El tabú de la reforma fiscal
ntre las diferencias de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos hay una que sobresale y debiera tener mayor peso en la decisión de los electores al momento de votar en un país con tal potencial económico: la pobreza de algunos y la grosera riqueza de otros.Una de las medidas para atenuar la enorme brecha de ingresos se ha convertido en un tabú sobre el cual es casi imposible hablar: realizar una reforma fiscal que, por añadidura, se convierta en la plataforma para dar continuidad al erosionado Estado de Bienestar.
Muchos han escrito sobre lo apremiante de que se aplique un gravamen menos generoso a quienes consistentemente han incrementado su riqueza a costa del erario. No hay que ser un socialista para advertir que la riqueza que hoy ostentan un puñado de los barones más acaudalados en el mundo sería suficiente para atenuar las carencias de millones que vagan por el mundo en busca de satisfacer sus necesidades más ingentes. La mayoría de los candidatos del partido republicano se oponen férreamente a la intervención del Estado en favor de quienes más lo requieren y se indignan cuando se gastan recursos para ayudarlos, consideran que son dádivas que promueven la holganza.
Al menos en Estados Unidos, los barones del dinero y sus descendientes estarían más tranquilos si Trump y sus legisladores ganaran en las elecciones y se negaran, como lo han hecho durante años, a una reforma que grave el capital acumulado durante generaciones a costa del trabajo de todos. La herencia intocada de las grandes fortunas es una de las fórmulas más regresivas de un sistema que reproduce y garantiza la riqueza de unos cuantos. Thomas Piketti lo explicó en un excelente estudio en el que, además, en cierta forma rescató el pensamiento de lo que muchos otros advirtieron desde hace años.
Lo imprescindible de que en las campañas se hable de una reforma fiscal se convierte en algotrivial en los momentos en que Trump, con su retórica cada vez más incendiaria y peligrosa, amenaza con un baño de sangre si no es electo presidente, y consistente con su profundo racismo, se refiere a los migrantes como no humanos
. No sorprende que sus súbditos republicanos justifiquen sus despropósitos, pero sí que, a pesar del grave peligro que representaría su retorno a la presidencia para Estados Unidos y el mundo entero, aún cuente, según las encuestas, con el respaldo de tantas personas.