a corrupción mata. Mata ecosistemas, fuentes de agua, personas, la vida, hasta al desierto. Es lo que se sufre todos los días en Ascensión, Chihuahua.
Ascensión está en el desierto noroeste de Chihuahua, con una extensa frontera con Nuevo México. Orgullosos, los lugareños dicen que son mexicanos porque lo eligieron, no por casualidad: Luego de la venta de La Mesilla por Santa Anna, familias de origen mexicano decidieron establecerse al sur de la nueva frontera y fundaron el pueblo en 1872, junto al Ojo de Federico, para dedicarse a la agricultura y ganadería. El municipio es tan extenso como Querétaro: más de 11 mil kilómetros cuadrados de llanuras, planicies, lagunas y algunas sierras. Dicen los habitantes: “Somos fronterizos nomás p’al cambio de horario. Ningún otro beneficio tenemos, ni siquiera la gasolina es más barata”.
El espíritu tesonero y laborioso de la gente de Ascensión ha hecho producir al desierto aprovechando los ríos Casas Grandes y Santa María, las lagunas poco profundas de la región y el agua del subsuelo. Para 1985 ya había un considerable número de pozos y se irrigaban 13 mil hectáreas, para la producción de algodón, principalmente. Se electrificaron los pozos y floreció el cultivo de la semilla de soya y hasta la Pepsico vino a cultivar papas para las Sabritas. Entonces el agua se encontraba a 48 pies de profundidad y salía generosamente de las bombas.
Sin embargo, a partir de 1988, y sobre todo, desde 2000, se desató una fiebre del agua
en Ascensión. Se empezaron a perforar decenas de pozos y abrir vastas superficies al cultivo en todo el municipio mayoritariamente por colonos menonitas. La superficie irrigada con aguas subterráneas se multiplicó por cuatro hasta alcanzar 52 mil 406 hectáreas, dedicadas sobre todo al cultivo de alfalfa, algodón, chile verde, maíz amarillo y nogal. Ahora los pozos legales en el municipio ascienden a 887 y se estima en 400 los ilegales, algunos de los cuales ya han sido desconectados por la CFE.
Han sido afectados gravemente los acuíferos de la región, algunos compartidos con otros municipios o incluso con el estado de Nuevo México: Ascensión, Palomas-Guadalupe-Victoria, El Sabinal y Laguna de Santa María. Los cuatro muestran un déficit anual entre la extracción y la recarga de agua. Además, se han desecado lagunas y humedales, desertificando el desierto, valga la paradoja.
Los pozos que abastecían la cabecera municipal de 16 mil habitantes se abatieron y ahora se trae el agua de dos pozos cedidos por productores a 8 kilómetros de distancia, pero son aguas fósiles que traen muchos minerales y metales pesados. Un estudio de la Universidad Autónoma de Chihuahua (2015) concluía que el agua potable de la ciudad estaba contaminada de coliformes totales y fecales; además, la concentración de metales como arsénico, cromo, hierro, níquel, selenio y zinc se encontraba por encima de lo permitido nacional e internacionalmente (bit.ly/3wFhACD). Hoy se han multiplicado los casos de cáncer entre los pobladores.
Esto ha llevado a los ejidatarios y vecinos del municipio a protestar ante instancias gubernamentales porque temen por su salud, por que puedan perder su trabajo ellos y los más de 8 mil jornaleros agrícolas que se emplean anualmente y por el deterioro de su entorno natural. Señalan que detrás de la crisis hídrica está la corrupción de la Conagua, que ha permitido la perforación indebida de pozos o la extracción de agua por sobre las concesiones; de la CFE al conectar los pozos ilegales, de la Profepa que ha permitido el cambio de uso de suelo y de los productores que han propiciado el cohecho de los empleados de estas dependencias para obtener más agua y más ganancia.
El pueblo de Ascensión exige que se detenga la corrupción, que no se perforen ni se conecten a la red eléctrica más pozos. Se oponen a la construcción de la Presa Palanganas, río Casas Grandes, arriba, promovida por productores de Nuevo Casas Grandes. De construirse dicha presa vendría a desecar más el lecho del río que desemboca en Ascensión y dejaría de alimentar los acuíferos del municipio. También se oponen a la construcción de la subestación Buenavista de la CFE porque señalan que, en el área de La Salada, los menonitas han perforado decenas de pozos ilegales y pretenden electrificarlos, dañando aún más el ambiente. Además, el abatimiento de los acuíferos compartidos con Nuevo México puede ocasionar un problema binacional.
La situación es parecida en otros municipios del desierto: Ahumada y Buenaventura, Janos y Casas Grandes. En todos se riegan más de 200 mil hectáreas con 4 mil 113 pozos legales y varios miles de ilegales. Por eso los nueve acuíferos de esta región presentan un déficit anual de mil 23 hectómetros cúbicos.
Ese colosal ser vivo que se denomina Desierto Chihuahuense está siendo masacrado. Si en algún lado hay que comenzar a construir la gobernanza del agua y combatir el abuso y el tráfico que se hace con ella, es aquí.