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Migrantes no deben ser rehenes electorales
T

al como vaticinábamos, el discurso y las acciones antimigrantes se han ido recrudeciendo conforme avanzan las precampañas presidenciales de Estados Unidos. Desde la militarización de amplias franjas limítrofes con México, como Texas, hasta el escenario de un bloqueo de la frontera para el tránsito de las personas.

Lo peor es que continúa, y pronto podría desahogarse, el trueque entre la aprobación de otro paquete multimillonario de apoyo a Ucrania en su guerra con Rusia y la intensificación de las políticas y medidas contra el arribo de nuevos migrantes, con procedimientos abiertamente violatorios de los derechos humanos, pese a que Estados Unidos ha suscrito todos los instrumentos internacionales en la materia.

En efecto, apenas la semana pasada la noticia que dominó en los medios fueron las declaraciones del presidente estadunidense en el sentido de que no descarta el cierre de la frontera entre Estados Unidos y México si no se percibe un descenso en el ritmo de los flujos migratorios, pero que no es más que un intento para salvar un acuerdo fronterizo en el Congreso a cambio de desbloquear nuevos fondos para Ucrania.

Un proyecto de ley bipartidista sería bueno para Estados Unidos y ayudaría a solucionar nuestro sistema de migración roto y permitiría un acceso rápido para aquellos que merecen estar aquí, y el Congreso necesita hacerlo, señaló el Ejecutivo estadunidnese en funciones. Pero agregó: También me dará, como presidente, la autoridad de emergencia para cerrar la frontera cuando se vea abrumada hasta que pueda volver a estar bajo control. Si ese proyecto de ley fuera ley hoy, cerraría la frontera de inmediato y lo solucionaría rápidamente.

Señaló incluso que está dispuesto a aceptar restricciones al sistema de asilo y otras medidas coercitivas que eran impensables como eje de la política migratoria demócrata hace tan sólo cuatro años, cuando estaba por iniciar su mandato, y se comprometía a impulsar una reforma migratoria de fondo que daría estatus migratorio regular a 10 millones de personas, la mayoría mexicanas.

Muy lejos del espíritu abierto y hospitalario de aquellos días, de prosperar lo que ahora se está negociando con los legisladores republicanos, se activaría automáticamente un mecanismo de expulsión de migrantes en días en que los cruces ilegales superaran los 5 mil en un promedio de cinco días en la frontera sur, que actualmente está experimentando hasta 10 mil cruces por día.

La declaración del presidente en funciones fue leída en el análisis político estratégico, como un recurso histriónico para no dejarle a quien se perfila como su adversario por el Partido Republicano, su antecesor, la opinión y posterior voto favorable de los sectores de la derecha local, proclives a la estigmatización del fenómeno migratorio, sobre todo el proveniente del sur de su frontera, los migrantes de idioma y cultura hispana.

En la realidad fáctica los movimientos antimigrantes no cesan en distintos ámbitos del establishment estadunidense. Ya se anunció que esta misma semana el Senado de Estados Unidos realizará una votación de prueba sobre un proyecto de ley que combinaría nuevas políticas en la frontera sur del país con la ayuda militar para Ucrania y otros aliados estadunidenses, una medida que todavía no tiene el consenso de republicanos y demócratas.

El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, indicó que sería el 7 de febrero cuando se realizaría esta votación de prueba sobre el paquete de seguridad ­nacional, que involucra temas tan diferentes como la geopolítica de la guerra en Europa con la suerte de la frontera con México. Sin embargo, dado que algunos republicanos se resisten al calendario y muchos siguen sin comprometerse a apoyar los cambios en la política fronteriza, el futuro del proyecto de ley sigue siendo incierto.

Ucrania necesita el apoyo estadunidense y urge una solución en la frontera, es el diagnóstico del líder parlamentario republicano en este perverso juego de ajedrez que podría tener graves daños colaterales en todo el subcontinente ­latinoamericano.

En este clima antimigrante, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, anunció la semana pasada el envío de tropas de la Guardia Nacional de su estado a la frontera de Texas con México, mil en una primera etapa, en un nuevo intento por detener el flujo de migrantes que entran a Estados Unidos de manera irregular. Estamos aquí para unirnos como floridanos para decir que tenemos que detener esta invasión en nuestra frontera sur de una vez por todas, precisó el ex aspirante a candidato presidencial.

En suma, los migrantes no deben ser moneda de cambio en los intereses estratégicos de la geopolítica mundial, ni tampoco capital político en la narrativa electoral de las precampañas presidenciales. Al contrario, es tiempo de reconocer su enorme contribución, con su trabajo, consumo y pago de impuestos, a la construcción y el mantenimiento de la principal economía del mundo.