Aunque en la actualidad con el medicamento adecuado, el VIH es tratable y se puede lograr que en una persona sea indetectable, se siguen registrando muertes, en muchos casos por negligencia médica y discriminación. Uno de ellos es el de Juan Hernández Pérez, indígena de la comunidad El Pozo, municipio de San Juan Cancuc, de la región Altos de Chiapas, y tercero de su familia en morir por este virus.

El 19 de octubre, la organización Joy Joy llevó a cabo una jornada de tamizaje en esa comunidad. Ese día, Juan, de 36 años de edad, fue diagnosticado con una prueba reactiva a VIH. De origen tseltal, después de obtener la prueba confirmatoria de laboratorio, Juan estuvo tres semanas demandando atención médica en centros e institutos de salud locales, pero no recibió ningún tratamiento y falleció el 9 de noviembre, denunció la institución que desde entonces acompaña a la familia.

Su hermana Sebastiana exigió justicia: No entiendo por qué mi hermano falleció, por qué no le pusieron atención. Quiero que se haga justicia, que realmente supieran valorar a la gente, que todo mundo tenga la atención médica.

Miriam García, directora y cofundadora de Joy Joy, explicó en entrevista que a Juan se le canalizó al Distrito II de San Cristóbal de Las Casas, pero la coordinadora de VIH, ITS y Hepatitis C, Matilde Gómez Cruz, nos dio muchas largas, decía que estaba de vacaciones, acusó.

Fue citado hasta 16 días después, cuando en realidad tuvo que ser ingresado de inmediato vía Urgencias debido a la gravedad de su estado.

García dijo que el 3 de noviembre, insistieron en que el médico Rafael Saldívar, quien dirige los Servicios de Atención Integral Hospitalaria, diera seguimiento al caso debido a que se sospechaba de una posible tuberculosis.

Pero nos dieron largas, porque por protocolo necesitaban confirmar el diagnóstico y los resultados llegarían en cinco días. Insistieron a Saldívar que atendieran a Juan y su respuesta fue ahorita no tengo tiempo. A los 10 minutos falleció.

La directora de Joy Joy aseguró que cuando Juan fue detectado con VIH, no lo veíamos grave, sabíamos que ya estaba entrando en fase sida, pero la mayoría de los casos pueden salir de esa fase con tratamiento adecuado. Por eso nuestra indignación. Él no estaba mal.

Manifestó que para la familia, vivir con VIH es una sentencia de muerte, porque ya es la tercera persona que muere por sida. Advirtió que con base en la experiencia de la organización, que trabaja con infancias, adolescencias y principalmente embarazadas que viven con VIH, en el acceso a tratamiento para este virus en muchos casos los pacientes enfrentan discriminación”.

Pero, aseveró, nosotras como organización justamente hicimos el tamizaje (en la comunidad) porque no hay ni siquiera pruebas de VIH.

Señaló que el hecho de que mueran personas es resultado de que se sigue llegando tarde a la detección y a la atención oportuna.