Siembran 22 tipos de hortalizas en Xochimilco
Rodeados por la naturaleza ahora incursionan en la crianza de aves y en sus planes está abrir un ajolotario
Domingo 26 de noviembre de 2023, p. 25
La familia Romero siempre ha subsistido del cultivo de sus chinampas, actividad que data de la época prehispánica en Xochimilco.
Los ocho hermanos que la constituyen (cinco hombres y tres mujeres) heredaron hace 30 años de su padre, Pedro Romero, una porción de terreno de 10 mil metros cuadrados en el paraje Tlilac, que quiere decir lugar de aguas profundas
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Aquí hay patos silvestres, garzas y hasta vuelan parejas de águilas que a veces se posan en los ahuejotes, los árboles típicos que bordean los canales.
Mediante la rotación de cultivos siembran en sus chinampas 22 especies de hortalizas: acelga, chícharo, jitomate, tomate, manzanilla, brócoli, tres especies de lechuga, cebolla, cilantro, rábano y girasol, entre otros.
No utilizan fertilizantes, sino abono de origen natural, como el lodo que extraen de los canales y que les sirve para que germinen sus semillas, además de la composta que elaboran con el estiércol proveniente de las aves; también usan la hojarasca que producen las plantas del lugar.
Originalmente don Pedro sembraba flores como el cempasúchil y la amapola, que en aquella época no estaba prohibida, y transportaba sus productos a la ciudad en canoas que navegaban por el canal, que iba desde ese paraje hasta la acequia que se encontraba en La Viga, para llevar sus productos al mercado de Jamaica.
En los años 40 y 50 del siglo pasado el trayecto era de unas 10 horas, pues las chalupas salían a las 6 de la tarde y navegaban lentamente; con el canal a oscuras, por la espesura de la maleza, llegaban a su destino cerca de las 5 de la mañana.
Sin embargo, en los años 70 el cierre de la acequia impidió que los agricultores pudieran transportar sus productos, por lo cual vieron amenazada su tradicional forma de vida y muchos motivaron a sus hijos a estudiar alguna carrera y buscar otros trabajos, comenta Luis Enrique Romero Morones, representante legal de la cooperativa que se llama Rancho Crom.
Entre el campo y una profesión
Los hermanos iniciaron sus estudios, pero entre los hombres sólo Jorge Antonio terminó la carrera de veterinario, mientras Claudia es enfermera y Karina Adriana se tituló como educadora, pero no ejercen.
Hace cinco años los ocho decidieron conformar la Cooperativa Rancho Crom y ahora todos dedican tiempo al trabajo en el campo, y realizar otras actividades.
Además de sus cultivos, también incursionan en la crianza de aves de corral para la producción de huevo. Dentro de sus planes está desarrollar un ajolotario, para lo cual trabajan en la limpieza de las aguas de un pequeño canal que cruza su terreno mediante un sistema a base de plantas acuáticas.
Los hermanos Romero se sienten satisfechos con el cultivo de sus chinampas, por lo que ahora quieren motivar a sus hijos para que continúen con esa labor.
Aparte de las hortalizas, Rancho Crom se dedica a la crianza de gallinas ponedoras. La empresa familiar ha sido beneficiaria en dos ocasiones del programa de creación y fortalecimiento de sociedades cooperativas que impulsa la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México.
Como parte de él, en 2020 y 2021 recibieron recursos por 150 mil pesos para la compra de herramienta, maquinaria y materia prima con la finalidad de mejorar sus procesos productivos en el campo.
Con estos apoyos la cooperativa adquirió un minitractor para las tareas de campo, incubadoras y criadoras de pollos, con el que se ayudan para continuar con orgullo la labor que les enseñó su papá.