o humano se forja entre humanos. Nada le es ajeno. Su historia, sus costumbres, sus artes, sus ciencias, sus amores, odios y guerras. El planeta es uno, sus habitantes múltiples y diferentes. La mirada del otro nos confiere plenitud, nos permite integrar, saber de los saberes que habitan el mundo. Nos humaniza. Nos hace compartir, respetar, cooperar.
Hoy, el EZLN encarna en su quehacer los principios y valores que dignifican la condición humana. Son una voz de alerta, al tiempo que testimonio de resistencia, lucha e integridad ética. No sucumben a los cantos del poder del dinero. Son trasgresores, por eso asombran y se convierten en referente político. Sus acciones no dejan indiferente, conllevan un alto nivel de compromiso. Por ello los persiguen, caricaturizan y criminalizan. Les niegan sus pasaportes, su identidad, les piden hablar latín y griego, leer Homero o Plutarco en perfecta declamación, es la sociedad criolla. Luego los llenan de trámites, atacan con la burocracia, tratan de impedir que viajen, que muestren la otra cara de México. Aquella que asesina en Ayotzinapa, que mata campesinos, militariza, persigue y encarcela a los zapatistas. Que reprime a los maestros, a los defensores de los derechos humanos y líderes medioambientalistas. Un territorio hostil para ejercer el periodismo independiente. Acribillando a balazos, responde el poder político cuando destapan sus complicidades con los cárteles de la droga y el crimen organizado. Baste ver la portada de La Jornada a diario, lleva 1547 y 1494 días pidiendo se aclare y detenga a los responsables políticos de los asesinatos de Miroslava Breach y Javier Valdez, respectivamente. Tienen miedo, mucho miedo de ser descubiertos.
Dominadores cautivos presas de su colonialismo interno. Portadores de odio y frustración, perdidos en su mundo de poder. Fuertes con los débiles y sumisos con los poderosos. Así son nuestras plutocracias, desde el río Bravo hasta la Patagonia. Hablan inglés y desprecian a sus pueblos, más aún si reivindican su condición de tzotziles, tarascos, zapotecos, mayas, mapuches, aymaras, ngöbes o tupi-guaraníes. Oligarquías incapaces de aprehender, viven en el estercolero de su mediocridad. Pero los zapatistas no se han amilanado, han logrado romper el cerco. Emprendieron el viaje a Europa y han tomado tierra en las islas Azores, mismas que hace cinco siglos fueron puente para los viajes de conquista y colonización de portugueses y españoles. Hoy no vienen encadenados, ni como esclavos. Se desplazan por voluntad. Lo hacen para dialogar e intercambiar mundos. Tienen interlocutores, los esperan. Hablan una misma lengua, expresan solidaridad y lucha contra el capitalismo.
Sin ninguna duda, su palabra será escuchada y compartida y sus saberes asombrarán a sus escuchas. Los zapatistas han resignificado el lenguaje, le han dado nueva vida, dotado de fuerza. Han liberado las palabras del maltrato y degradación a la que fueron sometidas por las élites políticas. En su quehacer, la democracia es mandar obedeciendo. Nos hablan del buen gobierno, de autonomía, de digna rabia, esperanza, amor, del bien común, crean y recrean el mundo. Sin mucho aspaviento han construido un pensamiento emancipador. Esa es su grandeza. Llaman a pensar alternativas a la explotación capitalista, a la degradación medioambiental, a enfrentar juntos la crisis planetaria. No imponen dogmas, cuestionan y cuando yerran no disimulan, asumen y avanzan. Los zapatistas nos advierten: el capitalismo, es una hidra de mil cabezas, convierte humanos en monstruos, incapaces de amar, salvo a sí mismos. Ególatras, misóginos, narcisos, egoístas, sectarios. Adjetivos sobran. El capitalismo acaba con el ser humano, lo empequeñece, le resta dignidad. En este viaje los zapatistas se encontrarán con una Europa que les dará la bienvenida, es la Europa de los pueblos, la que resiste a los mercaderes, a los megaproyectos, a las trasnacionales. Se verán las caras y reconocerán con luchadores curtidos, como ellos, en mil batallas. En medio de una pandemia, unos con cubrebocas y otros con pasamontañas. Pandemia que desnuda el egoísmo de los países ricos. La vacuna contra el Covid-19, tiene nombre de especulación, negocio y empresas farmacológicas. Una lección para no olvidar. Los zapatistas tomarán nota e invitarán a conocer su rebeldía y sabios como son, escucharan a sus interlocutores. Lo harán en un mundo donde lo humano se desvanece bajo la bandera de la explotación y la criminalización del pensamiento.
Seguramente la Europa del colonizador, de los imperios e imperialismo, la que inventó América, al decir de Edmundo O’Gorman, querrá seguir demonizando la presencia de los zapatistas, refugiándose en su mentira renovada siglo tras siglo: la superioridad étnica racial de la raza caucásica, blanca y aria, del hombre sobre la mujer y el derecho de conquista. Patente de corso para subyugar y someter a pueblos enteros. Para expoliar sus riquezas, para hacerlos esclavos y traficar con ellos. Genocidio y etnocidio, dos palabras que nos les gusta escuchar a sus banqueros, empresarios, cardenales, obispos o papas, reyes, presidentes de gobierno, sean conservadores o liberales, socialdemócratas o progresistas. La Europa que se yergue sobre millones de cadáveres justificados en su razón cultural. Prefieren hablar de pueblos sin historia. Cualquier adjetivo es útil para justificar su holocausto. Europa conquistó el mundo, se hizo occidente y propuso su civilización como orden mundial. Los zapatistas llegan para reinventar Europa, para repensar juntos la historia, rescribir sin odio, rencores, ni culpas. Una historia para liberar no para justificar holocaustos en nombre de la civilización.