus liderazgos mermados por las penas de muerte a que fueron sujetos. La dispersión de los perseguidos, así como factores endógenos en varias partes de los Países Bajos, Alemania, Austria y Moravia, dieron origen a células anabautistas que se reunían clandestinamente o con restricciones por parte de las autoridades como en Estrasburgo.
En 1532 Menno Simons es enviado a Witmarsum, su aldea natal, para encargarse de una parroquia. Entró en contacto con anabautistas, pero no se hizo uno de ellos, aunque ya tenía creencias similares. Los acontecimientos insurreccionales de 1534-35 en Münster, donde dos autoproclamados profetas (Jan Van Leiden y Jan Matthijs) encabezaron mediante violencia el establecimiento de la Nueva Jerusalén y anunciaron el advenimiento del Apocalipsis, sacudieron la conciencia de Menno Simons dado el trágico desenlace en el que terminó el experimento: la represión sangrienta por parte de las autoridades católicas, así como la posterior desbandada de quienes Simons consideraba habían sido cautivados por las visiones milenaristas de líderes que se creyeron ungidos para instaurar el reino de Dios por asalto y a través de la violencia.
Menno Simons abandonó el sacerdocio en 1536. Se unió al grupo encabezado por Obbe Philips y fue bautizado por él. Comenzó su ministerio pastoral itinerante entre las células anabautistas dispersas en los Países Bajos y el norte de Alemania. Contrajo matrimonio con Gertrude, con quien procrearía dos hijas y un hijo. Menno dio continuidad a la línea dominante en el anabautismo, la de libertad de conciencia y no violencia.
Un decreto el emperador Carlos V (7/12/1542) puso precio a la cabeza de Menno Simons, ofreció una recompensa de 100 florines de oro. Sobre las condiciones persecutorias en su contra, escribió: Yo, con mi débil esposa e hijos, hemos sufrido por 18 años ansiedad, opresión, aflicción, miseria y persecución. Con peligro de mi vida he sido obligado a arrastrar en todas partes una existencia de temor. Sí, cuando los predicadores reposan en cómodas camas y sobre mullidas almohadas, nosotros generalmente tenemos que ocultarnos en lugares apartados. Cuando ellos en bodas y en banquetes bautismales andan de parranda con gaitas, trompetas y laúdes, nosotros tenemos que estar en guardia cada vez que ladra un perro, temiendo que pueda haber llegado el funcionario que viene a arrestarnos. Cuando ellos son saludados por todos como doctores, señores y maestros, nosotros tenemos que oír que los anabautistas somos predicadores ilegítimos, engañadores y herejes y somos saludados en el nombre del diablo. Resumiendo: mientras ellos son gloriosamente recompensados por sus servicios con cuantiosos ingresos y buena vida, nuestra recompensa y porción tiene que ser fuego, espada y muerte
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