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s difícil cuantificar la producción que no pasa por el mercado porque no se le pone valor alguno. Por esta ausencia contable, gran parte del trabajo generado por personas que no reciben un ingreso monetario no se refleja en las cuentas nacionales. En consecuencia, el PIB no registra toda la riqueza generada año con año.
Hay millones de personas que no venden sus servicios a un tercero. Abuelos que cuidan a sus nietos, madres que dedican su vida al desarrollo de sus hijos, jóvenes que barren calles, arreglan desperfectos, preparan alimentos, organizan eventos sociales, limpian, lavan, planchan y realizan miles de actividades que no se registran en institución alguna.
Dichas actividades son esenciales para el avance del país y forman parte de la vida productiva, pero a diferencia del trabajo formal y del trabajo informal, al no traducirse en dinero son despreciadas por aquellos que llevan un ingreso monetario a sus hogares. De ahí proviene parte de la discriminación histórica contra mujeres, viejos y jóvenes que no reciben un salario, como si sus actividades diarias en beneficio de la familia y de la sociedad no existieran.
Para el INEGI, la ocupación formal está claramente contabilizada. Sucede lo mismo con el sector informal, donde se encuentran las personas que trabajan para unidades económicas que operan sin registros contables. Las estadísticas incluyen patrones o empleadores, trabajadores remunerados, trabajadores por cuenta propia y trabajadores no remunerados, siempre que participen en alguna unidad productiva. Sin embargo, los registros no toman en cuenta el trabajo que se realiza fuera de negocios y parcelas familiares sin remuneración monetaria.
Muchas veces se piensa que los viejos, los jóvenes y las amas de casa son improductivos porque en el mundo moderno todo se contabiliza a partir de los ingresos monetarios. Entre más ganas, más vales, lo cual es cuestionable.
Tanto para revalorar a las personas que día con día realizan trabajos no remunerados como para mostrar con precisión la gran riqueza producida fuera de los intercambios se necesitan nuevas formas de definir lo que es el trabajo productivo.
No recibir un ingreso monetario no es sinónimo de trabajo improductivo, sino una carencia contable que requiere ajustar el Inegi.