l fin de semana pasado el presidente estadunidense, Joe Biden, habló del peligro de una tercera guerra mundial
a raíz de la invasión a Ucrania por fuerzas militares rusas; fue una de esas declaraciones capaces por sí mismas de elevar las tensiones derivadas del conflicto en el este europeo y de incrementar el peligro que anuncian.
Sin embargo, aunque la contienda entre las dos naciones eslavas no desemboque en una conflagración planetaria, se han multiplicado en horas recientes las circunstancias que podrían llevar a otros países a involucrarse.
Serguei Lavrov, ministro ruso de Relaciones Exteriores, refirió que los suministros de armas occidentales al gobierno ucranio convierten los convoyes con esa carga en objetivos legítimos
para ataques militares, aunque no especificó si la amenaza pudiera materializarse una vez que las armas transportadas se encuentran en territorio ucranio o si Moscú está dispuesto a destruirlas desde su origen, lo que implicaría ataques de las fuerzas rusas en países neutrales o incluso en integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Por otra parte, la Fuerza Aérea Rusa atacó una base militar situada en Yavoriv, en el oeste ucranio, y a únicamente 20 kilómetros de la frontera con Polonia, una nación integrante de la OTAN.
En esa instalación, en la que se registraron 35 bajas mortales y 134 heridos, el gobierno de Kiev solía realizar entrenamientos y maniobras conjuntas entre sus efectivos y fuerzas de la alianza atlántica, y hasta la fecha servía de base a la Legión Extranjera, integrada por combatientes de diversas naciones a los que Moscú llama mercenarios.
En otro episodio de la guerra ocurrido en Irpen, al oeste de la capital ucrania, el estadunidense Brent Reynaud, ex colaborador de The New York Times, se convirtió en el primer periodista muerto en este conflicto.
Como puede verse, los riesgos de confrontaciones directas entre fuerzas rusas y efectivos o ciudadanos de países occidentales se multiplican de diversas maneras.
En tal circunstancia, resulta imperativo que tanto Rusia como los países que respaldan al gobierno de Volodymir Zelensky extremen sus precauciones para evitar involucrarse en cualquier vía de internacionalización del conflicto, lo que para Occidente significa abstenerse de enviar armas a Kiev y para el Kremlin, evitar ataques a las que estén en camino.
En lugar de atizar la guerra, la comunidad internacional debe insistir en las vías diplomáticas y pacíficas para lograr un alto al fuego y un acuerdo de paz permanente entre los dos países confrontados.