La maldita deuda
ndeudarse tiene una connotación negativa en el imaginario popular. Es un signo de que el dinero no alcanza para sobrevivir o para hacer frente a las necesidades básicas de una persona o un país.
Un caso concreto es cuando Jesús Silva Herzog, secretario de Hacienda con López Portillo y Miguel de la Madrid, señaló que teníamos un ligero problema de caja. La realidad era que el país se encontraba técnicamente quebrado y no había dinero para pagar la deuda. Ahí empezó la debacle financiera, causada por el derroche generado por Luis Echeverría y López Portillo.
Un elemento a destacar es que cuando un país se endeuda en exceso al principio todo funciona bien: la economía crece, se genera empleo y la población recibe parte de los recursos. Así se presentó la administración de la abundancia, con López Portillo
. Sin embargo, si no se cuenta con dinero para pagar los pasivos, como sucedió entre 1970 y 1982, los excesos se pagan en el futuro.
Cuando llegó al poder Echeverría, la deuda pública externa era de 4 mil millones de dólares en 1970 y al culminar López Portillo su mandato en 1982 llegó a 63 mil millones de la divisa verde; es decir, los pasivos del gobierno se multiplicaron casi 15 veces en 12 años. Por esos malos gobiernos derrochadores vivimos una profunda crisis a lo largo de más de una década que culminó 12 años después, con el error de diciembre de 1994.
A raíz de esa experiencia, el gasto público se ha controlado con buenos resultados. El manejo de las finanzas públicas ha sido conservador y la deuda del gobierno equivale a menos de 50 por ciento del PIB, frente a más de 100 por ciento en Estados Unidos.
Sin embargo, para el final del sexenio se platea un presupuesto en el que la deuda pública aumentará y se utilizará principalmente para el gasto social, para Pemex y la CFE, y para la conclusión de obras emblemáticas. El problema es que el incremento de los pasivos se puede traducir en crecimiento de la inflación, devaluación y en una baja en la calificación financiera del país, lo que encarecerá el pago de intereses.
La maldita deuda de nuevo estará presente y siempre tiene sus riesgos, sobre todo al final del sexenio.