Keniano Edwin Kiprop y etíope Amane Beriso, los ganadores
Lunes 29 de agosto de 2022, p. 2
El dolor de un maratonista es como una cicatriz que se oculta debajo de la ropa. El keniano Edwin Kiprop lo conoce desde niño. De rodillas, exhausto, su cabeza descansa cuando cruza la meta a la altura de Palacio Nacional, a donde llegó luego de correr 42.195 kilómetros desde Ciudad Universitaria. Después de unos segundos, el corredor se pone de pie y de pronto camina observando su entorno. La felicidad se le dibuja en el rostro. Ganó el Maratón de la Ciudad de México en su edición 39 con un tiempo de 2:10.48 para establecer un récord de ruta.
La escena final resume varios aspectos de su vida en África: trabajo, disciplina y sacrificio, así como el grato honor de vencer a rivales de élite de otros países. Pero Kiprop hizo mucho más que correr tras el disparo de salida: sostuvo una guerra interior donde lograr el vacío era la meta, como escribió alguna vez el autor japonés Haruki Murakami. Sus competidores intentaron ir detrás de él sin rezagarse, pero mientras más pasos daba el campeón, más atrás se quedaban Kenneth Kiplagat (2:12.37) y Rhonzas Lokitam (2:13.46), segundo y tercer lugar en el podio.
Historias andantes
Mirar a un corredor en plena competencia es un pasatiempo emocionante. Desde alcanzar un microbús con un chofer traicionero hasta peregrinar por calles oscuras para llegar al punto de salida. El maratón, por eso, también se vive por dentro. Porque la mente de los que corren funciona como una película a mil fotogramas por segundo. El que no mira la ruta, pero la siente; el que se quiebra en llanto cuando escucha ¡lo lograste, cabrón, ya llegaste!
; el enmascarado, la Mujer Maravilla, el competidor en muletas, las hermanas rarámuris; aquellos que resisten los calambres para colgarse una medalla.
En medio de esas historias andantes, Kiprop mantuvo el ritmo y se fue, le bastó dar un sólo jalón para no ver más al grupo. Estaba seguro de que podía hacerlo. La gente en este país es buena. Me gustaría regresar el próximo año para defender mi lugar
, expresó apenas llegó a tierra prometida. Sus zancadas infinitas lo dejaron a sólo 10 segundos de romper la marca de todos los tiempos en este maratón (2:10.38), la cual aparece como su siguiente objetivo. Seguiré corriendo hasta que el reloj se pare
.
En la ruta, el keniano transmitió una seguridad que intimidó hasta a los propios cronistas. Ni siquiera los kilómetros más difíciles en ascenso en Lomas de Chapultepec, donde el punto más alto alcanza los 2 mil 306 metros sobre el nivel del mar, le hicieron cosquillas. El soldado mexicano y subcampeón de la edición anterior, Eloy Sánchez, logró divisarlo en la primera recta, pero después lo perdió.
“Me deja un sabor amargo. Traté de correr más rápido, pero no pude prepararme como debía. Combinar el trabajo con el deporte resulta más difícil. Aun así, sé que podemos estar en el top tres, es cuestión de disciplina”, explicó luego de completar el trazado en 2:19.51, la mejor marca de un nacional en la categoría para terminar en octavo lugar.
Hola, mi nombre es Amane
La palabra maratón puede ser desde ahora un sinónimo de Amane Beriso, la etíope que ganó con récord histórico del certamen y de ruta de 2:25.04 en la rama femenil. Todos los cuerpos que se alinearon a su lado la vieron partir, la dejaron, se olvidaron de ella y pelearon al final para definir quién llegaba en segundo lugar.
Hola, mi nombre es Amane y estoy feliz
, dijo, sonriente, la campeona africana sin despegar la mirada del suelo, como si una aguja le sujetara las zapatillas sobre la pista de cemento.
Superada por más de una avenida, a la keniana Cynthia Chepchirchir (2:31.07) sólo le importó terminar en el podio, aunque fuera un escalón abajo. Luego, otra etíope, Muliye Dekebo Haylemariyam (2:36.36), se encargó de asegurar el 1-3 para su país.
No salí con ellas porque lo hicieron a un ritmo muy rápido
, contó la toluqueña Margarita Hernández, la mejor mexicana en la competencia, luego de finalizar en el quinto lugar con 2:42.11. A partir del kilómetro 15 empecé a apretar. Las condiciones fueron espectaculares
.
Sobre el perímetro del trayecto, decenas de carteles y gritos de aliento inspiraron el cierre de los demás atletas. Eso fue combustible para el colombiano Francisco Sanclemente, quien se proclamó ganador por segunda vez consecutiva en la categoría silla de ruedas con un tiempo de 1:34.48, por delante de Marco Antonio Caballero (1:40.13) y Fernando Sánchez Nava (1:42.11). Lo mismo para la regiomontana Brenda Osnaya (2:06.40), primer lugar en la rama femenil.
Correr es la disciplina deportiva que más nos interesa estimular
, comentó el director general del Instituto del Deporte, Javier Hidalgo; porque nos dará facilidades para crear semilleros de atletismo
.
Con un rompecabezas de imágenes armado por la voz de sus guías, los tricolores Alejandro Pacheco (2:44.49) y Mónica Rodríguez (3:28.58) fueron vencedores en la categoría de ciegos y débiles visuales, imaginando entre sombras monumentos y calles. Porque el maratón también significa eso: la felicidad al fin de llegar. La promesa de no rendirse, aun cuando el regreso a casa sea pasito a pasito y en cámara lenta.
Por otra parte, los organizadores reportaron saldo blanco en esta edición en la que participaron más de 19 mil competidores.