ras empezar la carrera de astrofísica (por culpa de Carl Sagan) y acabar haciendo la de cine (por culpa de François Truffaut), la escritora Louise Mereles Gras se dedicó de lleno al mundo de las revistas y el periodismo. Lo primero fue editar una de arquitectura (por culpa de su mamá) y después vinieron las revistas femeninas (por culpa del destino). Durante ocho años fue directora editorial de Marie Claire, para después crear, lanzar y dirigir Joy. Hoy es periodista freelance y, desde siempre, melómana de hueso colorado.
–Cuando nos conocimos, Elena, estaba yo en Marie Claire, y la razón por la que nos hicimos amigas fue porque te invitamos a ser jurado del Concurso de Lectoras de Marie Claire. Llegaban costales de participaciones porque, en gran parte, esas oportunidades escasean. En la primera edición sólo estabas tú de jurado; en la segunda, alguien más. Eso debe de haber sido en 1999 o 2000.
–A raíz de eso, querida Louise, nos tratamos y nos hicimos amigas
–Estaba de Editorial Televisa Laura Laviaga, que creo que la conociste en un primer momento. A raíz de que nos tratamos en el concurso de Marie Claire te he estado dando lata todos estos años. El premio de las lectoras se llamaba Concurso Literario, y debe haber durado unos tres o cuatro años. Resultó muy conmovedor, porque fue un espacio en el que las mujeres reflejaron sus historias.
–¡Qué buena oportunidad!
–Sí, se me hace muy importante hacerte dueña de tu historia, porque ayuda a sanarte. Algunas eran historias terribles. Había mujeres golpeadas, mujeres cuyo hijo o hija se había suicidado, cosas muy dolorosas, pero creo que a través de escribirlas encontraron algún sentido a su vida y a su tragedia.
“Estuve 10 años en Marie Clair e , de los cuales ocho fui su directora. Me encantaba ese trabajo, porque no era la típica revista de moda en la que sólo se habla de vestidos o maquillaje; realmente, había todo un trabajo de investigación y, sobre todo, de denuncia. Fuimos de los primeros medios que retomamos lo de las muertas de Juárez, mandamos a una reportera y a un fotógrafo al norte, y regresaron con un material que nos afectó a todas. Escogimos muchas denuncias, nunca nos limitamos y nos lanzamos a problemas internacionales, como maltrato, violencia, y en dos ocasiones nos ganamos un Premio Nacional de Periodismo; uno por un reportaje de sacerdotes pederastas y otro por uno muy doloroso de niños con sida. Esos textos los escribió Laura Ponte, a quien conoces muy bien. Trabajamos juntas y lo que más me enorgullece es que logramos mantener esa parte de denuncias. Tratamos todo el tema de las comfort women que surgieron con la guerra entre China y el imperio japonés. A los soldados japoneses les traían mujeres de Corea, a las que convertían en prostitutas. Primero usaron a japonesas, luego a chinas y finalmente a coreanas. Había de todo. Es muy triste, porque esta cuestión surgió alrededor de la Segunda Guerra Mundial y sólo se empezó a hablar de ella en los años 90. Fue un reportaje que compramos a la Marie Claire francesa, pero también nosotras publicamos cosas que no se sabían, y creo que fuimos el primer medio que habló de las mujeres de confort en México. También tocamos el tema del aborto. Defendimos a las mujeres de Afganistán en el momento del Talibán, cuando las obligaron a usar la burka, no sólo el chador que cubre su cabeza, sino la burka que las desaparece por completo.
“Creo que fue por esas denuncias que me quedé tantos años ahí, porque si no, no hubiera aguantado hablar de perfumes y sombras de ojos, desodorantes y tubos para los labios. Confrontamos los grandes temas de nuestro tiempo con artículos estupendos. Las cartas que recibimos nos cimbraron y conformaron un tesoro que aún nos conmueve y guardamos.
“Elena, ¿te acuerdas cuando secuestraron a Ingrid Betancourt en Colombia? Cuando la secuestraron a ella, secuestraron al equipo de Marie Claire-Francia, que hacía un reportaje sobre ella en Bogotá. Nos la jugamos en temas de denuncia, hablamos de cuestiones terribles que pasaban a las mujeres, la ablación en África, por ejemplo. Aunque eran temas duros, era importante sacarlos a la luz, que se conocieran. También hicimos hincapié en el caso de las muertas de Juárez, de quienes también te ocupaste. Fuimos a investigar a Ciudad Juárez. Nos compraron varias ediciones de Marie Claire con ese reportaje, porque en ese momento nadie entendía lo que estaba pasando.”
–¿Dar a conocer una tragedia es ayudar a resolverlo?
–Nuestra idea no era resolverlo, sino entender qué pasaba: entrevistar a los familiares, sobre todo a las madres de estas mujeres asesinadas en Juárez. Queríamos dar el contexto social de lo que vivían ellas en el norte.
“Después se me ocurrió crear la revista Joy, que circuló durante cinco años. Tenía el mismo componente de denuncia parecido al de Marie Claire, pero tratamos otros temas: enfermedades mentales, falta de bienestar en todos los ámbitos. Intentamos hacer algo positivo. Llegamos a tener 35 mil suscriptoras. Fue un ejercicio apasionante, pero también muy triste, porque la revista perteneció a Reader’s Digest, pero como que no supieron vender la publicidad indispensable y cerramos. Fue muy triste, ya que recibimos muchos comentarios en la página de Facebook que demostraban que las lectoras se identificaron con Joy.”
–Y ahora, ¿qué es de tu vida, querida Louise?
–Trabajo de freelance. El estrés de responsabilizarte de la redacción de una revista es enorme. Llegó el punto en el que decidí enfocarme en mi obra, porque dirigir una revista hace imposible escribir lo tuyo. Ser jefe de información o de redacción te quita toda la energía.
“Por otro lado, el de Marie Claire fue un trabajo muy creativo, porque es difícil hacer una revista cuyo contenido se renueva mes tras mes y tienes que decidir y buscar lo nuevo, armar página tras página hasta lograr una edición armoniosa y bella. Es una empresa muy emocionante, estoy agradecida de haberlo hecho, porque siempre me ha gustado entrevistar. Siento que lograr una buena entrevista es un arte, y tuve mucha suerte debido a que pude conocer a gente muy valiosa, desde Karl Lagerfeld o Martin Scorsese, o al actor Robin Williams. Me enviaban a Francia y a Estados Unidos. Una vez pude entrevistar a Emmanuel Ungaro, diseñador de moda. También me apasionó hacer un reportaje del movimiento trans, que apenas surgía. Eso me enseñó que entrevistar es ponerte en los zapatos del otro, sobre todo en casos límites. Fui a un albergue en el Ajusco de personas con sida. Desde entonces esa enfermedad no es algo distante, al contrario, me concientizó...
El medio editorial ha cambiado muchísimo. Por la pandemia quedan muy pocas revistas, y nos hacen falta.