n agosto de 2005, apenas unos días después de que el huracán Katrina devastara la zona sureste de Estados Unidos, Fidel Castro ofreció enviar tres hospitales de campaña con personal médico para integrarlos. El mandatario no se quedó allí. Hizo un llamado a su pueblo a prestar su solidaridad. En poco había más de mil 500 personal médico listos para asistir al vecino país. Las imágenes del centro de convenciones en La Habana donde se reunieron son impresionantes: un mar de batas blancas intercalado por mochilas verde olivo, llenas cada una de medicamentos y equipo de diagnóstico. Mientras se esperaba la respuesta de las autoridades estadunidenses, el personal estudiaba la historia de Luisiana y repasaba su inglés.
Con la soberbia que caracteriza a los líderes del imperio, el entonces presidente George W. Bush ni se dignó en responder. Prefirió sacrificar vidas –en gran proporción afroestadunidenses–, cuyo número superaría mil 800.
Cuba no desperdició la movilización de su personal médico. De ella nació la brigada Henry Reeve, contingente especializado en atender a la población afectada por desastres naturales, incluidos huracanes, inundaciones y terremotos en cualquier parte del mundo. Apenas un mes después de su formación, 600 brigadistas llegarían a Guatemala, donde el huracán Stan había destruido miles de hogares, dejando un saldo de mil 482 muertos. La brigada se unió a los 233 profesionales de medicina cubana que ya laboraban en ese país. Se desplazaron a las zonas más remotas, muchas de comunidades indígenas que jamás habían sido atendidas por un médico.
La brigada Henry Reeve toma su nombre del estadunidense que luchó en la primera guerra de independencia cubana conocida como la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Desde su formación ha dado la vuelta al mundo atendiendo –entre muchos otros– a víctimas de terremotos en Haití, Chile, Nepal, Ecuador, Pakistán y Türkiye; de tormentas y huracanes en Perú, Honduras, Bolivia y Mozambique; la epidemia del ébola en Sierra Leona, Guinea Conakry y Liberia; la pandemia de covid-19 en Kuwait, China, Italia, Andorra, Jamaica, Catar y Sudáfrica.
México también se ha beneficiado de esta solidaridad. Además de los 160 integrantes de la Henry Reeve que en 2020 colaboraron ante la pandemia, en 2017 una brigada de 40 especialistas en cirugía, epidemiología, ginecobstetricia, medicina general integral, neurocirujanos y epidemiología atendieron a los damnificados por el terremoto en la región del Istmo de Tehuantepec. En 2007, cuando Tabasco fue afectado por grandes inundaciones, llegaron 54 médicos de esa brigada para asistir en las labores de saneamiento y atención a damnificados. Mucho antes de la creación de la Henry Reeve, Cuba envió un contingente de 40 médicos y 13 toneladas de material por el terremoto de 1985 en la Ciudad de México.
En 2017, la Organización Mundial de la Salud otorgó el premio Lee Jong-wook a la brigada Henry Reeve destacando que los más de 7 mil 400 trabajadores de salud habían atendido a más de 3.5 millones de personas en 21 países, habiéndose salvado unas 80 mil vidas. En 2021 un destacado número de organizaciones y parlamentarios de varias partes del mundo postularon a la brigada Henry Reeve para el Premio Nobel de la Paz.
Ésta es sólo uno de los muchos ejemplos de internacionalismo, solidaridad y humanismo de la revolución cubana. Desde 1960, Cuba ha enviado a más de 600 mil profesionales de salud a diversas partes del mundo. Su Escuela Latinoamericana de Medicina –que nació a partir de 1998 para, como declaró Fidel, vengarse del huracán Mitch que devastó a Centroamérica– ha graduado a más de 30 mil médicos de África, Latinoamérica y Asia, así como de comunidades pobres de Estados Unidos y de Palestina, mismos que se encuentran laborando bajo las actuales atrocidades de Israel.
En 2004 Oxfam publicó un estudio analizando cómo es que un país pobre como Cuba destaca en su habilidad para enfrentar los desastres naturales. Empieza por señalar su organizada defensa civil, su sistema de alerta, sus equipos de rescate y sus reservas de emergencia. Sin embargo, continúa el reporte, por sí solos estos recursos tangibles
no son una explicación. Si lo fueran, países como Estados Unidos tendrían menores pérdidas humanas. Igual de importante, enfatiza, es la movilización de las comunidades, la solidaridad, la clara voluntad política de salvaguardar vidas y una población con consciencia de desastres formada en las acciones necesarias cuando se presenta un desastre
. Su excepcional dedicación, concluye el reporte, debía ser estudiada por las lecciones que ofrece para proteger a los más vulnerables de los cada vez más frecuentes desastres naturales.
Entre quienes se movilizaron de forma inmediata para atender a las víctimas del huracán Otis en Acapulco estuvieron los médicos cubanos que ya laboraban en México. Desde Tlaxcala, Hidalgo y Oaxaca, en coordinación con el órgano público descentralizado IMSS-Bienestar, se trasladaron a las comunidades más necesitadas para brindar no sólo su atención médica, sino su solidaridad y humanismo. Encarnan la tradición y experiencia que permiten vengarse del huracán.
*Profesora-investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Autora del libro Lecciones inesperadas de la revolución. Una historia de las normales rurales (La Cigarra, 2023).