La izquierda, después de AMLO // Retiro total, reitera el líder // Ohuira, mañosa(s) consulta(s) // Amoniaco, pesca y humedales
o detallado ayer por Andrés Manuel López Obrador parece contundente, irremontable. Reiteró, esta vez con ejemplos muy concretos de la conducta que asumirá, su jubilación de la política y la actividad pública en cuanto deje la Presidencia de la República.
Vida casi monacal, anunció, entre el verdor de su refugio chiapaneco de sonoro nombre (La Chingada), dedicado a escribir un libro, ambicioso en términos intelectuales, sobre el pensamiento conservador en México.
Así lo planteó: no vuelvo a la actividad pública, política. No voy a aceptar ni siquiera invitaciones a conferencias, no voy a visitar universidades, no voy a asistir a ningún acto público, político, aunque se trate de amigos, aunque se trate de familiares (...) sin contestarle a nadie, sin dar ninguna opinión, me voy a despedir de las redes sociales (...) no voy a recibir a políticos, no voy a recibir a dirigentes ni simpatizantes de nuestro movimiento, ni a mis hijos, si me llevan algo que tenga que ver con la política. No
(https://bit.ly/3PswLTB).
Sano en términos de renovación de cuadros y fluidez democrática, el retiro andresino plantea un grave reto para el movimiento social, luego convertido en instrumental partido, Morena, que hasta ahora ha estado notoriamente ceñido a la voluntad y el accionar del máximo jefe, a cuyo alrededor no ha crecido ningún liderazgo importante, con viabilidad como relevo fuerte, ni se ha construido una organización social horizontal que pudiera conducir el proceso de transición del unipersonalismo hiperactivo del tabasqueño a la figura, probablemente menor, de quien lo suceda, sea morenista u opositor a la llamada 4T.
Esa izquierda social y electoral que apoya a López Obrador necesitaría diseñar desde ahora, con inteligencia, la agenda política posterior al tiempo constitucional del líder nacido en Macuspana. A menos que en La Chingada se habilitara un servicio de palomas mensajeras con recados en clave, o algún sistema similar, ha de suponerse que después del último día de septiembre de 2024 no se contará con la experiencia, el consejo y la cohesión que podría haber proporcionado AMLO.
Frente a ese escenario sin el guía poderoso, el partido obradorista, Morena, vive un acelerado proceso de perredización, tomado por facciones e intereses contrarios a la Regeneración Nacional, con Mario Delgado como repartidor de patentes regionales de corso, virtuales credenciales en subasta para permitir posteriores atracos políticos y electorales.
Ayer, en la mañanera, el Presidente de México cometió una pifia que delató el apresuramiento en Sinaloa, gobernada por el morenista Rubén Rocha Moya, para aparentar que ya se ha consultado a los pobladores de la región (Ohuira, Topolobampo, municipio de Ahome) donde capital alemán e intereses de políticos estatales (Francisco Labastida Ochoa, ex go-bernador, y Gerardo Vargas Landeros, ex secretario de Gobierno) han batallado para imponer una planta productora de amoniaco, base, a la vez, de fertilizantes.
Dicha planta se pretende instalar en una zona de obligada protección ambiental, lo que afectaría un humedal protegido por convenios internacionales. Ya antes la Secretaría de Gobernación, con Rabindranath Salazar como enviado, y el mismo Rocha Moya como operador, simularon una consulta ciudadana, confeccionada a gusto de las autoridades.
Ahora se ha convocado, por mandato de la Corte, a una consulta a los pueblos originarios, pero se ha extendido el universo opinante a comunidades que no serían afectadas directamente. Además, hay presión gubernamental, acarreo de votantes, pago en efectivo y con despensas, para que los pescadores y habitantes de la Bahía de Ohuira acepten el desarrollo
industrial.
AMLO, por cierto, estará la semana próxima en Sinaloa y se programa un diálogo con pobladores de la zona afectada. Ojalá no sea una reunión selectiva o no inclusiva, sólo para convalidar
(como en La Laguna, con el programa Agua Saludable). ¡Hasta el próximo lunes!
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