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Larga duración: la segunda
A

l transitar hoy por la vieja casona de República de Cuba 94, primera sede oficial de la hoy Facultad de Economía de nuestra UNAM, es posible fantasear el diálogo del notable historiador de los Anales, Fernando Braudel, con estudiantes y profesores. Sí, en aquel otoño de 1953 (no 1954, transcribí mal) el ponente subrayaba la necesidad de no sujetarse a la voluntad de la coyuntura. Y, en cambio, buscar acceso a las características histórica y prospectivas de la larga duración. Pasado y futuro.

Idea similar encontramos en escritos maduros (llamémoslos así) de investigadores de gran respeto como Duncan Foley (New School, de Nueva York). Sí, remitirnos a la larga duración, perspectiva irrenunciable para recuperar las tendencias de largo plazo de la vida material. Y, evidentemente, sus condiciones de cambio, como sería –por ejemplo– el caso de la desigualdad social. Y en ese contexto de superación de la desigualdad, el cambio climático. Hay urgencia de desterrar la desigualdad y de abatir los gases de efecto invernadero (GEI). Pero muchos otros pudieran o debieran superarse. ¿Hay condiciones y recursos?

El profesor Foley asegura que la economía en el mundo –a manera de ejemplo, la estadunidense– no ha perdido su capacidad de generar volúmenes importantes de excedente económico. Producto neto, diría Quesnay. Derivado –añadirían Smith y Ricardo– del trabajo productivo. Del plusvalor, acotaría Marx. ¿Cómo aproximarse a él si tenemos –en la visión clásica y su crítica– trabajo productivo y trabajo improductivo?

Con muchos autores también interesados en mostrar tendencias de larga duración (Carchedi, Freeman, Itoh, Lapavitsas, Mariña y Moseley, Mohun, Roberts, por ejemplo) se puede estimar, al sustraer al GDP (Gross Domestic Product, por sus siglas en inglés) anual, el consumo de capital fijo y las compensaciones totales a empleados. La trabajo con Carlos Morera del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Para el año 2021 y en Estados Unidos, nos da un monto del orden de 7 mil billones (estadunidenses) de dólares. Un GDP de 23 mil billones, un consumo de capital fijo de 4 mil y compensaciones totales a empleados de 12 mil.

En el mundo, ese excedente sería superior a 30 mil billones de dólares. Frente a una deuda mundial de 303 mil billones.

Y si para nuestro ejemplo en Estados Unidos relacionamos ese excedente con los activos productivos no residenciales, obtenemos una visión sencilla de largo plazo de la rentabilidad.

Con datos de 1921 a 2021, de 100 años –no es mucho, pero no es poco–, notaremos que desde inicio de los 80 se han experimentado severas dificultades para recuperar un descenso crónico de la posguerra en adelante. Y que el neoliberalismo es una respuesta estructural a ese descenso. Impulsa freno y recuperación –con poco éxito en ésta– centrado en tres aspectos: pauperización de trabajadores, precariedad del trabajo y ataque a sus condiciones de vida. Y, simultáneamente, impulso a formas de transferencia de excedente, hacia fracciones del capital, privilegiadamente el financiero.

Es apenas una tendencia histórica de largo plazo, que obliga a pensar con más cuidado nuestras alternativas de futuro. De veras.

NB: Trato impecable, atención fina, delicadeza intelectual y solidaridad permanente, fueron características de don Enrique Calderón Alzati. Tuve la fortuna de compartir momentos de reflexión sobre la prospectiva energética de este país. Agudo ingenio. Pero, sobre todo, amor por la vida y pasión por la justicia. ¡Amén!