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Un golpe blando
S

ustituyeron a los militares por jueces a los que se les ofrecen cursos de buenas prácticas por periodistas a cambio de becas, legisladores invitados a dar conferencias a sus universidades, para que den los golpes de Estado en América Latina. De lo que se trata es de impedir que los procesos democráticos generen alternativas al neoliberalismo. Y así, se acusa a los gobiernos de no ser democráticos, aunque hayan sido electos y gocen de amplia aprobación. Se usa a una oposición, casi siempre unida en un Frente identificado con un color (rosa, por ejemplo), para debilitar al gobierno negándose a cooperar y ni siquiera a dialogar con él. Se dispone de una muchedumbre en las plazas centrales a la que se le llama despectivamente calentamiento de la calle. Los medios corporativos se empeñan en campañas de odio, difamación y calumnias, no con la intención de que se les crean las falsedades, sino para crear un malestar con la supuesta corrupción de la izquierda (no existen los golpes blandos contra la derecha) o totalitarismo y en defensa de la libertad de expresión o de los derechos humanos. Se emplean el WhatsApp y las redes sociales para difundir distorsiones informativas alarmantes. Y, finalmente, se echa mano de alguno de los otros poderes para destituir al Presidente. O, si ha ocurrido un proceso electoral, inmediatamente pasar a no aceptar los resultados y pedir la intervención de Estados Unidos.

El recetario de protesta-no cooperación-intervención que fue diseñado por Gene Sharp, profesor de Massachusetts, apropiándose de los métodos de la no-violencia (si los pacifistas dispusieran de dinero a manos llenas y la influencia del Departamento de Estado) fue escrito en 1993, pero se ha aplicado por todo el mundo, desde Serbia y Ucrania, Egipto y Siria, hasta Honduras, Brasil, Ecuador, Paraguay y Bolivia. Ya no interviene la CIA, sino organizaciones financiadas por las corporaciones globales, como Atlas Network, Usaid y NED. Todo se hace por la democracia y, en realidad, sirve para negociar los intereses de tabacaleras, petroleras, industrias de armamento, energías limpias y agua.

Hay un golpe blando en marcha, abanderado internamente por el bloque opositor, en respuesta a la propuesta de un cambio de régimen de la izquierda. Hablando del golpe, esta semana asistimos al destape de una estrategia que incluye un trollcenter de millones de dólares con bases en España, Colombia y Argentina, vinculado a Atlas Network, que apoya a la candidata Gálvez y trató de posicionar la idea de que la izquierda, su Presidente, su candidata, y hasta el plantón en Reforma de 2006 contra el fraude del Prian, estaban vinculados con el narcotráfico. Fue una idea que repitió Xóchitl Gálvez en su gira por Nueva York y Washington, cuyos ecos no muy duraderos provinieron de un premio Pulitzer, la DW, Latinus –con un encapuchado en entrevista– y el New York Times. La repitió Lorenzo Córdova, ex presidente consejero del INE, en su gira de hace un año por Washington con el Departamento de Estado y la OEA, y hace poco en su concentración de color rosa en el Zócalo de la capital.

La oposición interna, cuya candidata y partidos carecen de una forma política de crecer, han optado irresponsablemente por la desacreditar la elección presidencial o, al menos, infundir miedo entre el electorado sobre su certeza. Xóchitl Gálvez en Washington dijo: Las pruebas del fraude electoral en las próximas elecciones son evidentes. Lorenzo dijo: Estamos frente a un proyecto de reinstauración autoritaria que quiere regresarnos a las épocas de un partido hegemónico, que pretende revertir muchas de las conquistas democráticas que se han conseguido y que fueron precisamente las que les permitieron llegar al poder. Ambos cumplen con el ingrediente de la receta del golpe blando: un gobierno electo es, al mismo tiempo, antidemocrático. Tienen sus calentadores de calles en las organizaciones de Claudio X. González, financiadas algunas por Estados Unidos. Tienen a sus medios corporativos y una andanada de cuentas falsas de su trollcenter internacional con un mensaje unificado: el dinero del crimen organizado está financiando a la izquierda y, por lo tanto, su elección no es legítima. Tienen al Poder Judicial liberando criminales flagrantes. Tienen a sus organizaciones criminales retando a los poderes locales. Tienen a sus legisladores detrás de la muralla de la moratoria legislativa. Disponen de las tecnologías de inteligencia artificial para trucar audios y videos. Lo único que les resta es no reconocer los resultados de la elección del 2 de junio.

Enfrente del golpe blando estamos todos los demás. Los que planteamos el cambio de régimen para que el poder se distribuya entre otros para fines populares. Los que demandamos que la democratización entre a los sótanos donde los expedientes siguen empolvándose por falta de alguien que los quiera comprar, que alcance al propio órgano electoral para que ya no responda a los partidos sino a la ciudadanía, que se aplique una nueva forma de representación en la que no haya votos inútiles –los del segundo lugar– ni plurinominales. Los que exigimos que el Estado sea garante de la soberanía nacional sobre sus recursos naturales y no sometido al lucro de los más corruptos traficantes de influencias. Para ese cambio de régimen no es suficiente ganar la elección que se avecina. Es crucial desfondar a la oposición desleal a la democracia –así sea con candidaturas moralmente reprobables–, exhibir sus estrategias de mentira, desmontar los financiamientos desde el extranjero, de España y Estados Unidos. Frente al cambio de régimen, la oposición optó por el golpe blando. Ahora es el tiempo de responderle.