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Sartre: palabras que se vuelven espadas
E

n su libro La lógica del sentido (Paidós, 2011, página 354), el filósofo francés Guilles Deleuze cita la concepción de Tournier con evidentes ecos leibnizianos (la mónada como expresión del mundo), pero también ecos sartreanos. La teoría de Sartre, en El ser y la nada, es la primera gran teoría del otro, porque supera la alternativa: ¿el otro es un objeto (aunque fuese un objeto particular en el campo perceptivo), o bien es sujeto (aunque fuese otro sujeto para otro campo perceptivo)? Sartre es aquí el precursor del estructuralismo, pues es el primero en no haber considerado al otro como estructura propia o especificidad irreductible al objeto y al sujeto.

Deleuze, comparando los primeros efectos de su presencia y los de su ausencia, opina lo que es el otro. “El error de las teorías filosóficas es reducirlo tanto a un objeto particular como a otro sujeto (e, incluso, una concepción como la de Sartre se limitaba, en El ser y la nada, a reunir las dos determinaciones, haciendo del otro un objeto bajo mi mirada con el riesgo de que él, a su vez, me mire y me transforme en objeto). Pero el otro no es ni un objeto en el campo de mi percepción, ni un sujeto que me percibe; es, en primer lugar, una estructura del campo perceptivo sin la cual este campo, en su conjunto, no funcionaría”.

Basada en estos conceptos la vida de Jean-Paul Sartre, obtenida de su autobiografía Las palabras, se asemeja a lo antes mencionado en la presencia y la ausencia. Al perder a su padre, a los dos años de edad, sufre una dolorosa neurosis traumática que estructurará su forma de ser. Su madre, Anne Marie, se ve obligada a llevarlo a vivir a casa de los abuelos maternos, donde convivirán como hermanos, debido a su juventud. Madre e hijo como uno solo, enfrentados al resto de la familia, a la sociedad, al gobierno. El abuelo rígido y controlador no dejará mover a Sartre. Éste, enfermizo y pasivo, sólo encuentra libros a su alrededor; censura tras las buenas maneras; control sobre apariencias de libertad; obligaciones como forma de compromiso. Situación vital que repetirá, durante toda su vida.

Presencia y ausencia. La pareja madre-hijo protegida, encapsulada, rebelándose contra lo establecido sin posibilidades de éxito. Destino particular y amargo que se repite hasta la saciedad. La pareja como un solo ser desplegando la imaginación. El talento excepcional de Sartre percibiendo el mundo desde la visión de su madre.

Pese a su trabajo intelectual, Sartre nunca pudo silenciar su natural melancolía, producto de la pérdida temprana de su padre. Su tristeza aparece permanentemente en su obra, a pesar de los intentos de refugiarse en una época anterior a la pérdida. Cuando intenta independizarse, sus opiniones políticas o intentos de realización en esta área son derrotadas con frecuencia.

Regreso a la madre y a la imaginación, donde encuentra la libertad y el compromiso. Es desde ella como describe lo mismo en Los trasatlánticos, un inocente incesto entre dos hermanos; o en Las moscas, con Orestes y Electra; o en Los caminos de la libertad, con Boris e Ivich; o su biografía, en Los secuestrados, de Altona con Frantz Leni; o en sus relatos directos en Las palabras; o en sus estudios de Genet, Baudelaire y Flaubert, máscaras que esconden su propio dolor incestuoso.

Los libros entre los que nació y murió le dieron la erudición; su madre, la imaginación y la apertura. La palabra con doble significado: lo mismo para cubrir, esconder, complicar su secreto, que para vincularse con Simone de Beauvoir, máscara de su madre, y volverse un solo ser, como expresaría en el refinamiento de su obra filosófica El ser y la nada. La palabra para amar a la madre, buscar una nueva identidad y valores, o la palabra para encubrir lo incestuoso, el desamparo por la orfandad y la debilidad que siempre lo acompañó.

Ante la presión de sus críticos y enemigos, en Las palabras describe ese momento central en que éstas se vuelven espadas. Que, al adquirir prestigio, se ve confrontado y obligado a defenderse. Confusión en la obra, de opiniones de acción política con los signos y significados, así como el reconocimiento a Sigmund Freud al plasmar en El idiota de la familia la importancia de la infancia y el inconsciente.