ecuerdo bien una mañana de 2014. Cuando me di cuenta estaba en medio de críos que disfrutaban de su hora de recreo en la escuela Manuel Bartolomé Cossío, en lo sucesivo la Bartolomé, como suele conocerse. Poco a poco, las criaturas fueron entrando a los salones a encontrarse con sus maestras; donde les esperaban sus mesas y sillas, muy bien pintas y conservadas, aunque adquiridas desde 1964, en el mercado de La Lagunilla, por las maestras Chela y Tere, y el maestro Pepe. Si con gran esmero se cuida el mobiliario en la Bartolomé, ya imaginará el lector la atención ejemplar que se pone en la formación de los estudiantes.
Al morir José de Tapia, el célebre maestro Pepe, hace casi 35 años, dejó esta recomendación a sus compañeras: “Tere y Chela, seguid como hasta ahora entregadas a nuestra labor educativa y de cultivo de las posibilidades humanas… No escatiméis esfuerzos en hacer lo posible, y lo imposible, para mejorar la escuela. Escuchad siempre a los niños, a sus padres y a los maestros”. Las maestras escucharon el consejo, y continuaron hasta completar los primeros 60 años de vida de la Bartolomé. Tere murió hace pocos años, se le extraña, pero dejó a Tere, su hija, para sustituirla en la escuela; Chela es una valerosa mujer nonagenaria, y hasta antes de la pandemia fungió como estupenda directora de la Bartolomé, cargo que ahora desempeña su hija Elisa; y el maestro Pepe, esté donde esté, orgulloso estará del desempeño de su hija. El grupo directivo de la escuela ha procurado invariablemente la compañía de un equipo docente singular, de valía, del que, aunque me gustaría, resulta imposible en este espacio citar a la totalidad por sus nombres.
Regreso a aquella mañana. Un patio lleno de bullicio, en un instante quedó transformado en un espacio de una calma inmensa, como pocos he tenido ante mis ojos. En el patio conversé con Chela durante casi una hora, recordamos a Pepe –lo sentí presente–, hablamos de la Bartolomé, y de la nueva edición ilustrada del libro Un maestro singular, que yo preparaba por esos días, sobre la vida, el pensamiento y la obra de mi entrañable amigo Pepe. Ese patio tan versátil forma parte de un proyecto escolar a prueba de fuego, ubicado en Tlalpan; se trata de una especie de oasis, para el bienestar humano, donde se han forjado cantidad de generaciones de escolares libres y responsables. Es fácil decirlo, pero lograrlo ha sido el desafío de tantos años.
La Bartolomé nació inspirada en los planteamientos y las técnicas de trabajo escolar propuestas por Celestin Freinet, educador francés contemporáneo de Pepe. Ambos tuvieron grandes coincidencias educativas. Pepe fue el primer maestro que, en España, utilizó la imprenta Freinet. La experiencia y la madurez de José de Tapia se conjugaron con la insistencia de la joven maestra Chela –nada ni nadie la detuvo– para dar vida en la Ciudad de México a la Bartolomé. Para entonces, Chela ya tenía cierto conocimiento, por cuenta propia y en una escuela pública, del manejo de la imprenta Freinet. A la experiencia y la insistencia, se sumó la sed de Tere Vidal por formarse con las enseñanzas de su maestro Pepe. Los tres realizaron un rico trabajo conjunto, inspirados en el amor a los críos.
Supe de la Bartolomé por mi amigo Manuel Pérez Rocha y pronto la visité. Desde los primeros momentos, Pepe me cautivó con sus dichos, con su gran presencia; a Chela la conocí días después, y, gracias a ellos, poco a poco creció mi sed por la educación Freinet. Mis hijos estudiaron en la Bartolomé. Sin dificultades, trabé gran amistad con Pepe, pero fue complicado, en un primer momento, que accediera a que lo entrevistara para hacer un libro sobre él, finalmente aceptó; charlamos muchas horas frente a una grabadora, y el resultado es el libro aludido, mismo que, entre otros aspectos, se refiere a los primeros 25 años de vida de la Bartolomé, acompañados de las andanzas, pensamiento y enseñanzas de José de Tapia, tanto en España como en México.
Viene otro texto en camino, pero no de mi autoría: una rica historia de vida de la maestra Chela, que seguramente estará aderezada con situaciones acontecidas en la Bartolomé en los últimos 35 años. Da la casualidad de que Iván García Solís estudiante en el Colegio de Pedagogía de la UNAM, durante la pandemia tomó la firme decisión de entrevistar a Chela, para hacer junto con ella un volumen, y esa situación me tiene contento. Larguísima entrevista con Chela, mucha tela de dónde cortar. ¡Ánimo, Iván, date prisa, desde ahora ya somos más los que estamos a la espera!
Es casi seguro que la primera presidenta de la República que tendrá México será egresada de la Bartolomé. Claudia enfrentará, el reto de enaltecer las principales enseñanzas y valores que le inculcaron en su escuela primaria. Pienso que estaría bien, para la transformación de este país, y por el bien de los estudiantes, que se extienda por todo el territorio nacional la práctica de una educación democrática, fincada, antes que nada, en la libertad de expresión, acompañada de la responsabilidad de los escolares de todos los niveles.
Felicito y abrazo con fuerza y cariño a Chela, Elisa y Tere Salas, así como al colectivo docente, de ahora y de antaño, a los trabajadores administrativos y manuales, y, por supuesto, a todo el estudiantado que ha pasado por las aulas de la Bartolomé durante estos primeros 60 años de su existencia. Bonita fiesta de celebración y muchos años más de vida.
¡Elevemos la mirada de la educación!
Profesor en la UNAM