emocracia es una palabra muy escuchada por los rincones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS, en lo sucesivo Políticas) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En Políticas se desempeñan profesores especialistas en democracia, y los estudiantes se empapan del tema. Se lee, escribe, discute y publica de tan importante asunto. A la teoría, historia y metodología de la democracia no se les escatima tiempo.
A pesar de la riqueza que ofrece, y aunque parezca extraño, en el interior de Políticas hace falta practicar la democracia; tanto en las decisiones de gobierno institucional como en el diario acontecer de las clases. ¿Será posible corregir esta aberración? ¿Algún día campeará con plenitud el ejercicio democrático en Políticas? ¿Se transformará la legislación universitaria para dejar de entorpecer la vida democrática en la UNAM? ¿Estamos convencidos de que eso procede, empujaremos en ese sentido?
En época pasada Políticas se distinguió por su acercamiento a la vida democrática interna. Durante dos periodos (1957-1965), Pablo González Casanova fue director de la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (transformada en facultad en enero de 1968). Don Pablo terminó ese encargo casi a la vez de la publicación de su libro La democracia en México. Imposible pensar que el reconocido universitario no vinculara su análisis con el devenir de Políticas.
El propio González Casanova, cuando fue director, en una entrevista recordó a Ricardo Pozas: Entre los estudiantes la manera de hacer política era realmente lamentable: pequeños grupos se apoderaban de las sociedades de alumnos de una forma en absoluto antidemocrática. Sentar las bases democráticas en la escuela fue una más de mis obsesiones, la que en muy alto devino en realidad cuando de la universidad, la nuestra llegó a ser una de las escasas escuelas con partidos estudiantiles y programas en que el poder era ganado incluso por la oposición
( Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, enero-junio 1984, p. 26). Parece que nadie se ha detenido a hacer un estudio de esa situación poco documentada, al que habría que añadir cómo fue el gobierno en la escuela esos años y qué alcances democráticos tuvo. Sería buen tema de tesis.
En noviembre de 2015 escribí lo que reitero nueve años después: “¿Por qué no hacer de la FCPS un laboratorio para realizar un experimento sereno, cooperativo, libre, responsable y sólido de vida democrática, que pueda servir de ejemplo al resto de la universidad para instaurar un gobierno caracterizado porque los directivos se comprometan a gobernar obedeciendo a la llamada ‘comunidad universitaria’?” ( Gaceta Políticas, p. 9).
Se avecina el cambio en la dirección de Políticas, en noviembre próximo. Si se procede con voluntad, en los meses que faltan para el relevo, habrá tiempo suficiente para elaborar una propuesta democrática, acorde con los tiempos y necesidades de Políticas, por el conjunto de profesores, técnicos, estudiantes y trabajadores de la facultad, para que en la proposición se defina la forma en que se conducirá los años venideros. Una propuesta unitaria que, por supuesto, incluya como esencial lo educativo, pensada con rigor, imaginación, entusiasmo y respeto.
Después vendrán las formas –que no son cosa menor– para difundir la propuesta y entregarla al rector Leonardo Lomelí y que, en un diálogo respetuoso, la estudie, se convenza de las virtudes de avanzar en el rubro de la democratización universitaria y, como resultado, asuma la propuesta, en palabras suyas, de manera prudente y con firmeza
( Gaceta UNAM, 13/11/23). Aun a sabiendas de la negativa institucional a modificar la Ley Orgánica, seguramente podrá encontrase un resquicio, una interpretación permisiva, con aquello de una combinación de cambio y estabilidad, de tradición con modernidad
, anunciadas por el rector ( Gaceta UNAM, 27/6/24).
Corresponderá a los integrantes de Políticas, incluidos quienes aspiren a la dirección, tomar cartas en el asunto: invertir tiempo y cabeza, hacer diagnósticos, presentar programas y candidaturas. Considero que proceder de esa manera será el mejor homenaje posible en reconocimiento al pensamiento y los esfuerzos democratizadores de Pablo González Casanova.
Insisto, por otro lado, en que democraticemos los salones de clase, es urgente que los profesores facilitemos, o cuando menos no nos opongamos a esa medida; los estudiantes merecen espacios para expresarse libremente y, junto con sus profesores, discutir y tomar decisiones sobre su formación.
Sueño con ver a mis estudiantes de Políticas, a quienes dedico este artículo, reunidos en asambleas de clase, contentos de haber podido discutir cosas que les preocupan; soñando, a su vez, para alcanzar la facultad y la universidad que necesitan y merecen para educarse en ellas de manera digna, democrática, cooperativa y gozosa.
¡Elevemos la mirada de la educación!
* Profesor en la UNAM