l dato oficial de la Secretaría de Hacienda sobre deuda pública al cierre del 2023 es de 14 mil 856 miles de millones de pesos.
Equivalen a 836 mil millones de dólares, con tipo de cambio Fix de 17.763 pesos por dólar. Este monto representa 46.8 por ciento del PIB anual, estimado oficialmente en el reporte de deuda y finanzas públicas, en 31 mil 744 miles de millones de pesos. Con estos datos se revisará la información internacional de deuda, según la cual –gobierno, Pemex, CFE, IMSS, ISSSTE y banca de desarrollo– prácticamente representa la mitad de la deuda global del país.
Con estos datos de deuda pública y los de deuda de hogares, deuda de empresas no financieras y deuda de empresas financieras, se podrá reestimar el total de endeudamiento de México. Se espera un monto que casi equivale al PIB anual.
Esta información representa una presión sustantiva para el gobierno que venga. Sin duda. Sobresale, evidentemente y según se reconoce en los datos oficiales preliminares, que la deuda de Pemex es descomunal
. Con cifras al tercer trimestre se estima un cierre en 2023 del orden de 130 mil millones de dólares. Y si a este monto sumamos otros pasivos y –no la podemos olvidar– la deuda laboral hoy equivalente a cerca de 70 mil millones de dólares, los pasivos totales que deben sustraerse al valor actual de unos activos totales del orden de 124 mil millones de dólares, serían de 213 mil millones de dólares. En buen romance esto significa que el patrimonio de Pemex es negativo. Sí, de 89 mil millones de dólares. Ningún dato –salvo la precariedad del empleo y la pobreza extrema de buena parte de nuestra sociedad– representa tanta presión para el siguiente gobierno.
Así, si hipotéticamente, entregáramos todo Pemex a una petrolera que quisiera adquirirla, no sólo le daríamos todo lo instalado –operando y no operando–, sino que, además, endeudaríamos ese terrible monto de 89 mil millones de dólares. Equivaldría a casi entregar 68 por ciento de los activos de la CFE como complemento. Pero, además, el tiempo para resolverlo es muy, pero muy restringido. ¿Por qué? Simplemente porque la deuda a corto plazo –composición de compromisos financieros inmediatos y, sobre todo, deuda a acreedores– representa 38 por ciento del endeudamiento total y 25 por ciento de los pasivos totales.
Dentro de esta, el endeudamiento a proveedores equivale a la tercera parte, con un monto del orden de 20 mil millones de dólares, que resulta dramático para las empresas acreedoras. Ya analizaremos y comentaremos los mismos datos para el caso de la CFE. Hay información muy relevante, pues en el caso de nuestra amada empresa eléctrica, los pasivos por arrendamiento financiero son muy significativos. En ellos agrupamos a los productores externos –la terrible Iberdrola ahí incluida–, los proyectos Pidiregas y, evidentemente, a los nuevos gasoductos que nos dan la lamentables o afortunada capacidad de importar más de 10 mil millones de pies cúbicos de gas natural al día, distribuirlo prácticamente por todo el país y exportarlo licuado. ¡Caray! Por lo pronto, como dirá Nacha Guevara: No lloremos por Pemex
. De veras.
NB No puedo ocultar mi enorme felicidad por el nombramiento de la maestra Lorena Rodríguez León como directora de nuestra amada Facultad de Economía de la UNAM. Y sin demérito de la maestra Teresa Aguirre y el maestro César Vargas, los otros dos miembros de la terna presentada por el rector Leonardo Lomelí a la Junta de Gobierno. Por fortuna se trata de la tercera mujer que nos dirige. Antes lo hicieron las maestras Ifigenia Martínez y Elena Sandoval. Con la directora Lorena se abrirá –se lo escuché– una nueva etapa de una escuela que debe ser apoyo fundamental a la superación de la desigualdad en nuestro México y a la profundización de visiones heterodoxas de la ciencia económica. Pero siempre –así lo dijo frente a la comunidad– con los principios de pluralidad y respeto y trabajo incluyente y colectivo. ¡Enhorabuena!