ras el golpe de Estado que derrocó al gobierno legítimo del presidente Allende, la verdad histórica pone el acento en la falta de convicciones democráticas de la Unidad Popular (UP) y su escasa voluntad de buscar consenso de mayorías sociales. Por consiguiente, la UP fracasó y con ello la vía chilena al socialismo. Cocinada a fuego lento, la verdad histórica fue punto de encuentro que forjó la alianza contra natura que llevó al golpista Patricio Aylwin a La Moneda. La democracia cristiana impuso la verdad histórica, afirmando que la acción de las fuerzas armadas era inevitable ante el caos político. Así lo dijo Eduardo Frei Montalva al presidente de la Unión Mundial de la democracia cristiana, Mariano Rumor, el 8 de noviembre de 1974. ¿Qué ocurrió en Chile entre 1970 y 1973? “El gobierno de la UP fue siempre minoría y nunca quiso reconocerlo. Obtuvo en la elección presidencial 36 por ciento de los votos. […] En vez de reconocer este hecho y buscar consenso, trataron de manera implacable imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-leninismo […]. Frente a estos hechos naturalmente la democracia cristiana no podía permanecer en silencio. Era su deber y lo cumplió, denunciar esta tentativa totalitaria que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo y encubrir sus verdaderos objetivos. […] Este gobierno minoritario, presentándose como una vía legal y pacífica hacia el socialismo estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria […]”. La carta manipula los hechos y está llena de verdades a medias. Pero incluso, los dirigentes de la democracia cristiana opuestos al golpe civil-militar matizan en un comunicado conocido como la carta de los 13: “La falta de rectificación, que en definitiva nos llevó a la tragedia, es responsabilidad de todos, gobierno y oposición […]. Pero a nuestro juicio hubo quienes tuvieron mayor responsabilidad. En primer lugar, el dogmatismo sectario de la UP, que no fue capaz de construir un camino auténticamente democrático para el socialismo adecuado a nuestra idiosincrasia. […] Jamás tuvimos otra actitud parlamentaria o particular que no fuera la oposición dentro del cauce democrático destinada a obtener la rectificación de los errores cometidos por el gobierno de Allende e impugnados por nosotros”.
La hija de Frei Montalva, Carmen Frei Ruiz-Tagle, declaró en 2013: “Nunca un general de esa época acusó a la democracia cristiana de haberlo impulsado al golpe y después de haberlos traicionado. Nosotros no conspiramos contra el gobierno constitucional […]. Las causas del golpe hay que buscarlas en el partido socialista y en la ultraizquierda”. Y en 2010, Sebastián Piñera, achaca a la UP el desenlace dado la “larga y penosa agonía de los valores de la sociedad chilena –donde– el gobierno de la UP reiteradamente quebrantó la legalidad y el estado de derecho en Chile […]”. Ideólogos de todos los colores afirman que la UP fracasó y fue derrotada ideológica y políticamente, por su carencia de convicciones democráticas. El 11 de septiembre de 1973, los golpistas circularon un apócrifo Plan Z de autogolpe que “comenzaría con la eliminación física, por comandos terroristas, de altos oficiales de las fuerzas armadas, y de Carabineros, así como de dirigentes políticos y gremiales opositores […]”.
Pese a la verdad histórica, la UP ni fracasó ni fue derrotada. El 4 de septiembre de 1970 obtuvo 36.4 por ciento de los votos y en las parlamentarias de 1973, con un proceso desestabilizador en marcha, llegó a 44. La UP tenía el respaldo popular; Allende, legitimidad y su liderazgo se agigantaba a escala internacional. Científicos sociales, socialdemócratas, democristianos, ex marxistas, ex comunistas, defensores del gobierno de Boric, unen esfuerzos para mantener la verdad histórica. A Boric le vendría bien recordar a Allende: En 1938, luchábamos por ser la izquierda de un régimen y de un sistema. En 1970 no luchamos por ser la izquierda de un régimen capitalista, luchamos por sustituir el régimen capitalista
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A 50 años del golpe, los gobiernos posdictadura han mantenido el discurso de la reconciliación. Sebastián Piñera: “El pasado ya está escrito. Podemos recordarlo, estudiarlo y discutirlo, pero ya no podemos cambiarlo. […] Invito a mis compatriotas a recordar y conmemorar en forma pacífica y reflexiva este cuadragésimo aniversario del golpe militar de 1973, con un verdadero sentido de unidad, nación y futuro”. En 2003, Ricardo Lagos declaraba: “Las últimas palabras del presidente Allende no fueron expresiones de cólera, menos de resentimiento. […] Los chilenos debemos hacerlas nuestras para construir ese futuro”. Y Aylwin, en 1990, ante la tumba de Allende: “Al rendir juntos homenaje póstumo al gobernante de quienes unos fueron seguidores y otros fuimos adversarios, reconocemos nuestra común identidad y expresamos nuestra voluntad de privilegiar el futuro de la patria, que nos exige unirnos por sobre las disputas que en el pasado nos separaron […]. Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor. [...] Muchas fueron las causas de la crisis que sufrimos. Pero, así como ayer nos culpábamos de ella unos a otros, hoy hemos asumido –cual más cual menos– las responsabilidades que nos corresponden y, sobre todo, hemos aprendido de los errores que todos cometimos, para encaminarnos, con firme decisión, a superar el pasado doloroso, reconciliarnos y construir en conjunto el porvenir”. Y ¿cuáles serían esas circunstancias? Dejemos la palabra a Aylwin (24 de septiembre de 1973): “Tenemos el convencimiento –se refiere a la democracia cristiana– de que la llamada vía chilena al socialismo, que empujó y enarboló como bandera la UP estaba rotundamente fracasada, y eso lo sabían la UP y Allende, y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas, muy fuertemente equipadas que constituían un verdadero ejército paralelo, para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder, en esas circunstancias, pensamos que la acción de las fuerzas armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar el país de caer en una guerra civil o tiranía comunista”.
La verdad histórica fue la puerta de entrada para limpiar de sangre las manos de los verdaderos responsables: la derecha, la democracia cristiana, los militares traidores y la dupla Nixon-Kissinger. Desde Aylwin hasta Boric, todos los presidentes viven una mentira para justificar la traición y su apego a la economía de mercado.