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Agenda Judicial
Independencia judicial y actores políticos
L

a independencia judicial es el grado en que los jueces deciden de acuerdo con su propia certeza sobre los hechos y con su propia convicción sobre el derecho, libres de toda coerción, castigo, interferencia, adulación o amenaza proveniente tanto de autoridades políticas como judiciales e incluso de particulares. Ello sirve a los justiciables a obtener resoluciones fincadas exclusivamente en el derecho y no derivadas de elementos ajenos y perniciosos Permite a los jueces estar ciertos de que sólo resolverán según su propio criterio.

Sin independencia, no hay justicia. Séneca el Viejo, en sus Controversias, concluye que quien mete miedo al juez destruye la idea misma de proceso, de sentencia y de imparcialidad e independencia. Así, los jueces deben tomar alguna actitud frente al poder público o privado que los desafía. Entre otras, tres posibilidades: ironía, contraataque e indiferencia.

La ironía es una Burla fina y disimulada. Para entenderla, debe conocerse a las partes. Si el ciudadano pone en su lugar al arrogante que gobierna, al estúpido que comanda, al ignorante que decide (como las caricaturas políticas), no vale a la inversa: el encumbrado hace mal si ironiza sobre los defectos (reales o supuestos) de los ciudadanos. Se arriesga a ser tenido por insensible o rencoroso, y fatuo. La ironía no es un atributo conveniente en el tribunal. No es papel del juez hacer burla fina, debe a los litigantes un trato educado y sobrio.

Hay contraataque porque los jueces deben darse a respetar, limitar la conducta de quienes comparecen ante ellos. En los tribunales, la pasión puede desbordarse. El proceso es un sucedáneo de la guerra, pero el juez no debe dejarse. Lo obligan las leyes procesales que lo facultan a sancionar al irrespetuoso, incluido su personal, o a quien lo quiera intimidar: contra la justicia nada ni nadie.

Indiferencia: el juez ha de permanecer imperturbable frente al acoso de la opinión pública, de sus trolls y haters en las redes sociales, de sus detractores groseros y burdos que escriben injurias en sus demandas, de quienes confunden transparencia con verborrea desde los palacios, y continuar su labor serenamente.

Bajo estas actitudes subyace el trabajo judicial bien hecho y constante, pues sin éste la ironía se hace cinismo o fatuidad; el contraataque, venganza o rencor, y la indiferencia, esquizofrenia o abulia

* Resumen del texto leído en el encuentro “Escuela judicial: 45 años al servicio de la profesionalización judicial”