a madrugada de ayer se difundió la entrevista realizada el martes al presidente Vladimir Putin por Tucker Carlson, quien fue presentador estelar de Fox y hoy continúa como una de las voces más influyentes de la ultraderecha trumpista estadunidense a través de su propia plataforma en Internet y sus canales en redes sociales. En más de dos horas de plática, el mandatario ruso desgranó los argumentos del Kremlin para emprender la invasión a Ucrania que está por llegar a su segundo aniversario, confirmó su disposición a buscar una salida negociada siempre y cuando se respeten los términos de su país, y detalló las razones del deterioro de sus relaciones con Washington.
El interés de la conversación radica no en lo dicho, puesto que casi todas las aseveraciones de Putin han sido emitidas de manera reiterada dentro de Rusia, sino en el momento en que ocurre y el auditorio al que se dirige. El acierto del líder ruso en conceder a Carlson su primera entrevista a un periodista extranjero desde el inicio de la guerra en Europa del Este queda patente con el hecho de que en sólo 14 horas la grabación había sumado más de 100 millones de visualizaciones entre un público que no suele recibir sus declaraciones textuales, sino fuertemente editorializadas por los medios multinacionales de Occidente. Además, ésta circula en momentos en que Donald Trump se consolida como práctico ganador de la nominación del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre próximo; mientras que el presidente demócrata y aspirante a la relección Joe Biden ve erosionada su popularidad, enfrenta renovados cuestionamientos a sus capacidades mentales debido a su avanzada edad, y batalla para lograr la aprobación legislativa de un paquete presupuestal militar de 118 mil millones de dólares, en los cuales se incluyen 60 mil millones de dólares de ayuda a Kiev. Para dimensionar la magnitud de esta cifra, cabe señalar que equivale a una octava parte de todo el presupuesto del gobierno federal mexicano en 2023, y que se suma a un monto mayor erogado a lo largo de dos años.
Más allá de los ataques políticamente motivados contra Biden y sus decisiones, es lógico que la entrega ilimitada de armamento y ayuda financiera al régimen de Volodimyr Zelensky pierda respaldo cuando se han disipado todas las esperanzas de un triunfo ucranio sobre el campo de batalla, han salido a la luz todo tipo de prácticas corruptas en su gobierno y en el ejército, el ex comediante se encuentra envuelto en luchas de poder que merman los esfuerzos bélicos (con la destitución del popular comandante de las fuerzas armadas, Valery Zaluzhny, como más reciente demostración de que en Kiev las vanidades políticas se encuentran por encima de las consideraciones estratégicas), y cuando el Pentágono admite ser incapaz de rastrear el paradero de mil millones de dólares en material militar enviado a Ucrania.
En este contexto, el diálogo entre Putin y Carlson agita el escenario electoral estadunidense; apunta a debilitar la posición de Biden, quien apostó a fondo su capital político a la promoción y financiamiento de un conflicto que ahora tiene todos los visos de ser irresoluble por la vía armada; y tiene todos los visos de preparar el terreno para negociaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin en caso de una victoria de Trump. Con independencia del desenlace de las elecciones estadunidenses y de la invasión a Ucrania, parece claro que Biden no calculó los altos costos políticos de instigar la rusofobia y cerrar todas las vías diplomáticas al desahogo de las inquietudes rusas en torno a la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia su flanco sur-occidental. Para la clase política bipartidista de Washington, el desarrollo de los acontecimientos debe ser un recordatorio de que siempre es posible azuzar e iniciar una guerra, pero nadie puede controlar cómo se desenvolverá, y mucho menos cómo ni cuándo terminarla.