El día que cambie la Constitución
// Declaraciones de un ínclito togado // Groucho Marx y sus convicciones
Como diría el magistrado Pérez Dayán: ustedes pónganmelos por escrito, que yo tengo principios a la medida de sus instrucciones.Foto José Antonio López
ace unas semanas nos referimos a un incidente procesal conocido como a confesión de parte, relevo de prueba.
Lo definimos y valoramos. También decidimos aprovechar un acto político anunciado para celebrarse dentro de unos días, con el fin de poder ejemplificarlo fehacientemente. Pero resulta que, intempestivamente, un ilustre togado de la Suprema Corte hizo una pública declaración que constituye una anticipada y nada despreciable acepción del vocablo. La Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Juicios de Distrito hizo público su apoyo al ministro Pérez Dayán. Qué dolencia me dio en el epiplón cuando, después de conocer ese respaldo, leí lo que había dicho el ínclito togado: “Se lo he dicho a todos (resulta que ahora el señor ministro habla urbi et orbe): el día que la Constitución cambie y diga otras cosas, haremos que esas otras cosas se cumplan”. Leamos de nuevo este parrafito para que, empezando la semana, nos echemos un traguito de cinismo, desvergüenza y justa indignación. Si se nos ordena aceptar despropósitos, agravios, delitos y hasta flagrantes injusticias, nuestra obligación es obedecer la voz del amo. Reconozcamos, frente a una confesión que nos libra de toda prueba, que ésta, además de formulada en un idioma rudimentario, es autoincriminatoria y, por demás, estúpida.
Examinemos en una simple disección la confesión de Pérez Dayán … el día que la Constitución cambie y diga otras cosas, haremos que esas otras cosas se cumplan.
Perdón, Pérez, ¿no importa que los postulados de una y otra Constitución se contradigan abiertamente?, ¿que la primera considere la rectoría del Estado como elemento fundamental para la vida de la República y tenga, como uno de sus permanentes afanes que ésta se consolide como comunidad de destino, merced al desarrollo equitativo de los seres humanos que la componen?, ¿que esta Constitución sea la base de una estructura jurídica que auspicie la democracia, preserve la libertad, sea intransigente en la defensa de su soberanía y considere el progreso como el bienestar compartido entre todos los individuos que la integran? Pero imaginemos que la Constitución cambia radicalmente durante el periodo en que el señor ministro Pérez aún habita en el territorio de Jauja. Y resulta que la nueva Carta Magna adopta, como su biblia, las ideas de aquel fisiócrata del siglo XVIII Vincent de Gournay, que resumió por primera vez en la consigna laissez faire laisse passer
, cuyos postulados campearon en nuestro país durante trágicos sexenios: desaparecer al Estado lo más posible; dejar que sean el mercado, la oferta y la demanda los factores que decidan el presente y futuro de la nación. Pues, júrenlo que un voto seguro en favor de estas infames condiciones de vida será el del patriota magistrado Pérez Dayán. Él, ya cínica y descaradamente, lo advirtió, (y además con orgullo): el día que la Constitución cambie y diga otras cosas, haremos que esas otras cosas se cumplan. Pero mientras no estén, haremos que se cumplan las que están, a costa de lo que sea.
Sin lugar a duda, Groucho Marx ha sido uno de los genios de la comicidad en el mundo. Me atrevo relatar una de sus rutinas que, además de ingenio e interpretación artística representaban una aguda e inteligente crítica a la clase política de su tiempo. Vamos a ver qué tanto recuerdo. Está Groucho frente a un severo grupo de líderes y dirigentes partidarios. Erguido y retador, les espeta: Sépanse, antes que nada, que soy un hombre de convicciones y de firmes principios, mismos que paso a exponer a ustedes
. Su sensibilidad y tablas le hacen ver que su entrada fue demasiado brusca y no gustó su tonito. De inmediato, se transforma y con gesto más que amistoso y voz meliflua dice: Ahora, en esto de los principios, les aclaro: si no les gustan éstos, tengo otros que les pueden caer mejor
. O como diría el magistrado de marras: ustedes pónganmelos por escrito que yo tengo principios a la medida de sus instrucciones.