l proceso electoral del próximo año, que conduce al cambio en cargos de representación federal, estatal y local de México, está mostrando un renovado método de participación política como no se veía en décadas.
El momento para designar a los futuros contendientes a puestos de elección popular está emocionante, pero sólo en el espacio de un partido y sus aliados: Morena, PT y PVEM. La oposición (PRI, PAN y PRD) sufre de impotencia e inocuidad, como bien refleja su aspirante a la presidencia de la República. El partido MC espera a los impacientes y desilusionados del descarte que sucederá en Morena para hacerse de algunas figuras compensatorias a la escasez de cuadros propios.
Desde el gobierno de Ávila Camacho, el desenlace sexenal exhibía una lista larga de aspirantes estatales y locales para ocupar un cargo de elección. La agitación regional provocada por el relevo se diluía desgraciadamente en el control ejercido por el titular del Ejecutivo federal sobre casi todas las postulaciones y la aplicación del fraude electoral. Esa fue la constante en la historia política del México contemporáneo.
El ex gobernador mexiquense Salvador Sánchez Colín me explicó hace años cómo se definían las candidaturas de su partido (PRI): el candidato a la Presidencia lo designaba el presidente en turno; al gobernador de las entidades federativas más relevantes lo seleccionaba también el Presidente; en los estados menos desarrollados se consulta con algunas jerarquías de empresarios, Ejército o partido; los candidatos al Senado y a la Cámara de Diputados eran palomeados por el Presidente de la República y el líder nacional del partido, quien pedía opinión a algunos gobernadores; el Congreso local era responsabilidad del gobernador, y los ayuntamientos se definían por Presidente, líder del partido y/o gobernador. Hoy, el PRI agoniza, pues cada mes que transcurre tiene menos cuadros de militantes y simpatizantes. El control de sus candidaturas está en el exterior del partido.
En convenciones de dirigentes o reuniones a puerta cerrada fueron designados, desde siempre, los candidatos a puestos de elección del PAN. Algunos cuadros sin acusaciones de defraudación le quedan en dos o tres entidades, no más. El estigma de la corrupción persigue a los panistas, provocando en el partido una gradual pérdida de representatividad.
La novedad electoral de candidaturas pertenece al partido-movimiento Morena. En dos días, 285 personas se habían inscrito como aspirantes a coordinar los comités de defensa de la Cuarta Transformación en las nueve entidades que tendrán elecciones el año próximo, incluida la Ciudad de México: 174 hombres, 110 mujeres y una persona de género no binario.
Para nombrar a los llamados coordinadores de la 4T en cada estado, que después se volverán candidatos, la Comisión de Elecciones del partido hará encuestas de reconocimientos a todos los registrados y a partir de esos resultados y de las propuestas de los consejos estatales sobre quiénes deberían ir a la encuesta final, elegirán hasta seis semifinalistas. Estos aspirantes serán medidos en una encuesta final mediante la cual se define al candidato a gobernador de cada una de las nueve entidades que tendrán elecciones.
Morena tiene un reto enorme como partido-movimiento: ¿cómo responder a dos exigencias que parecen opuestas: por un lado, respetar lo más posible las libertades y aspiraciones políticas personales de sus militantes-aspirantes; por el otro, ¿organizar un gran equipo de candidaturas que la sociedad considere justa y suficiente para obtener la mayoría calificada?
Otro reto en el actual proceso es superar la desilusión provocada por el método de encuesta a población abierta, pues en muchos casos el candidato seleccionado no necesariamente será el que cuente con el mayor apoyo al interior del partido. Esto sucederá en la integración de las listas para el Congreso de la Unión. Sin embargo, lo importante es que el método morenista permite liberarse no sólo del dedazo, sino de líderes impopulares pero afianzados en la rígida estructura donde prevalecen los favores y el trato preferencial.
Un nuevo desafío de Morena en la construcción de sus candidaturas será impedir el faccionalismo, es decir, contener a quienes pretendan convertir a los militantes en clientelas. El caso extremo es el PRD, que fue llevado a la perdición por la facción de Los Chuchos.
En el proceso de renovación actual es el partido que cumple con originales reglas internas para la selección de candidatos. A esas normas se han sumado el PT y el PVEM. La participación y discusión pública de las candidaturas es una novedad electoral que no tiene nada de trivialidad. Obrar libremente, discutir en igualdad de derechos y garantías es un gran avance político donde ganamos todos.
* Sociólogo e historiador, investigador titular del IISUNAM