a apreciadísima doctora Edith Klimovsky Barón, profesora distinguida de la UAM Azcapotzalco, presentó en el reciente congreso de Economía Matemática de Tlaxcala una ponencia en la que plantea –Edith dixit– los ejes que determinan y muestran la relación entre salarios y beneficios. Relación fundamental desde los Clásicos, evidente en Marx y, sin duda –a pesar de todo– en los Neoclásicos.
Estudiosa perpetua
de David Ricardo –en realidad de la renta del suelo desde su tesis de Doctorado de Estado, en abril de 1981, bajo la dirección de Carlo Benetti– no deja de ir y venir en esta reflexión tan relevante.
A este propósito le comento a la rigurosa sinodal de mi examen de grado, que la economía estadunidense es laboratorio
ideal para estudiar esta relación. ¿Qué indicadores tomar para ello? Pienso inicialmente en el salario mínimo de nuestros vecinos y de ahí partir, pues esta remuneración mínima es –a decir de los especialistas estadunidenses– la que debe garantizar un salario justo para los trabajadores peor pagados.
Sí, leyó usted bien. El mínimo estadunidense es –oficialmente debe ser– el de los trabajadores peor pagados en el vecino país, ¡pero no, no es así!, hay trabajadores que reciben menos del mínimo. En principio, oficialmente el mínimo no deja de ser la base normativa de toda remuneración. ¡Prohibido pagar por debajo del mínimo por hora! Poco más de la mitad de los trabajadores estadunidenses son remunerados con salario horario que toma como base el mínimo instaurado desde 1938 por el presidente Roosvelt.
Pues bien, a decir de los investigadores del prestigioso Economic Policy Institute (EPI) el salario mínimo no sólo afecta a los trabajadores peor pagados, también a toda la economía. Además que hay sectores más beneficiados por el nivel y la evolución del salario mínimo.
Justo ahí, el FIRE ( Financial, Insurance, Real Estate, es decir, financieros, aseguradoras e inmobiliarias), que allá y aquí y en todos lados está plagado de especuladores, rentistas y parásitos del trabajo productivo, componente dramático del sector improductivo de toda sociedad. Por cierto, en este contexto, la corrupción es mínima –muy relevante, pero mínima– respecto al volumen de excedente que se transfiere de manera ordinaria a los trabajadores improductivos, grupo social en el que está ese sector parasitario. Un sector cuya caracterización de neoliberal es radicalmente insuficiente para indicar con precisión el terrible daño que hacen a la sociedad. Sí, estamento social que impulsa la desigualdad y no la abate.
Impulsa la catástrofe climática y no la abate. Asimismo, la injusticia que tampoco abate y, mucho menos combate. Por eso continuamente digo a mi admirada Edith Klimovsky: necesitamos estudiar a fondo la evolución a largo plazo de esa relación terrible salarios-beneficios –lo decía Ricardo y lo demostró Marx– cuyo futuro determinará el mayor o menor bienestar de la sociedad, la mayor o menor limpieza climática, la mayor o menor desigualdad, y no sólo de ingreso, también educativa, de género, racial y política. ¡Lamentablemente! De veras.