as autoridades federales bolivianas sostienen que dos civiles han muerto y 11 policías han resultado heridos a causa de las protestas iniciadas el lunes por los seguidores del ex presidente Evo Morales contra los jueces que inhabilitaron su candidatura presidencial para 2025. Los fallecidos son una mujer de 53 años y un hombre de 57, quienes sufrieron problemas médicos y no pudieron ser auxiliados debido a los bloqueos carreteros en varios puntos del país. Morales acusa al actual mandatario, Luis Arce, quien fue su ministro de Economía y cercano aliado por muchos años, de estar detrás de la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional el pasado 30 de diciembre, que lo inhabilita para contender por la Presidencia por ya haber ejercido el cargo en dos ocasiones; mientras, el gobierno denuncia que los cortes de vías y otras medidas de fuerza del evismo representan un intento de golpe de Estado.
La pretensión del líder histórico de volver a ocupar el Ejecutivo ha dividido al gobernante MAS (Movimiento al Socialismo) y ha abierto una fractura entre sus bases. Éstas reconocen las aportaciones de Evo y su larga trayectoria como dirigente social, pero no dejan de apreciar la buena conducción nacional en manos de Luis Arce y su equipo, quienes han dado continuidad al proyecto emancipatorio sin renunciar a actualizarlo.
Como muchos países con un pasado colonial, Bolivia tuvo durante siglos una población mayoritariamente indígena, pero era gobernado por una cerrada élite criolla racista, cipaya, violenta e inepta, enriquecida no por méritos o ingenio, sino por la apropiación de los recursos naturales y la explotación de los pueblos originarios en condiciones de esclavitud o semiesclavitud. En este escenario, el MAS no es un simple partido, sino la cristalización institucional de las luchas de los oprimidos, el instrumento político que permitió a los indígenas dejar de ser objetos y tomar su papel como sujetos de los asuntos públicos, guardianes de su autonomía y creadores de una institucionalidad nueva y contrapuesta a la que se construyó para someterlos.
En las últimas dos décadas, este movimiento-partido sacó de la pobreza y la pobreza extrema a más de la mitad de las personas que sufrían esas condiciones, recuperó la rectoría del Estado sobre la minería y los hidrocarburos, puso fin a la grosera injerencia de las agencias estadunidenses de espionaje, avanzó de manera inédita en la construcción de la soberanía nacional y fue ejemplo para el mundo al proclamarse Estado plurinacional, en el que las naciones indígenas se encuentran en igualdad frente a las instituciones de inspiración occidental. Para la consecución de todos estos logros ha debido sobrevivir a insurrecciones oligárquicas, a un golpe de Estado, al asedio constante de poderes foráneos ávidos de hacerse de los recursos estratégicos del país (como el litio y el agua), a múltiples formas de desestabilización y al desgaste natural de toda fuerza gobernante.
Sería lamentable que un proyecto tan trascendente naufragara por pleitos intestinos que pueden resolverse mediante el diálogo, el entendimiento y la conciliación. Cabe hacer votos por que los líderes y las bases encuentren las vías para resolver sus diferencias, anteponiendo el bien común a las ambiciones personales.