n medio de un aumento en los contagios de Covid-19, el bloqueo criminal que Washington mantiene contra Cuba desde hace 60 años se ha convertido en el mejor aliado del coronavirus en la isla. Como denunció Yuri Valdés, director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas, el plan de inmunización de La Habana avanza a un ritmo mucho menor del deseado, debido a que el sabotaje estadunidense a la isla obstaculiza importar los insumos necesarios para la producción y aplicación de los específicos.
Debe recordarse que, pese a la brutalidad del bloqueo –el uso del poder financiero, político, diplomático y militar de Washington para imponer al resto del mundo la prohibición de comerciar con Cuba–, la apuesta de la isla por el desarrollo de un vigoroso sector biomédico le permitió contar con un medicamento usado en el tratamiento del Covid-19 al principio de la pandemia y, posteriormente, concebir nada menos que cinco vacunas distintas contra el SARS-CoV-2.
También es obligado tener presente que, en contraste con el descarnado egoísmo de las naciones más ricas del mundo, Cuba reaccionó ante la emergencia sanitaria desplegando su solidaridad y acudiendo en auxilio de quienes pudieran beneficiarse con sus capacidades: sólo en los primeros meses de la pandemia, a través de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve, La Habana destinó a mil 238 profesionales de la salud a 21 naciones de América Latina, el Caribe, África, Asia e incluso Europa, donde los cubanos jugaron un papel fundamental durante los momentos álgidos de la pandemia en Italia. La Brigada Henry Reeve se ha merecido varias nominaciones al Premio Nobel de la Paz por actuaciones como la mencionada y muchas otras en los casi 16 años transcurridos desde su creación, como su heroica asistencia durante el brote de ébola de 2014. México no puede olvidar el invaluable apoyo brindado por esta nación hermana cuando el coronavirus amenazaba con desbordar al sistema nacional de salud, trance en que Cuba envió a alrededor de 700 elementos sanitarios, la mayor parte de los cuales atendieron a la población capitalina.
Por lo dicho, así como por un ineludible imperativo ético, la humanidad debe sumarse al llamado de la Asamblea Nacional cubana para que los legisladores de todo el mundo exijan el cese de las sanciones criminales e ilegales. El embargo económico, comercial y financiero ha sido condenado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 28 ocasiones consecutivas, en votaciones prácticamente unánimes en las que la posición estadunidense sólo fue respaldada por gobiernos fascistas como los de Jair Bolsonaro y Benjamin Netanyahu. Si el bloqueo unilateral ha sido en todo momento una afrenta al pueblo cubano y el principal lastre a su desarrollo, en las circunstancias actuales constituye una sentencia de muerte contra miles de cubanos, y debe ser denunciada en los términos más enérgicos en todos los foros internacionales.
En lo que toca al principal responsable de esta política mortífera, el gobierno de Joe Biden, resulta lamentable que quien fue vicepresidente de la administración que hizo el primer avance hacia la normalización de las relaciones cubano-estadunidenses, hoy mantenga sin variación las medidas de asfixia impuestas por Donald Trump para satisfacer el odio de su electorado más retrógrada. Adicional motivo de vergüenza es que, mientras los cubanos se afanan para superar los estragos de la pandemia, la Casa Blanca no sólo no depone su hostilidad, sino que promueve activamente la subversión dentro de la isla, con todo lo que ello podría implicar al debilitar los esfuerzos de contención del coronavirus.